Atracción fatal no sería lo mismo sin el descruce de piernas de Sharon Stone o más bien el de su personaje, Catherine Trammell, en pleno interrogatorio. Bridgerton no sería Bridgerton sin los tórridos actos sexuales entre la virginal Daphne y el experimentado duque Basset, y Outlander perdería su fascinación sin la desenfrenada pasión entre Jaime y Claire. Hay escenas con alto contenido sexual y erótico que sustentan la narración audiovisual.
Lo que aquí se hablará concierne al sexo que usted ve entre dos o más personajes en esa pantalla, grande o chica; ese plano en el que los labios se muerden con vehemencia, unas manos que se entrelazan sudorosas, la fuerza de un orgasmo que termina en la pantalla negra o incluso el sexo sin consentimiento.
Y aunque todo eso sea actuado, y nada real, hubo momentos en que escenas muy fuertes dejaron traumas y dolor, y por eso, desde 2018 hay una figura que se encarga de proteger y ser un intermediario entre actores y producción en cuanto a escenas de sexo simulado y desnudos se refiere. Se llaman Intimacy Coordinator (Coordinador de Intimidad) y buscan que el sexo en pantalla sea seguro.
¿Cómo empezó?
Si en algo ha servido en Hollywood el mediático escándalo del productor Harvey Weinstein, acusado de abuso sexual por cerca de 80 mujeres de la industria y que actualmente cumple condena de 23 años en una cárcel de Nueva York, fue para que naciera el movimiento Me Too. Ese Yo también quería mostrar la magnitud de un problema que estuvo callado por mucho tiempo y logró amplificar la compleja situación para mujeres (en su mayoría) dentro y fuera de los sets de grabación.
Para Marci Liroff (ver Protagonista), coodinadora de intimidad de la serie Hightown, de Starzplay, y que además ha trabajado en This is us y The Fallout con esta figura, el movimiento Me too fue muy importante para ese “ajuste de cuentas” que necesitaba la industria cinematográfica. “No vamos a volver a los viejos tiempos en los que los actores tenían que cuidarse a sí mismos en el set”, le contó a EL COLOMBIANO en una conversación vía Zoom.
Casos de esos “viejos tiempos” hay bastantes, pero hay uno que hace parte de los más dolorosos en la historia del cine. Lo narró la actriz de la cinta El último tango en París (1972), Maria Schneider (tenía 19 años en ese entonces). En 2007 (murió en 2011) contó cómo nunca superó lo ocurrido en la grabación de la famosa escena de la mantequilla.
El actor Marlon Brando utilizó este ingrediente (de verdad) como el supuesto lubricante que iba a usar en la escena de una violación. El mismo director del filme, Bernardo Bertolucci, explicó en una gira de prensa que a él y a Brando “se les ocurrió la idea de usar la mantequilla en esta escena con guion, pero no le dijeron a la actriz porque querían su reacción como niña, no como actriz. Querían que reaccionara humillada”, según cita The Washington Post en un artículo de 2018 tras la muerte del director, recordando sus controvertidas palabras.
“Marlon me dijo ‘Maria, no te preocupes, es solo una película’, pero durante la escena, pese a que lo que Marlon estaba haciendo no era real, yo realmente estaba llorando. Me sentí humillada y, para ser sincera, me sentí un poco violada, tanto por Marlon como por Bertolucci”, dijo la actriz al diario Daily Mail.
Las escenas antes se pactaban entre director y actores y podían pasar cosas que no estaban en el guion (como lo de la mantequilla). Este tipo de situaciones ya no van más en la pantalla gracias a los cooordinadores de intimidad que llegaron a los estudios tras el escándalo del Me too.
Así se trabaja
Liroff aclara que no hace parte de recursos humanos ni es una policía sexual. Su labor empieza por educar a los cineastas sobre cómo abordar las escenas sexuales, se redactan documentos que especifican qué partes del cuerpo se van a mostrar (cláusulas de desnudez) y cómo será el acto sexual simulado (cláusulas de intimidad), se trabaja con los actores, se coreografía la escena, se coordina con el vestuario para el intimacy garment (como la prenda que usan los hombres para cubrir su pene y testículos), “pero además estamos capacitados en respuesta al trauma, por lo que si un actor, actriz o incluso un miembro del equipo sufre un colapso o se pone ansioso, yo intervengo y ayudo. Es un trabajo multifacético en el que que también educamos, por ejemplo, para que las personas de la comunidad Lgbtiq+ se traten con respeto en el set”.
Lo primero que hace Liroff es leer el guion, “y ahí lo desgloso para identificar qué partes necesitan del trabajo del coordinador de intimidad” o IC por su siglas en inglés. Ella redacta un documento, como una hoja de cálculo, separando escena tras escena y con notas muy específicas. De ahí se reúne con el cineasta, evalúan ideas entre ambos y después tiene una reunión privada, “uno a uno”, con cada actor implicado.
Lo hace primero de manera individual para que los intérpretes puedan hablar libremente, dar su consentimiento y que no se sientan presionados por el cineasta, “de igual manera llevarle ideas a los realizadores y ser como una curadora de esas ideas”. Ella busca que sea un consentimiento entusiasta –habrá algunos actores que no tienen inconveniente con mostrarse desnudos, por ejemplo–, se asegura que el director esté en la misma tónica y que todos estén de acuerdo.
Y como el cine y la televisión no son posibles sin el trabajo en equipo, Liroff continúa su labor visitando diferentes departamentos de los que sabe necesita apoyo, “peluquería y maquillaje, vestuario y hasta el legal. Tengo que hacerles saber las escenas para que puedan prepararlas”.
Previo a la grabación hay ensayos, se trabaja con los actores en la coreografía, “como IC hemos sido entrenados en movimiento, queremos que se vea realmente bien, aunque en realidad no lo estén haciendo, es sexo simulado, hay personas de la audiencia que creen que en realidad están teniendo sexo y ni les digo lo poco sexy que es cuando filmamos estas escenas”.
Todo está medido y pensado, cada caricia, lo que tocan, el plano que detalla esa lengua sutil que va y viene en un beso apasionado o en qué momento está uno encima del otro, y ahí no hay contacto genital, aclara, “legalmente no se puede, por eso los actores usan esas prendas especiales”. Ella se asegura de que el actor esté cómodo con esta prenda que puede tener relleno o una barrera adicional (de silicona).
En ocasiones no es todo tan “romántico”, hay escenas de violaciones, momentos violentos en los que se necesita la ayuda de un coordinador de dobles para que trabaje con los actores y asegurar que nadie resulte lastimado tras una secuencia así.
Ya en el set
Antes de grabar la escena, Liroff habla primero con los actores, les pregunta cómo están, cómo se sienten, si tienen clara la toma, “porque tal vez dijeron que sí ayer, y hoy no se sienten cómodos, y de repente tienen dudas. Literalmente pueden cambiar de opinión y negarse a hacerlo a pesar de que hayan firmado y es una de las razones por las que me tienen allí para ayudar a negociar ese compromiso o que la producción pueda usar un doble de cuerpo para el actor o actriz y a su vez el doble de cuerpo solo puede hacer lo que el actor ha acordado hacer”.
En el set se hace un primer ensayo con el diálogo para que los actores tengan claro en el punto en el que empiezan y en el que terminan, además el equipo de filmación es cerrado para este tipo de escenas, para que ellos se sientan cómodos y solo el personal esencial esté allí.
A pesar de esto, los actores son humanos y podrán tener, en el caso de los hombres, una erección. Por eso está el IC en el set, para no dejar que el actor lidie solo con eso y se da un descanso. “Tener un vínculo con el IC hace que el actor se sienta cómodo, saben que tienen un par de ojos dedicados a ellos, que estoy yo todo el día, sentada junto al monitor, mirándolos”.
Trae el caso de la protagonista de Hightown, Monica Raymund, que hace el papel de Jackie Quiñones, una agente lesbiana, fiestera, drogadicta y alcohólica. “En la primera temporada estaba muy preocupada por todas sus coprotagonistas, de las mujeres que tenían escenas sexuales con ella para asegurarse de que estuvieran cómodas, se sintieran bien, y que se estuvieran tocando en lugares en los que ambas tuvieran pleno consentimiento y conmigo eso desaparece del set y ella, como protagonista, puede preocuparse de otras cosas, profundizar en el trabajo de ser actriz y meterse en la escena”.
¿Qué ha complicado el covid? Dice la coordinadora de intimidad que muchas interacciones, porque antes del coronavirus un beso quizá no se discutía tanto como ahora, “normalmente se preguntaba ¿está bien con lengua o sin lengua?, pero debido al covid se vuelve una discusión más profunda, si usar o no un tipo específico de enjuague bucal desinfectante, por ejemplo.
Además fue un poco difícil desde el punto de vista logístico, hay espacios de trabajo en los que los actores estaban muy expuestos sin tener ningún tapabocas mientras filmaban. Entonces, todos teníamos que usar una mascarilla y un protector facial las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Te acostumbras, pero se vuelve un poco incómodo”.
Finamente dice que la química entre actores es importante, pero no vital y recuerda el filme Diario de una pasión (2004) en el que se escuchó que ambos protagonistas (Ryan Gosling y Rachel McAdams) no “se agradaban” y en la película lo hicieron muy bien. “Terminaron enamorándose más tarde (fueron pareja entre 2005 y 2007), pero cuentan que en el set no se querían. La química es realmente algo que no puedes definir, simplemente sucede, es una de esas cosas mágicas”.
Y si la química es magia y ayuda, al final, para que una escena sexual o erótica sea exitosa requiere de mucha preparación, educación, respeto y talento para que el sexo que ve en la pantalla, que poco tiene que ver con como se ve en la realidad, se le parezca.