De las bondades de la internet nadie discute, pero tampoco de los riesgos que corremos los usuarios de ser blanco de calumnias, insultos y amenazas en las comunidades virtuales y en el correo electrónico. Más que una cloaca, como dice don Víctor Diusabá, internet es un inmenso relleno sanitario cuya basura cibernética viaja a la velocidad de un clic.
Peores que las cadenas de oración, las de autoayuda y las de desprestigio a entidades públicas o privadas, casi siempre anónimas y por tanto carentes de validez, son las que atacan a las personas, avaladas por la cultura del papayazo, una licencia que nos inventamos para pulverizar a los demás.
Hace poco recibí un mensaje en cuyo asunto decía: "las prepago de? así o más feas. Los puntos suspensivos corresponden a un municipio que no voy a mencionar por respeto a su gente, aunque como está el mercado puede ser cualquiera.
Lo abrí con la esperanza de que fuera uno de esos correos con nombres sugestivos que resultan ser una broma inocente, pero no. Ante mis ojos desfilaron unas imágenes dignas de la peor publicación pornográfica, sólo que las modelos no eran precisamente conejitas de Playboy, al menos respaldadas por el apellido de una profesión nada prestigiosa. ¿Prepagos? Lo dudo. Eran unas chicas comunes y silvestres jugando a ser audaces. Muy niñas para ser tan lanzadas, pero demasiado grandes para ser tan tontas.
Retrocedí al campo "A" de mi correo para saber quién más había recibido el regalito. Pasaban de treinta los receptores y había quince reenvíos a razón de veinte o más destinatarios cada uno. Hagan cuentas. Podrán decirme señorera, moralista o cavernícola y mandarme una delegación de derechos humanos para defenderlas, pero de tenerlas al frente les hubiera dado unas nalgadas, antes de la respectiva cantaleta de amor propio, dignidad y respeto por sí mismas.
¿Lo harán por plata, por gusto o por una necesidad de figurar a como dé lugar? Pensé en sus hermanos, en sus maestros, en sus papás. ¿Sabe alguien cercano a qué dedican estos primores su tiempo libre? ¿Dónde estaban todos mientras ellas caían tan bajo? ¿Quién las odia tanto que las pone a circular en cueros por esa red infinita donde estamos atrapados? ¿Pensarían en los riesgos? ¿Será que piensan?
Si no podemos evitar que nuestros jóvenes se prostituyan y hagan de su cuerpo un espectáculo público, los pocos sensatos que quedamos, por higiene mental y visual, estamos llamados a romper cadenas y marcar un pare contundente en el reenvío de mensajes que no aportan nada distinto a la degradación del ser humano. La basura se recicla en la fuente.
Volviendo al cuento, me llamó la atención que a ellas les fotografiaron sus caras extasiadas y sus cuerpos en todas las poses imaginables de "a lo que vinimos". A sus compañeros de catre, en cambio, se les veía todo, menos el rostro, ¡así o más des-carados! Sin ser feminista de género me pareció infame esta puesta en escena. Los angelitos de la guarda que las acompañaron no dieron la cara. Para eso estaban ellas, las prepago de? así o más bobas.
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