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Preguntas para la elección

  • Jorge Giraldo Ramírez | Jorge Giraldo Ramírez
    Jorge Giraldo Ramírez | Jorge Giraldo Ramírez
16 de mayo de 2010
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Las preguntas claves para una elección presidencial no son tantas como las que se hacen en los debates entre candidatos. Por eso la proliferación de reuniones incluye también un ejercicio de imaginación para llenar las dos o tres horas de los eventos y, también por eso, nos encontramos a menudo con preguntas ridículas o impertinentes que incomodan a cualquier político inteligente.

Desde que se instauró el principio democrático de elegir los gobiernos mediante el voto, la principal pregunta que los partidos y los candidatos buscaban responder era qué harían en caso de ser elegidos. Desde que existe la política moderna de partidos y elecciones las respuestas a esta pregunta se aglutinaban en un cuerpo que se dio en llamar "el programa".

El programa es un texto escrito acerca de los objetivos que se pretenden llevar a cabo. Este fetiche ha perdido funcionalidad porque nuestro tiempo se caracteriza por la dinámica, la velocidad y el cambio. Los programas fueron palabras muertas porque usualmente se torna imposible o indeseable cumplir con una promesa hecha en circunstancias muy distintas. Los ciudadanos perciben a veces que el programa es un ardid para conseguir votos más que un compromiso serio.

Entonces el programa ha sido sustituido por la consigna. Muchos creen que este es un paso atrás. No me parece. La consigna representa la forma verbal de una prioridad política, de una idea indicativa a la que el potencial gobernante dedicará sus mayores esfuerzos. A veces es muy vaga, como la que usó Obama para hacerse elegir (cambio), o muy enfática como la que usó Uribe (seguridad). En cualquiera de los dos casos fue una señal clara y comprensible para los electores.

La segunda pregunta es el cómo. En sociedades con profundos acuerdos constitucionales, esta ha sido la pregunta principal. En Europa, por ejemplo, las diferencias entre conservadores y socialdemócratas casi nunca han sido sobre los propósitos sino sobre las medidas utilizadas para alcanzarlos. Pero también es una pregunta importante allí donde las necesidades son tan evidentes que resulta trivial discutir cuáles son los temas básicos.

La última pregunta importante es quién. En tiempos pasados se creía que el quién era poco importante, que lo que contaba eran las propuestas y las estrategias. Se sobrevaloraban las instituciones y las medidas, y se subestimaban las condiciones personales de los gobernantes. Este error se ha pagado caro al elegir políticos inescrupulosos o desatentos, vacilantes o impulsivos, oportunistas o dogmáticos.

En estos tiempos hay pocas dudas sobre la agenda del país. Seguridad, corrupción, equidad social, empleo, calidad de los bienes básicos, pocos dudan que estos son los asuntos. Las preguntas importantes son el cómo y el quién. A mi manera de ver ellas están indisolublemente unidas en las dos candidaturas que han concentrado la atención ciudadana. ¿Cómo actuó Juan Manuel Santos en sus últimos 12 años como ministro frente a estos temas? ¿Cómo atendieron los ex alcaldes Mockus, Fajardo, Garzón y Peñalosa estos problemas en sus administraciones? No son dos personalidades las que se enfrentan; son dos trayectorias y dos formas de hacer las cosas. Eso importa más que las frases y las poses del momento. Los ciudadanos tienen los elementos para compararlas y decidir.

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