El domingo pasado se efectuaron, otra vez, elecciones para escoger Gobernador del Valle del Cauca. Es el tercer Gobernador en menos de dos años, y si incluimos los que han estado en calidad de encargados, perdemos la cuenta.
Los dos anteriores al elegido este primero de julio, fueron suspendidos y destituidos de su cargo, por faltas disciplinarias y fiscales, por los organismos de control, llámense Procuraduría o Contraloría.
A ese complicado expediente se une el de anteriores alcaldes de su ciudad capital, que por diversos motivos, incluyendo los penales, han terminado mal sus mandatos.
El que fuera, y es, uno de los departamentos más pujantes y económicamente más importantes de Colombia, lleva años instalado en la anormalidad política. ¿Por qué?
La degradación de la actividad pública, y de la calidad personal y ética de quienes dicen servirla, siempre será una de las causas principales para explicar tantas anomalías. Pero no es suficiente, pues es claro que esos personajes actúan así y logran tanto poder, entre otras cosas, porque muchos votan por ellos.
Y si existió la posibilidad del fraude, como se está evidenciando una vez más, el problema institucional es de grado alarmante y concierne a toda la nación.
Hay un empresariado fuerte y con mucho sentido cívico en el Valle. Su industria es potente y sus posibilidades aún mayores. Sus centros universitarios y de salud son de gran calidad. ¿Por qué, entonces, la mala política pudo hacer de tan formidable región, un coto privado para su "empresa criminal"?
Todo lo que ha denunciando el Director Nacional de la Policía es eso. Un plan urdido para defraudar no sólo la democracia en el Valle, sino sus instituciones, su fisco, su patrimonio moral.
Algo está funcionando muy mal para que un exsenador, con varias acusaciones en su contra, encausado y condenado penalmente, tenga el control casi absoluto de todos los resortes del poder.
Y que a su casa -según la Policía- acudan funcionarios de la Registraduría a negociar, presuntamente, esquemas de fraude y engaño a la democracia y a los candidatos que se ciñen a las reglas electorales.
La Registraduría Nacional debe una explicación. En las pasadas elecciones para alcalde de Cali, en octubre de 2011, hubo hechos que afectaron al entonces candidato y hoy alcalde, Rodrigo Guerrero que en buena hora está al frente de los destinos de la ciudad. Hubo, incluso, acusaciones directas del propio Presidente de la República. Pero la seccional en el Valle no se ha depurado.
Habla muy mal de la calidad institucional lo que está pasando. Que no es exclusivo del Valle, es cierto, pero que por la importancia del departamento, es relevante y nocivo para todo el país.
Hubo una época en que la rivalidad entre Antioquia y el Valle trascendía los eventos deportivos para extenderse a los indicadores de progreso económico, social y cultural. Salvando chovinismos perniciosos, aquello servía para una sana emulación entre las llamadas "fuerzas vivas" para ser las mejores.
Hoy en día echamos de menos esa sana competencia. El Valle tiene que sobreponerse, recuperar su ritmo de locomotora regional para el desarrollo nacional.
Ojalá el nuevo Gobernador, como pidió el colega caleño El País , el pasado lunes, pueda "devolverles a los vallecaucanos la credibilidad en su Gobierno Departamental (...) devolviéndole el decoro que se ha ido diluyendo en las componendas que hicieron posible la construcción de un régimen nefasto y amoral".
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6