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Popayán, 30 años de un terremoto que aún duele

Los payaneses recuerdan esta catástrofe con miedo. Aquí el relato de los que sobrevivieron y reconstruyeron con tristeza aquellos días aciagos.

27 de marzo de 2013
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En lo primero que pensó Guillermo Muñoz el jueves 31 de marzo de 1983 a las 8:15 de la mañana fue que a su Popayán del alma lo estaban bombardeado. Como en las películas. Como a Hiroshima y Nagasaki.

A esa hora, Guillermo estaba en la cama cuando un movimiento brusco lo sorprendió, lo zarandeó, lo tumbó, le impidió ponerse de pie, durante los 18 segundos más largos de su vida.

Por eso, cuando la aparente calma retornó, se puso una camisa y buscó la calle, que en un principio parecía un imposible por la cantidad de escombros que quedaron en el camino. El supuesto bombardeo dejó a Popayán destruido.

"Cuando logré salir a la calle miré hacia el centro de la ciudad y vi humo. Ese hongo de humo era el polvo de las casonas viejas que se destruyeron. Llegué al centro y me encontré con el drama de la destrucción. No fue un bombardeo fue un terremoto".

Un terremoto de 5,5 grados en la escala Richter que dejó cerca de 230 muertos, 3.000 heridos y, por los menos, 2.500 casas, 32 iglesias y 17 museos destruidos. En ese entonces, Guillermo tenía 26 años y se desempeñaba como secretario privado de la Alcaldía.

Mientras Guillermo y el alcalde de entonces Luis Guillermo Salazar se ponían al frente de la emergencia, en la catedral Palmiro Salazar empezaba su vía crucis.

Palmiro, entonces de 34 años de edad, sin camisa, en tenis, con mucha, mucha barba, sin muestras de cansancio, ayudó a cargar al santo Ecce Homo que se salvó de morir en el terremoto.

Así como se lee: ¡el santo Ecce Homo se salvó de morir… Lo narra Palmiro hoy, a sus 64 años, cuando vuelve a la fotografía en la que se ve en compañía de dos cargueros que ya murieron, y él, alto, buen mozo, con unos kilos de menos, luchando para que su santo, el amo, no se muriera.

"Estuve en la catedral sacando escombros mucho rato y ayudando a la gente. Luego procedí a sacar la imagen del amo Jesús, el Ecce Homo que es el patrón de la ciudad. Lo único que tenía era polvo".

Palmiro por aquellos días, además de ser carguero, era el administrador del matadero. "La verdad es que no me acordaba que ese día había hecho tantas cosas, fue la fotografía en la que aparezco que me hizo recordar lo duro que fue ese día. Yo estaba desesperado viendo cómo podía ayudar", cuenta Palmiro, al otro lado del teléfono, mientras ofrece disculpas y se pone a llorar.

En breve recordó que el Valle y Antioquia fueron los departamentos que más se "solidarizaron con nosotros, los payaneses nunca vamos a olvidar eso" y entonces, el hombre de voz gruesa vuelve hacer una pausa: "perdón, se me hizo un nudo en la garganta, deme un momento que se me pase el dolor".

Así pasó
Zamira Díaz, presidenta de la Academia de Historia y jefe del Departamento de Historia de la Universidad del Cauca, recordó el terremoto también a su manera con la angustia que le dejó el hecho de que la puerta de su casa se atrancó y no pudo salir.

"Después de los 18 segundos salimos a la calle y fue muy espantoso. Todo lo que veíamos era polvo. Veíamos a la gente corriendo, desesperada, buscando a sus familiares".

En esos primeros días, relató, no se presentó ningún tipo de desabastecimiento ni especulaciones con los precios. "Esta sociedad en medio del dolor y de la catástrofe no especuló con los precios, no escondió los productos, por el contrario, las pequeñas tiendas de barrio seguían vendiendo".

Por aquellos días Popayán era una ciudad pequeña, muy provincial, muy coloquial, en la que vivían no más de 100.000 personas. Recuerda la historiadora que la actividad comercial se terminaba a las 6 de la tarde y los sábados y domingos no era usual que los almacenes abrieran.

"Después del terremoto llegaron muchas personas a pescar en río revuelto y empezaron a construir en barrios marginales. Esto hizo que la ciudad se extendiera mucho al punto que se estima que hoy Popayán tiene un 40 por ciento más de población que en el momento del terremoto, más centros comerciales y muchas universidades".

¿Y del centro histórico que Guillermo y Palmiro vieron caer, que quedó?

Cuenta la historiadora Díaz que la tragedia sirvió, en un principio, para que los propietarios de las casas del centro histórico hicieran préstamos y rehabilitaran sus casas y en la partes internas construyeron apartamentos para alquilar.

"La preocupación de las autoridades y de los académicos es que en el centro histórico se han modificado edificaciones y han puesto almacenes de ropa, de celulares y electrodomésticos que cambian sustancialmente la arquitectura del lugar", explica.

Y tras la destrucción del patrimonio histórico, el terremoto llevó a Popayán otros males que aún persisten. Así lo cuenta, Mauricio Martínez, secretario de Obras Públicas de la época pues se quedaron, para siempre, las invasiones.

"Esto se llenó de gente. Se oía por todo el país que aquí había recursos multimillonarios y gente de todas partes venía e invadía. Por eso fue que Popayán quedó cercado por asentamientos urbanos y esa gente en definitiva se quedó en Popayán".

Martínez apela a su memoria y se sorprende al recordar que justo los meses previos al terremoto su despacho estaba listo para ejecutar recursos por 55 millones de pesos.

"¡Eso era mucha plata… Teníamos pendiente tres proyectos que consistían en instalar la red eléctrica subterránea, la recuperación de un pavimento y una ampliación de una avenida. Lo que hicimos fue cambiarle de destinación para pagar equipos para limpiar la ciudad".

Luego advierte que los meses posteriores al terremoto ningún funcionario de la Alcaldía durmió y responsabilizó al exceso de trabajo, la renuncia de todo el gabinete.

"Trabajamos seis meses y estábamos cansados. Eran jornadas agotadoras. Nadie estaba preparado para una contingencia de esas. No aguantamos y renunciamos".

¿Final feliz?
Guillermo Muñoz, quien hoy es el jefe de prensa de la Alcaldía de Popayán, explicó que los problemas sociales se agudizaron con la llegada, en los últimos años, de por lo menos 70.000 desplazados por la violencia del país, lo que ha generado desempleo y problemas sociales como delincuencia e inseguridad, en los cuales la Alcaldía está concentrada en mitigarlos.

Para Palmiro, la reconstrucción, 30 años después, no ha terminado. No. Él todavía camina por su ciudad en ruinas. "Si bien es cierto que de Popayán se reconstruyó su sector histórico, no es menos cierto que lo único que no sea ha podido reconstruir es su gente, se acabaron las buenas costumbres. La ciudad era de todos nosotros, ahora Popayán es una ciudad de nadie".

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