Una mezcla de tristeza e indignación sienten por estos días los habitantes del corregimiento Santa Rita, en Ituango. Lamentan el asesinato de un jaguar hace un par de semanas, cuyo video se viralizó en redes sociales y noticieros.
Tras el hecho, el Ministerio de Medio Ambiente y la Gobernación de Antioquia hicieron pública una recompensa de 20 millones de pesos para dar con los responsables, ya que se trata de un delito, según la Ley 2111 de 2021, Art. 328 B.
Esa recompensa tiene indignados a los campesinos, pues para ellos, lo que sucedió fue la última medida para terminar con un problema, porque el felino ya se paseaba por la zona poblada del corregimiento. Es decir, para los habitantes de Ituango, e incluso para muchos líderes, biólogos y ambientalistas, el caso de Santa Rita fue un acto de defensa propia y no de cacería.
Los asechos de los felinos adultos en Santa Rita comenzaron en enero. Desde la muerte del primer bovino, los líderes comunitarios alertaron a los funcionarios de Corantioquia. Wilder Palacios, por ejemplo, líder comunitario de una vereda en Santa Rita, tiene conversaciones de WhatsApp con un funcionario llamado Francisco Naranjo, y en dichas conversaciones dio cuenta del peligro inminente por la presencia de los felinos en la zona. En esos chats hay fotos y videos de los bovinos muertos y de las huellas del jaguar o los jaguares que los mataron.
Todas esas alertas tempranas, advertencias y denuncias fueron recientemente admitidas por la directora general de Corantioquia, Ana Ligia Mora Martínez, en el noticiero de Teleantioquia. Mora Martínez había visitado la cabecera municipal de Ituango durante un par de horas, y luego retornó a Medellín.
Gracias a Wilder Palacios, Corantioquia envió en febrero a dos funcionarios hasta Santa Rita. Durante esa visita se habló de la presencia de felinos adultos cerca de las zonas pobladas, pero lo único que hicieron los funcionarios, antes de regresar rápidamente a Medellín, fue recomendar ponerles campanas a las vacas, ubicar luces para ahuyentar a los grandes gatos y nada más. Para entonces, iban unas cinco reses asesinadas.
¿Cuál es el problema? Ituango es una importante despensa agrícola del departamento y, al mismo tiempo, el 52% de su territorio, por estar en el Nudo de Paramillo, es reserva natural protegida.
“Mi opinión es que el campesino tiene mucha presión. El campesino montañero, para labrar la tierra, tiene que abrirse espacio y, a veces por la presión económica, invade terreno selvático, pero no lo hace por codicia. Si alguien sabe cuidar los recursos hídricos en este país, y proteger la fauna y la flora, es el campesino. Él no toma más de lo que necesita, y respeta los límites. Los terratenientes, en cambio, son depredadores. No sólo Hidroituango achicó el corredor biológico del jaguar y otras especies, también la tala indiscriminada de árboles y la siembra de pinos, han generado desplazamientos de fauna”, dice Diego Oquendo, biólogo y ambientalista.
Para Oquendo, lo que sucedió en Santa Rita es claramente un evento de defensa propia, y explica. “El campesino montañero tiene gallinas, chivos, vaquitas, y el animal salvaje, en su obligado desplazamiento, por la tala y la afectación de su corredor biológico, busca alimento. El felino mata una vaca, pero resulta que esa vaca es la que les da leche a los hijos del campesino, o la que le da su sustento”.
De igual modo piensa Genaro Graciano, líder comunitario de otra vereda en Ituango: “El desarrollo industrial que se ha promovido en Ituango no se ha consultado con los habitantes, se ha impuesto. Hay exploraciones mineras que no nos han consultado, hay tala de árboles que no nos han preguntado, y el proyecto Hidroituango tampoco nos lo preguntaron. Esos desarrollos no sólo desplazaron gente, también animales. Hoy más que nunca tenemos que lidiar con la fauna silvestre en nuestros centros poblados”.
Ituango es conocido como “paraíso escondido” del Norte antioqueño, está en límites con el departamento de Córdoba. Tiene tres grandes corregimientos: El Aro, La Granja y Santa Rita, y 101 veredas; una extensión de 2.350 kilómetros cuadrados y su elevación supera los 1.500 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar de amplia biodiversidad y casa de pumas, jaguares y el oso de anteojos. La zona selvática es elevada y espesa y permite que los grandes felinos caminen a sus anchas y vivan tranquilamente gracias a la presencia de presas como conejos, armadillos, osos hormigueros, perezosos.
El problema es que, alrededor de toda esa zona protegida, están los centros poblados y los cultivos o zonas de pasteo de los bovinos. También hay exploraciones mineras, legales e ilegales, y el eterno deambular de las tropas de guerrilleros y paramilitares.
La historia del jaguar asesinado y grabado en video no es tan sanguinaria como parece ni los campesinos tan malévolos como los pintan. En la historia hay gato muerto, pero también hay otro encerrado.
Los ataques del felino se volvieron pan de cada día y eso se convirtió en un problema social de amplias proporciones. Los funcionarios de Corantioquia sólo visitaron el corregimiento una vez, y no regresaron y, mientras tanto, las quejas de los campesinos se multiplicaban en las juntas de acción comunal.
La cifra de bovinos muertos comenzó a crecer hasta llegar a 25, nadie escuchó a los campesinos que no tuvieron más remedio que cazar. Le pusieron una trampa y el felino cayó en ella. Quedó herido, pero no murió. Dicen los campesinos que el disparo solo cortó el sufrimiento. Dicen que la grabación tampoco fue morbo, sino que sirvió para mostrarles a los demás campesinos que el problema con las vacas se había terminado.
“Yo advertí con antelación que eso iba a pasar, que los campesinos también son conscientes de la importancia de los felinos en la zona, pero protegerlo debe ser un trabajo conjunto con las autoridades. En el caso de Santa Rita, nos dejaron solos”, cuenta Wilder Palacios, quien tuvo ayuda, en las denuncias y advertencias, de Dávinson Mazo, contratista de la Alcaldía de Ituango.
“Ambos hicimos llamados constantes a Corantioquia y no funcionó. Desde enero y febrero venimos dando avisos, y nada pasó. Entonces sucedió la tragedia”, relata Mazo.
Hay que conocer Santa Rita para darse cuenta de la inmensidad del problema. Ese corregimiento, frío como páramo, está enclavado en lo alto de la cordillera y es vecino de El Aro, otro corregimiento selvático y biodiverso. Ambos caseríos están dentro de la zona protegida del Nudo de Paramillo.
Para llegar a Santa Rita, en moto, hay que viajar durante casi cinco horas. Una escalera se demora seis y media. Allí la vegetación es espesa, selvática, y la geografía está repleta de cañones, de cascadas, de cauces de quebradas y empinadas montañas. Es un pueblo cafetero y panelero, pero también ganadero. Muchos campesinos tienen hatos de 20 o 30 vacas, casi todas lecheras, y de eso viven, pobremente, pues los productos agrícolas son muy baratos.
Un hato de 20 vacas puede tener un costo de 40 o 45 millones de pesos, y esa es toda la riqueza del campesino, además de la tierra. Si los felinos se comen diez vacas, el campesino se arruina y su familia pasa hambre. Tiene que endeudarse para comprar terneras y novillos, y esa deuda le puede durar toda la vida.
Santa Rita representa casi el 50 % de la economía de Ituango, y debido al abandono gubernamental, desde hace muchos años líderes han pensado en su independencia, uniéndose con El Aro.
Es tan alto ese corregimiento, que es muy común ver perros de monte, gatos de monte, felinos grandes u osos hormigueros. Las guaguas o armadillos se pasean como si fueran perros y las zarigüeyas deambulan por los gallineros casi a diario.
Los campesinos no matan a esos animales silvestres, los ignoran. Los dejan pasar rumbo a sus hábitats, hasta que alguno se queda y se ceba con los animales de granja, robándose una gallina allí o matando una vaca más allá. A veces también matan perros y mulas, y no alcanzan a imaginarse lo importante que es una mula o un perro para un campesino.
Ahora el Ministerio del Medio Ambiente y el Gobierno departamental ofrecen conjuntamente una recompensa de 20 millones de pesos para quien dé información de los supuestos asesinos del jaguar que salió en el video, como si los campesinos fueran criminales del viejo oeste. Y es que esa recompensa no es nada más que una medida mezquina que encumbre el verdadero problema: la falta de acciones concretas y contundentes por parte de entidades como Corantioquia.
“Una cosa es el Magdalena Medio, donde los ganaderos tienen 150 o 200 bovinos. En Santa Rita, el que más tiene, tiene 20 o 30. La acción del jaguar es muy peligrosa para la economía familiar. Los ataques se presentan desde el mes de enero, semana a semana. A veces hay ataques hasta dos veces por semana. Ahora sí hay un revuelo y hasta recompensas, y yo me pregunto: ‘Si hay plata para una recompensa, porque antes dijeron que no había recursos para tomar medidas y salvar a los jaguares’”, se pregunta Wilder Palacios, y con mucha razón.
Un felino ya está muerto. Quizás sean dos, como asegura la Policía. También hablan de que hay un tercero merodeando en esa misma zona. ¿Quién lo salvará?