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CORRUPCIÓN PRIVADA Y CARTELES EMPRESARIALES

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16 de agosto de 2014
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La Resolución 47965, radicado: 13-266923, expedida el cuatro de agosto por el Superintendente Delegado para la Protección de la Competencia, que abre investigación y formula pliego de cargos a cuarenta y cuatro funcionarios (incluida la hermana del Ministro de Salud) y a las empresas Tencosuir S.A.S., Tecnoquímicas S.A., Productos Familia S.A., Colombiana Kimberly y Colpapel S.A. y Drypers Andina S.A. (verdaderos emporios transnacionales), por la posible "cartelización" en el mercado de producción, comercialización y distribución de pañales desechables para bebé, entre 2000 y 2013, pone sobre el tapete de la discusión hechos muy graves que afectan a la libre competencia, en contravía de precisas directivas internacionales y nacionales, en especial de lo dispuesto en la Constitución Política: "La libre competencia económica es un derecho de todos que supone responsabilidades" (artículo 333).

Se trata, entonces, de ilícitas asociaciones de empresarios que al impedir la libre competencia aumentan de forma injustificada los precios pagados por los consumidores finales, por productos como los pañales y alteran el funcionamiento de los mercados (controlados en un 91 %), para lucrarse con sumas astronómicas. Pero, como si ello fuera poco, esta actividad se extiende a diversos países, a otras mercancías y la realizan más firmas comerciales; ello, por supuesto, es un llamado de atención a los organismos de control para que cumplan con su deber legal, máxime si en el caso concreto las pruebas son contundentes porque algunos involucrados "cantaron" al acogerse al programa de protección de testigos.

Pero esos hechos, también evidencian un fenómeno que incide de manera muy peligrosa en la supervivencia de las organizaciones sociales contemporáneas: la corrupción; esta vez no de carácter público sino de índole privada, en un país campeón en el mundo por los niveles de descomposición y con un elevado porcentaje de la población que soporta pobreza extrema. Y, aunque hasta ahora no se ha detectado que los implicados hayan infringido la ley penal que no castiga esta modalidad de corrupción privada (artículo 250A del Código Penal), es necesario seguir hurgando en torno a los actos realizados por los integrantes de estos ilegítimos colectivos empresariales porque, si se demuestra que han intervenido por ejemplo en la contratación pública con este tipo de maniobras, bien podrían verse sometidos a graves y merecidas sanciones de índole punitiva.

En fin, un diciente y muy odioso aparte extractado de uno de los correos electrónicos develados por la Resolución citada enseña que estos industriales inescrupulosos, le declaran la guerra abierta a los consumidores, esto es, al pueblo raso con el que no tienen compasión ninguna: "De verdad necesitamos que TODOS nos esforcemos un poco por subir los precios y no dejarnos mas (sic) manejar por el cliente".

Como es obvio, el asunto suscita repulsión e indignación, porque se daña mucho a la población más vulnerable y de menores ingresos, pues se trata de productos de necesario consumo masivo; pero, al mismo tiempo, ello hace pensar en que las tropelías más nocivas para el entorno social no son las realizadas por los publicitados infractores callejeros sino las cometidas por ciertos grandes potentados ante los ojos de todos (así lo enseñan los estudios criminológicos desde hace rato) y que, con patente de corso, se enseñorean por doquier y cuentan con la complacencia de los gobiernos. Y no podía ser de otra manera, porque las leyes de esos conglomerados son las propias del capitalismo salvaje: el lucro, la mentira, el fraude y la ausencia de compromiso social; para ellos la Constitución nacional no existe cuando dice que "la empresa, como base del desarrollo, tiene una función social que implica obligaciones".

Ese es, pues, el "amor como ningún otro amor" (lema publicitario utilizado por una de las firmas cuestionadas para publicitar sus mercancías) que se le profesa a los más necesitados y que, por supuesto, de esa manera, permanecerá siempre en sus corazones. ¡Así nunca tendremos verdadera paz… ¡Qué vergüenza!.

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