La dirigencia deportiva llegó a mi vida sin pensarlo, tal como la mayoría de cosas que me han pasado. Fui medallista olímpica en un gran momento de mi carrera, recuerdo que entrenaba como si no hubiera mañana y verme con la presea en Barcelona 1992 (bronce en los 400 metros planos) fue lindo, maravilloso. Hoy, a pesar de que han pasado casi 28 años de ese logro, sigo sintiendo el reconocimiento de la gente.
Después de cumplir el ciclo, me convertí en entrenadora. Fue algo de un día para otro, porque me lo pidió una de las personas más influyentes en mi carrera: el ruso Stanislav Vozniac. Me decía que estudiara, incluso, hasta me pasó un morro de libros para que lo hiciera. Yo le había respondido que no era entrenadora, a lo que él me replicó: “con tu experiencia sabes más que muchos profesores, no te preocupes, lo vas a hacer muy bien”.
No sé qué tan bien lo hice, pero mis exatletas siguen acordándose de los consejos que les di. Nunca nadie los había hecho trabajar tan duro. Fue una gran experiencia, una época que me marcó como pocas.
Y así, sin proponérmelo, llegué también a la dirigencia. Primero en un club, después en la Federación y ahora como vicepresidenta de la Federación Internacional de Atletismo (WA -World Athletics-, antes denominada Iaaf -Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo-, ambas por sus siglas en inglés).
De las cosas que he hecho en el deporte, esta función es, sin duda, la menos amable de todas: mucho trabajo que se nota poco.
Los deportistas, y me incluyo porque yo era igual, dan por hecho el trabajo del dirigente y pocas veces reconocen su labor y esfuerzo. Tal vez por eso acepté ser candidata a la WA. Hay demasiado por hacer y siento el deber de retribuirle a mi deporte un poco de lo que me ha dado.
Estar en posiciones de poder es dulce y agraz, y espero trabajar para que sea más satisfactoria que amarga esta nueva experiencia. Quiero mejorar el sistema de competencias del atletismo suramericano y, sobre todo, motivar a más mujeres a que sean parte de la vocación deportiva a cualquier nivel, así sea de un club en un pueblo remoto.
Necesitamos personas que ayuden a que más niños y niñas se entusiasmen con la actividad atlética, gente ingeniosa y apasionada, dispuesta a poner su empeño y tiempo para que todos se entrenen pensando en ser cada día mejores.
A esos dirigentes les dedico este especial, un pequeño homenaje a todos los que trabajan tras bambalinas para que Colombia tenga más y excelentes deportistas. A estos últimos también, porque con dedicación se esfuerzan para salir adelante .
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