En el último año, España, un país cuya sociedad siempre ha sido considerada machista, se ha visto sacudida por dos procesos que le han dado la razón a la víctima en casos de violencia de género relacionados con el fútbol, algo que según Irene Montero, exministra de la Igualdad de ese país y feminista, consideraba impensado pues “con el modelo penal anterior un acto sexual sin consentimiento no era penado como agresión sexual. Y la mayoría de agresores quedaban en la impunidad en los procesos judiciales o en el juicio social que cuestionaba antes a la víctima que al agresor”.
Y es que, como lo explica la política, la sentencia conocida este jueves contra el futbolista Dani Alves por agresión sexual a una joven de 23 años podría haber sido otra sin la Ley del “Solo sí es sí” que ella misma impulsó (y se aprobó en octubre de 2022) y que ahora, en la práctica, otorga condenas a “muchos agresores que se sentían impunes por su poder, su posición social, o unas normas culturales que no daban credibilidad a la víctima”.
“España está cambiando y aunque quede mucho por hacer, se acabó el silencio de las mujeres y la impunidad de los agresores”, sentenció Montero.
Alves, que cambió varias veces su versión durante el proceso, finalmente fue condenado a cuatro años y medio de prisión por la agresión sexual a una joven de 23 años en el baño de una zona exclusiva de la discoteca Sutton en Barcelona, en la noche y madrugada del 30 al 31 de diciembre de 2022. Además, tendrá que compensar a la víctima con 150.000 euros.
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Aunque la pena que pedía la Fiscalía era muy superior –de nueve años–, y en la acusación particular ejercida por la denunciante reclamó 12, los cuatro años y seis meses adjudicados al futbolista son vistos con buenos ojos, pues tras una proposición de ley del partido PSOE para reformar los aspectos legales que habían despertado más polémica de la “Solo sí es sí”, estas cobijaron al jugador, ya que le reconocieron la atenuante de reparación del daño – la compensación económica a la víctima–, por lo que la pena quedó en los cuatro años anunciados, reconociendo “la lucha feminista por el derecho a la libertad sexual y por poner el consentimiento en el centro”, agregó Montero.
Alves, además de la condena, permanecerá en libertad vigilada durante cinco años una vez cumplida la pena de prisión y tiene orden del alejamiento de la víctima, así como de la casa o lugar de trabajo de esta durante nueve años y seis meses.
Luis Rubiales, otro sancionado por violencia de género
Aunque Luis Rubiales, el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) no ha sido sentenciado por la justicia española por protagonizar un beso no consentido con la futbolista Jenni Hermoso en la ceremonia de premiación del Mundial Femenino de la Fifa Australia 2023 y que opacó el logro deportivo de las futbolistas españolas, el exdirigente recibió una sanción por parte de la Fifa y además, el escarnio social no solo por este hecho, sino por una serie de polémicas por sus actitudes y trato hacia las mujeres en su rol.
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La Comisión de Apelación de la Fifa fue la encargada de suspender por tres años de actividades relacionadas con el fútbol a Rubiales.
“Entre otras consideraciones, la Comisión de Apelación confirmó que el Sr. Rubiales se comportó de una manera contraria a los principios contemplados en el artículo 13 del Código Disciplinario de la Fifa durante y después” de la final del Mundial Femenino.
El artículo citado regula la “conducta ofensiva y violaciones de los principios del juego limpio”.
La Fifa había anunciado el 31 de octubre de 2023 que su Comisión Disciplinaria inhabilitó a Rubiales “para ejercer cualquier actividad relacionada con el fútbol durante tres años, tanto en el ámbito nacional como internacional”.
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La defensa de Rubiales apeló, pero la decisión quedó en firme el pasado 26 de enero. Sin embargo, la Fifa aclaró que esta decisión “se puede recurrir ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo”, el último recurso que le queda al exdirigente, que echará mano de él para seguir defendiéndose.
Durante ese proceso, una lluvia de críticas de la sociedad y las jugadoras de la selección española cayeron sobre Rubiales, a quien no le quedó de otra que dimitir de su cargo tras aferrarse a él por varios meses. Además, Hermoso tuvo que salir a desmentir las declaraciones de su victimario, que aseguró muchas veces –y lo sigue haciendo– que el beso fue consentido.
“Quiero aclarar que tal y como se vio en las imágenes, en ningún momento consentí el beso que me propinó y, por supuesto, busqué alzar al presidente. No tolero que se ponga en duda mi palabra y mucho menos que se inventen palabras que no he dicho”, señaló Hermoso en su momento, a través de un comunicado de FUTPRO, sindicato de futbolistas que asumió su defensa.
Ante esto, Jenni Hermoso denunció ante la Fiscalía a Rubiales por agresión sexual y presiones. El dirigente fue llamado a declarar ante un juez de la Audiencia Nacional y allí, nuevamente, negó coacciones y falta de consentimiento en el beso que propinó a la jugadora Hermoso.
El ente acusador, por su parte, pidió que se le prohíba acercarse a menos de 500 metros de Hermoso y comunicarse con ella durante la instrucción de la causa, que sigue abierta.
Estos dos casos en los que figuras poderosas dentro del mundo del fútbol en España han tenido que pagar por perpetrar violencia de género ratifican lo dicho por Irene Montero: “Muchos agresores se sentían impunes por su poder, su posición social, o unas normas culturales que no daban credibilidad a la víctima. España está cambiando y aunque quede mucho por hacer, se acabó el silencio de las mujeres y la impunidad de los agresores”.