
No basta el talento, al menos no en este país, para llegar al máximo escenario del deporte. En esto coinciden entrenadores, atletas y metodólogos que ayudaron a construir este perfil y el camino de un atleta desde que ingresa a la actividad física hasta que llega a unos Olímpicos.
Entre los que aportaron testimonios surgió un punto en común que ayuda a comprender la dificultad del proceso. Todos, en algún momento, se sintieron tentados a abandonar su carrera al ver cómo la falta de recursos, por ejemplo, les restó oportunidades para el desarrollo de su oficio.
Pero sería injusto negar los avances, pasos que acercan de a poco el entorno ideal para llegar al alto rendimiento. Por ejemplo, de una lucha que libró en el Congreso, la expesista María Isabel Urrutia, mujer que le entregó el primer oro olímpico a Colombia, ahora se cuenta con el programa Atletas de Excelencia, que provee de ayuda económica vital para los competidores de élite. Y como Urrutia en el plano político, en los últimos años se han sumado esfuerzos en otros entornos como el científico, que ha permitido hallar condiciones de entrenamiento de nivel mundial sin salir del país.
El Centro de Ciencias del Deporte, que cuenta con recursos públicos a través de Mindeportes, es uno de los más avanzados de Latinoamérica. Junto a decenas de universidades, entre ellas la U. de A., han puesto la cuota de investigación y desarrollo en ciencias deportivas para impactar en una buena formación. Así mismo, en las regiones, decenas de profesionales del deporte trabajan en la detección y orientación con niños y jóvenes. Sin sistemas de registro en recreación y deporte que gestionan entidades públicas como Indeportes, sería difícil que un talento oculto salga a la luz. “Mirar hacia la base es el camino”, dice Raúl Díaz, entrenador de atletismo colombiano.
Díaz, una de las voces críticas del deporte desde hace tres décadas, alaba los logros en los últimos años, pero cree que el Gobierno y la empresa privada seguirán en deuda mientras el talento continúe desperdiciándose en las regiones. Y lo sustenta con una cifra que no admite réplica. “Si Urabá fuera un país habría estado entre los mejores 50 delegaciones en los Olímpicos anteriores. ¿Qué lograría si muchas más personas desde lo público y lo privado pusieran de su parte?”, cuestiona sonriente Díaz.