Mientras desayunaba, Elena recordó la primera vez que vio el comedor y cómo lo eligió pensando en su nuevo apartaestudio. Al mudarse, recién graduada, estaba llena de entusiasmo por decorar su espacio a su gusto, con elementos que le recordaran todo aquello que le recordaban momentos especiales en su vida: los viajes al mar, el intercambio escolar en otro país, las mañanas de fin de semana en la finca. En fin, esas emociones que traen felicidad a su vida.
El apartamento de su madre siempre le había parecido acogedor, grande para los estándares actuales y decorado con detalles: marcos de fotos familiares en cada esquina, plantas de todos los tamaños, y un balcón adornado con rosales y pinos en materas de arcilla. Su madre, meticulosa y de buen gusto, tenía una habilidad especial para organizar cada objeto en el lugar perfecto. De ella había aprendido a disfrutar esos recorridos en Homecenter, donde encontraban desde utensilios pequeños hasta enormes macetas que luego decoraban su hogar.
Al mudarse, Elena decidió dos cosas: escogería piezas que le encantaran y mantendría a su mamá como aliada en sus aventuras de compra y decoración. Aun así, confiaba en su instinto para decidir si un mueble era demasiado grande o si un accesorio realmente encajaría en su hogar. Ese comedor, pieza esencial de su espacio, le trajo otro recuerdo: su primera visita a Homecenter, hace unos 20 años, de la mano de su mamá.
En ese entonces, veía a su madre recorrer los pasillos con una mezcla de asombro y alegría, una chispa en los ojos que la hizo pensar que había encontrado su paraíso. Cuando su papá las recogió horas después, bromeó diciendo que Homecenter era como el “Disney de las señoras,” porque allí se entretenían y llenaban el carro de compras con artículos de decoración y otros para la cocina que ni sabía de su existencia pero ahora agradece porque hacen su vida más fácil. Ahora, como adulta, Elena comprendía la exageración típica de su padre.
Con cada detalle, ha ido construyendo un espacio que refleja su estilo, y cuando necesita algo, camina unos minutos hasta Homecenter para “mirar cositas.” Aunque a veces hace compras por internet y retira en los casilleros, sigue prefiriendo recorrer los pasillos y ver los productos en persona. Los asesores ya la reconocen, algunos recordándola desde niña. Miguel, uno de ellos, incluso se acordaba de la vez que la ayudó a elegir pintura especial para los baños, la misma que luego compró su papá, quien todavía prefiere las cajas asistidas para conversar mientras paga, manteniendo su estilo.
Elena le ha insistido cientos de veces a su papá que descargue la App de Homecenter para agilizar sus compras y solo retirar al llegar, pero él, amigo de las conversaciones y de hacer amigos en cada visita, prefiere ignorar los avances tecnológicos. Así, siempre termina en la fila, disfrutando del ritual y de una buena charla con quien lo atienda.
La próxima visita será en familia para comprar el regalo de matrimonio de su prima Patricia: la lavadora secadora que esta quería. Elena disfruta estos planes, no solo por ver a sus papás, sino porque piensa en comprar un lavavajillas y sabe que su padre, siempre meticuloso, se convertirá en su asesor.
Como Elena y sus papás, en estos más de 20 años de Homecenter en Antioquia, han pasado millones de familias y han encontrado un aliado experto para cumplir sus sueños y proyectos de hogar, haciendo de su casa su mejor lugar en el mundo.
*Contenido en colaboración con Homecenter