Toda religión conlleva un comportamiento moral, pero no toda moral tiene que ser religiosa. De hecho, hoy (el asunto viene desde la época de Emmanuel Kant) se ha separado el tema moral del religioso. Una razón es que en las sociedades contemporáneas cada vez más plurales y tolerantes los ciudadanos puedan tener una formación moral, o ética como a algunos les gusta llamarla, sin necesidad de tener que profesar cierta religión.
Toda religión tiene su propia guía de comportamiento moral, que obliga a sus adeptos. Pero quien no profese una religión no se podría catalogar de inmoral o amoral. De hecho, cuando se habla de ética civil, se habla de una forma de comportamiento moral aunque no se base en preceptos religiosos. Una ética civil es laica, no religiosa. Eso quiere decir que aunque no se basa en la religión, tampoco se opone a ella. En cambio, una ética laicista, no sólo no se apoya en ningún concepto religioso, sino que se opone rotundamente a él.
Una ética civil (o cívica) apunta a que el comportamiento de los seres humanos, indistintamente de la religión que profesen, o inclusive aquellos que no se identifican con alguna, sea decoroso en tres frentes: consigo mismo, con el otro ser humano y con el medio ambiente. Alguien que no haya sido educado bajo ninguna moral religiosa, pero sí bajo una ética civil, tiene todas las posibilidades de ser un excelente ser humano.
La ética civil no se opone a una moral religiosa. Algunos todavía creen que cuando se habla de moral se está hablando de religión, porque en otros tiempos la moral fue exclusivamente un tema de educación religiosa. Hoy ya no. Hoy, la formación ética o moral de los ciudadanos apunta más al hecho cívico de la convivencia y el respeto entre personas con igualdad de deberes y derechos, puede que algunas de esas personas sean religiosas o no. Y también apunta al cuidado del medio ambiente.
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