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Los dulces del Jardín que encantan hasta al mismo Papa

DOS PERGAMINOS LLEGARON desde El Vaticano a la casa donde funciona esta fábrica del sabor. En ellos está el agradecimiento del Papa Benedicto XVI a Mariela Arango Jaramillo, la mujer que endulza de corazón. Puro sabor.

  • Los dulces del Jardín que encantan hasta al mismo Papa | Juan A. Sánchez | Los dos pergaminos enviados desde El Vaticano son el mayor tesoro de doña Mariela Arango Jaramillo. Allí está el testimonio bendito del dulce sabor de sus productos entre los que se destacan el arequipe de arracacha y de ahuyama.
    Los dulces del Jardín que encantan hasta al mismo Papa | Juan A. Sánchez | Los dos pergaminos enviados desde El Vaticano son el mayor tesoro de doña Mariela Arango Jaramillo. Allí está el testimonio bendito del dulce sabor de sus productos entre los que se destacan el arequipe de arracacha y de ahuyama.
10 de julio de 2010
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La verdad, la verdad, la verdad... estos dulces saben a gloria. Obvio, aún no tengo el privilegio de conocer cómo es el sabor en el cielo pero el representante más cercano del Reino de Dios en la tierra, el Papa Benedicto XVI, ya les dio su bendición.

Ocurrió por casualidad. Una visita de unos turistas hace dos años y medio que llegaron a una casa color ocre empotrada en el corazón de Jardín, en el Suroeste antioqueño, no solo trajo el amor por unos pequeños dulces que ya tenían fama en toda la región, sino el interés de un sacerdote del mismísimo Vaticano que quería conocer el sabor celestial de estos manjares.

Mariela Arango Jaramillo, la mujer que desde hace 14 años convirtió un gusto familiar por la jalea y la gelatina en una próspera microempresa, a la que bautizó Dulces del Jardín, atendió a aquel personaje del que no recuerda su nombre pero "que era alto y muy bien puesto".

Dos anchetas adornadas con papel celofán azul y un moño rojo fueron el pedido para llevarlas hasta Italia. En ellas iban algunos de los productos que doña Mariela, de 51 años y jardineña de nacimiento, adora como si fueran sus propios hijos: café cubierto de chocolate, bocadillo de uchuva, cuatro frascos de arequipe y hasta las trufas de chocolate... Y algo más.

Dos meses después de aquella visita y sin que aún se lo crea, una llamada la acercó más al cielo. "Era del Vaticano. Me dijeron que su Santidad estaba muy agradecido por los dulces y que le habían parecido deliciosos", cuenta esta mujer mientras descuelga de una pared café dos cuadros con el testimonio de que esta historia bajó del cielo y se convirtió en bendición.

Allí, enmarcados y cuidados como un tesoro, aparecen dos pergaminos con la imagen de su Santidad y cuyos mensajes dejan claro cómo los dulces de doña Mariela se acercaron al sabor del Reino de Dios: "Su santidad Benedicto XVI imparte de corazón la implorada Bendición Apostólica a Mariela Arango e invoca protección de la Santa Virgen María", reza uno de los pergaminos firmado por Monseñor Félix del Blanco Prieto, sacerdote español que oficia en el Ministerio de la Caridad del Vaticano y uno de los más cercanos a su Santidad.

Del campo al mundo entero
La historia santa, entonces, se empezó a regar como la misma jalea de las ollas calientes de los Dulces del Jardín por todo el Suroeste.

Pero solo fue hasta la semana pasada que traspasó fronteras gracias a que el hijo mayor de doña Mariela, Hernán Darío Cruz, de 29 años, empezó a echarles el cuento a los visitantes de su stand en la primera versión de la feria 'Antioquia Compite' que organizaron la Gobernación y la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia.

"Eso fue maravilloso. La gente se acercaba a probar los dulces y uno les contaba. Entonces todos decían que se iban a ir a Jardín a conocer los pergaminos", cuenta Hernán, quien junto a sus hermanos Luis David de 26 años, Mariela de 17 y Julián de 11, hacen parte de esta familia fabricante de dulces.

Pero no solo era la historia bendita la que contó Hernán. También apareció el recuento de cómo su madre Mariela arrancó, por allá en 1996, esta microempresa que hoy no solo cuenta con la bendición papal sino con 8 trabajadores de Jardín y una proyección que parece tener asegurada la escalera al cielo.

"Para allá vamos", retoma doña Mariela entre risas mientras recuerda cómo junto con su esposo, Gildardo Cruz Díaz, decidieron un día abandonar las labores del campo para instalarse en Jardín y crear empresa.

La gelatina y la jalea que hacían para su propio hogar se convirtió en el insumo para arrancar. La casa color ocre donde vivía su padre, Luis Aníbal Arango Díaz, hoy de 85 años, fue el lugar escogido. Allí, junto con sus hijos y su esposo, empezó a revolver las jaleas, a ensayar cuanta receta aparecía y hasta a crear productos que no parecen de esta tierra: dulces de frutas de piña, coco y papaya, de piña con mango, bocadillos de uchuva y fresa, mermeladas de kiwi y hasta arequipes de arracacha, ahuyama o el más reciente bautizado como dulce de fruta de pétalos de rosa.

"Es el más difícil de hacer porque toca esperar mucho para que los pétalos cojan forma y hacer la mezcla. Pero es el más delicioso", dice Jhon Marín Marín, quien lleva 8 de sus 35 años al lado de doña Mariela en el duro arte de hacer dulces.

Pero no todo fue fácil. En el 2001, una comercializadora le ofreció a doña Mariela comprarle sus productos. Trasnochos diarios y una inversión de 3 millones de pesos fue el sacrificio por cumplir el pedido. Al final, la plata nunca llegó.

"No tuve ni para darle almuerzo a la familia. Pero no nos dejamos vencer y seguimos", relata.

Ahora, el sueño de esta empresaria de corazón es ampliar su negocio y comercializar sus productos más allá de las fronteras de Jardín o de los clientes que ya tiene en Medellín.

Para eso, invirtió en la ampliación de la vieja casa con salones para panadería, repostería y chocolates. Todo para cumplir un sueño: exportar sus conocidos dulces.

"Yo no tengo sino mis manos y las ganas de hacer las cosas. No importan los obstáculos, lo importante es superarse y buscar las gracias divinas para que todo salga bien", concluye doña Mariela quien ya tiene, al menos, una referencia bendita para comercializar sus amados dulces: la del Papa Benedicto XVI.

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