Si las nubes se van, como se van a veces, el volcán nevado del Ruiz se ve al fondo de Manizales (si se mira al suroriente), con su punta muy blanca, con su roca –porque ya se ha ido mucha nieve– y con la compañía del Santa Isabel al lado, también blanco, y el Tolima. Los tres nevados pintan una instantánea que se toma perfecta, por ejemplo, desde El Cable, una de esas zonas que hay que visitar si se pasa por la capital de Caldas.
Eso pasa a veces, solamente. Lo que sí es un espectáculo casi diario es que el cielo se pinte de colores rojos o naranjados cuando al sol se le da por desaparecer entre las montañas. Entonces hay que mirar al horizonte, para encontrarse el ocaso. Si hay algo que tiene Manizales son atardaceres.
Este departamento, conocido por su gran riqueza natural, sus rutas turísticas y su historia cultural, ahora tiene un eslogan: Vuelve a su origen. Con este se empieza a promocionar esta parte de Colombia, considerada un destino en el que se conjugan la naturaleza y la aventura.
Manizales y sus diferentes municipios cuentan con una increíble biodiversidad, con alturas de más de 4.000 metros sobre el nivel del mar y temperaturas extremas a medida que recorren una variedad de ecosistemas, como páramos, bosques de niebla, montes desérticos, además de innumerables terrenos con frutas tropicales, una colorida vegetación y la exótica vida silvestre.
“Con esta estrategia buscamos atraer viajeros nacionales y extranjeros, promover los productos del departamento, que conozcan los sitios de la región y tener una identidad de esta zona”, manifesta Miguel Trujillo Londoño, secretario de Desarrollo, Empleo e Innovación de la gobernación de Caldas.
Un buen momento para recorrer este departamento fue la edición 25 de la Leyenda del Dorado, evento deportivo de ciclomontañismo.
Paso a paso
En esa travesía estuvo el Nevado del Ruiz, las fincas productoras de café como Tío Conejo, el Bosque de la Samaria, donde se destacan las palmas de cera y los caminos ecológicos, y Salamina, un municipio declarado monumento nacional y, al ser parte del Paisaje Cultural Cafetero, patrimonio de la humanidad desde 2011. Todo esto por su arquitectura muy tradicional de la cultura paisa, en la que resta el bahareque, y porque es como si se hubiese detenido en el tiempo, por allá en el siglo XIX.
Por supuesto, el camino siguió en Manizales, subiendo a lo alto de la Catedral a conocer el reconocido Corredor Polaco (es llegar hasta la punta de este templo, no solo con la emoción de corredores muy angostos y a gran altura, sino también para encontrarse una panorámica de esta ciudad blanca), el barrio Chipre (un mirador para los atardeceres) y los termales (para cuando se deja el Nevado del Ruiz, tener un baño con aguas naturales).