Cuando se estrenó “Titanic” en 1997, Kate Winslet era una desconocida al lado de la súper estrella que ya era Leonardo DiCaprio, pero, en realidad, había empezado su carrera en producciones internacionales de la mano de grandes directores.
En 1994, protagonizó en Nueva Zelanda “Heavenly Creatures”, bajo la dirección del que sería el director de “El señor de los anillos”, Peter Jackson. Fue su primera película e interpretó a una adolescente cómplice del asesinato de la mamá de su mejor amiga. Luego, en 1995, trabajaría bajo las órdenes de Ang Lee para antagonizar a Emma Thompson en la adaptación de la novela de Jane Austen, “Sentido y sensibilidad”.
Desde entonces se evidenciaba su interés en tomar papeles retadores actoralmente e ir curando su hoja de vida. El protagónico del “Titanic”, una gran producción comercial, parecería un desvío, incluso muchos grandes nombres lo rechazaron como Claire Danes, Reese Witherspoon, Winona Ryder y Gwyneth Paltrow. Pero terminó siendo un acierto, pues la épica de James Cameron se convirtió en un fenómeno cultural que haría su nombre omnipresente y le dejaría la entrañable amistad con su coestrella, que aún hoy conserva.
Luego del desvío comercial, siguió tomando papeles retadores con comodidad, como el de Madeleine LeClerc, una lavandera que contrabandea los manuscritos del Marqués de Sade, fuera del asilo en el que se encuentra recluido por sus pecaminosas publicaciones, en “Letras prohibidas”. O el de la escritora Iris Murdoch, en “Iris”, al lado de Judi Dench.
Pero el papel que la llevaría nuevamente a la cima de la cultura pop sería el de Clementine Kruczynski, la exnovia que Joel Barish (Jim Carrey) quiere borrar de su memoria en “Resplandor de una mente sin recuerdo”, una historia romántica de corte independiente, que resultó memorable por la brillante actuación de Carrey, lejos de la comedia, y la perspectiva de futuro que presentaba, al abrir un escenario de ciencia ficción, donde se podían manipular los recuerdos.
De ahí, la actriz daría un giro a papeles mucho más dramáticos, como el de April Wheeler en “Revolutionary Road”, donde volvería a compartir créditos con Leonardo DiCaprio, para mostrar la madurez profesional a la que habían llegado ambos, bajo la dirección de su entonces esposo Sam Mendes, quien se ganaría el Óscar por “1917”. O el de Hanna Schmitz en “El lector”, donde interpretaría a una mujer adulta que tiene una relación sexual con un adolescente, por lo que se ganaría su primer Óscar en 2008.
Como si tuviera algo más que probar, la actriz en los últimos años se ha dedicado a la televisión, ganando dos premios Emmy por su trabajo en las series de HBO “Mildred Pierce” y “Mare of Easttown”.