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Sidney y los rostros de la esperanza

21 de julio de 2008
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Parecía atrevida la iniciativa del Papa Benedicto XVI cuando anunció hace tres años en Colonia que la próxima Jornada Mundial de la Juventud sería en Australia, un país con una iglesia de sólo 200 años de historia, con un 28 por ciento de católicos y tan alejado físicamente del resto del mundo occidental.

No me quise perder las transmisiones televisivas de este evento que se realizó entre el 15 y el 20 de julio. Y desde el primer día quedé sorprendida cuando el Papa se dirigió en barco a la Rose Bay, donde fue recibido por los 250 mil jóvenes con consignas, banderas de todo el mundo, especialmente de tantos países asiáticos. Con danzas y cantos hechos por las comunidades aborígenes australianas. Desde su primer mensaje el Pontífice dejó ver sus reflexiones teológicas con su espíritu poeta y a la vez con un lenguaje sencillo. Comparó los paisajes que vio desde el avión con lo hermoso que es el misterio del hombre. Pero también mostró su dolor por la erosión que pudo contemplar desde las alturas e hizo una analogía entre aquellos campos desérticos y el actuar a espaldas del Designio Divino.

Les habló de los problemas que los aquejan: el abuso del alcohol, las drogas, la degradación sexual y todo lo que se presenta como aparente diversión. "Donde la elección en sí misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad", dijo en su primer discurso. En la vigilia que se realizó el pasado sábado resultó conmovedor escuchar los testimonios de jóvenes provenientes de países como Sri Lanka, Serbia, República Checa y Chile que hablaron de su encuentro con el Señor Jesús, representados en los siete dones del Espíritu Santo, tema central de esta jornada, mientras un coro orquestado entonaba las notas de "Recive the power", el himno de este evento.

Allí el Papa habló nuevamente de un tema al que ha recurrido ya durante su pontificado: no buscar sociedades perfectas en la tierra, porque siempre existirá la libertad humana mal utilizada, no huir del sufrimiento ni de la cruz, más bien unirse a él abriéndose a la fuerza transformadora del Espíritu Santo: "la vida no es un simple acumular, y es mucho más que el simple éxito (?) Si acogéis la fuerza del Espíritu Santo, también vosotros podréis transformar vuestras familias, las comunidades y las naciones", aseguró. El hipódromo de Randwick, el más importante de Australia, se convirtió así en un centro de oración cuando miles de jóvenes en medio de la noche fría (la temperatura era de siete grados) rezaban tan recogidos cuando el Papa expuso el Santísimo Sacramento.

La Jornada Mundial de la Juventud nos mostró que la Iglesia tiene esperanza, porque, como dijo Su Santidad en la misa de clausura en la que participaron cerca de 400 mil jóvenes, son una generación "Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, (?) invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida".

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