Juan XXIII (1881-1963), el "Papa Bueno", que convocó el Concilio Vaticano II, cambió a la Iglesia y la lanzó hacia el tercer milenio, fue beatificado por Juan Pablo II el 3 de septiembre del año jubilar 2000 y será canonizado el próximo 27 de abril.
Angelo Roncalli siempre ha gozado de la devoción de los fieles, pero hasta el momento el Vaticano no había aprobado ese segundo milagro necesario para proclamarle santo.
Roncalli nació en 1881 en Sotto il Monte, Bérgamo, en el norte de Italia, en el seno de una familia numerosa, campesina y profundamente católica, y le fue concedida una beca para estudiar Teología.
Tras ocupar la delegación apostólica de Bulgaria, Turquía y Grecia, fue nuncio en París durante ocho años.
En enero de 1953 Roncalli fue nombrado Cardenal y Patriarca de Venecia, diócesis pequeña pero importante.
El 28 de octubre de 1958, con 77 años de edad, fue elegido para suceder a Pío XII y durante su pontificado modernizó la vida en la corte vaticana, flexibilizando el protocolo y facilitando el contacto del papa con la realidad cotidiana.
Rejuveneció el Colegio Cardenalicio, en el que incluyó a representantes de zonas del mundo tradicionalmente ausentes e intensificó las relaciones diplomáticas del Papado con los líderes políticos mundiales, incluyendo a los soviéticos, por lo que contribuyó a reducir la tensión entre comunistas y cristianos.
Estableció relaciones amistosas con las iglesias protestantes y ortodoxas, por lo que institucionalizó en el Vaticano una Comisión para la Unidad Cristiana. Y eliminó de la liturgia las viejas alusiones contrarias a los judíos.
Publicó ocho encíclicas, entre ellas "Pacem in Terris" (1963), la primera en la historia dirigida a "todos los hombres de buena voluntad", y no sólo a los creyentes.
Dos meses después del inicio de su pontificado convocó a todos los obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano II, con el objetivo de promover la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos y el acercamiento a las restantes religiones cristianas.
En esta ocasión el Concilio no sirvió para refutar errores, sino para examinar en profundidad la religión católica para ofrecérsela al mundo del siglo XX en un lenguaje comprensible.
El 3 de junio de 1963, poco después de iniciarse el Concilio, Juan XXIII moría tras una larga enfermedad.