1956
año que fue construido el velódromo Martín Emilio Cochise Rodríguez de Medellín.
2:00
p.m. mañana, segunda reunión en Indeportes sobre viabilidad de nuevo velódromo de Medellín.
A sus 80 años, Martín Emilio Cochise Rodríguez tiene que saltar las barandas y echarse la bicicleta al hombro, no porque quiera, sino porque le toca, sobre todo cuando entra al velódromo de Medellín que lleva su nombre.
Tras arribar al lugar montado en su cicla amarilla, Martín pasa de la alegría al desconsuelo al notar que es imposible ingresar a la pista de entrenamiento por el túnel que desemboca a esta.
El lugar está inundado, por lo que, con malestar, algo extraño en el excampeón mundial que ha sido un hombre dicharachero, alegre y respetuoso, grita hasta alertar al vigilante del escenario. Está enojado, no lo oculta ni lo niega.
“Los ciclistas que llegan al velódromo deberían traer también aletas y snórquel para nadar. Podrían hasta inscribirse en clases de natación”, dice tratando de ocultar su enojo el reconocido deportista.
A paso de tortuga por las zapatillas que calza y para evitar una caída, cambia de camino para poder llegar al espacio de rodamiento, donde una veintena de jóvenes, bajo las órdenes del formador Benjamín “Mincho” Laverde, le dan vueltas al óvalo con la ilusión de lograr algún día resultados memorables como los de Martín Emilio.
Cochise sube y baja escalas, cruza media gradería y luego, lento pero seguro, alza los pies como si fuera un acróbata hasta pisar la pista. Tiembla haciendo la maroma, pero con la bicicleta en la mano llega a su destino.
Dice que seguir pedaleando es su pasión y lo mantiene con vida, pero también relata que ver el estado de deterioro en el que se encuentra el velódromo lo llena de dolor.
Expresa que Medellín merece un gran velódromo, y que solo es cuestión de técnica, voluntad y cabeza para mejorar el que existe; sin embargo, es realista. “Contar con un escenario techado y una pista de madera sería espectacular, maravilloso, pero siento que es muy difícil que lo hagan porque para nadie es un secreto que su inversión es costosa. Pero bueno, nunca se puede dejar de soñar”.
Pero de algo sí está seguro, anota que el velódromo debe permanecer en el lugar donde está. “Si se lleva para otro sitio la práctica de la modalidad de pista prácticamente moriría. Trasladarlo al Oriente de Antioquia, por ejemplo, es inverosímil”.
Y recuerda que quienes entrenan este deporte son de clase media, baja, de estratos 1, 2 y 3, y no cuentan con los suficientes recursos para desplazarse diariamente a una parte lejana de la ciudad.
“La unidad deportiva Atanasio Girardot es un lugar estratégico para moverse, está todo cerca, es central, entonces no veo el motivo para que hagan otro velódromo si ya está el espacio para hacerle adecuaciones al que existe y en el cual se han formado grandes campeones. Ahí sí la inversión sería más costosa”.
Frente a la posibilidad de demolerlo para construir uno nuevo, dice que no hay necesidad de tomar ese camino. Agrega que la ingeniería está muy avanzada y con algunas modificaciones este escenario podría tener una cara distinta y acabar con su problemática: “Confieso que me da tristeza, nostalgia y rabia ver su deterioro. A veces siento que está abandonado. Es que vea esa piscina que se hace en el túnel de entrada, y como es imposible circular por ahí, nos toca subir escalas, con bici al hombro, para ingresar al escenario por las tribunas. Esto no es de ahora, la historia se repite cuando se inunda un sector”.
Varios problemas
Ese es solo un lunar de muchos de los que tiene este escenario, sumado a que la pista de rodamiento está deteriorada. “No se pide que esté como una mesa de billar, pero no es justo que esté tan descuidada. En varias zonas ya el cemento está levantado y los deportistas pueden correr peligro. Esto debería estar funcionando como un relojito”.
Cochise recuerda que antes se realizaban grandes eventos, como el Caracol de pista, que había buenos incentivos para los ganadores de las competencias y acudía mucho público, pero por falta de promoción de la especialidad se ha perdido el entusiasmo.
Y al confesarse un doliente del velódromo, reta a los dirigentes del deporte antioqueño para que “pongan más berraquera” y atención a este lugar, porque “un templo del ciclismo no debe estar en estas condiciones, no tiene razón de ser”.
