-Vamos, muchacho, sentémonos en esta sombrita. Aunque no sea sino a estar callados, a pensar, a orar en silencio.
-Usted me prometió, padre, que me hablaría de una realidad espiritual llamada el abandono. Me interesa.
-Lo prometido es ley, hijo. Y te voy a hablar del abandono a la sombra de la santa de la Esperanza, la carmelita francesa Teresa de Lisieux, a quien llamamos Santa Teresita, doctora de la Iglesia, máxima exponente de la espiritualidad del abandono.
-Sea, tío, aunque a menudo me dan pereza esas "biaterías suyas".
-No seas prevenido. Además, aprovechando la ocasión, yo quiero dedicar esta reflexión, así "biatica" y todo, a los Padres Carmelitas de Sonsón, que ayer cumplieron precisamente cien años de haber llegado a esa ciudad antioqueña. Yo, como cura que recorrí esos caminos y esas montañas a lomo de mula, siento gran amor y admiración por esa comunidad, en la que conservo buenos amigos. Pero, bueno, esas nostalgias, pecados o milagros, son asunto mío.
-Desahóguese, tío, si eso le sirve para la placidez del abandono que me recomienda.
-Sí, hijo. Con su doctrina de la infancia espiritual y su revolución de la esperanza, la santa francesa de que te hablo, que muere en plena juventud, a los 24 años, señala el camino de la confianza. Superando la tendencia jansenista de su época, Teresa reemplaza el concepto de justicia por el de misericordia, al Dios justiciero por un Dios amoroso en cuyos brazos de padre, como niños pequeños, abandonamos la precariedad de nuestra condición humana. Es ahí donde nace la confianza.
-Me suena el planteamiento…
-Así resume un autor su propuesta espiritual: "Se trata de ir a Dios con las manos vacías (la expresión es de Santa Teresita), en acción de gracias, para reconocer lo que está realizando en nosotros… Es un abandono activo a la acción del Espíritu Santo en nosotros".
-Me está convenciendo, padre. Eso es lo que yo siento, una vaciedumbre espiritual, como un sábado santo, con el aroma a incienso que impregna el abandono y la confianza.
-Entonces, hijo, te regalo estas dos oraciones que guardo en mi breviario:
1)"Padre mío, me abandono a ti. Haz de mí lo que quieras, lo que hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre". (Padre Charles de Foucauld ).
"Dios, Señor mío, no tengo idea de adónde voy. No veo el camino ante mí. No puedo saber con certeza dónde terminará. Tampoco me conozco realmente y el hecho de pensar que estoy haciendo tu voluntad no significa que en realidad la esté haciendo… Por lo tanto, confiaré en ti aunque parezca estar perdido en la sombra de la muerte. No tendré temor porque estás siempre conmigo, y nunca dejarás que enfrente solo mis peligros" (Thomas Merton ).
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6