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El último gran gesto de Jorge Bolaño: cuando pagó la nómina del Cúcuta Deportivo de su propio bolsillo

Esta anécdota deja ver la grandeza que tuvo el exjugador de la Selección Colombia como ser humano.

  • Jorge Bolaño se retiró como jugador en el Cúcuta. FOTO CORTESÍA CÚCUTA DEPORTIVO
    Jorge Bolaño se retiró como jugador en el Cúcuta. FOTO CORTESÍA CÚCUTA DEPORTIVO
07 de abril de 2025
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En el fútbol, donde muchas veces los reflectores solo iluminan los goles, los títulos o los escándalos, hay gestos que trascienden por su nobleza y discreción. Jorge Bolaño, el eterno número cinco de carácter férreo y corazón noble, dejó uno de esos actos imborrables en los últimos compases de su carrera. Fue en silencio, sin cámaras ni aplausos, como vivió gran parte de su vida: con humildad y grandeza.

Corría el año 2012 y Bolaño, luego de una destacada carrera en el fútbol europeo y en la Selección Colombia, decidió cerrar su ciclo como futbolista en el Cúcuta Deportivo. Muchos esperaban que su regreso fuera simplemente un trámite para colgar los guayos. Sin embargo, una vez más, el samario sorprendió con su esencia: no volvió a pasar el tiempo, sino a dejar huella.

En medio de una grave crisis económica que vivía el club motilón, los directivos no cumplieron con el pago de la nómina. La incertidumbre y la desesperanza rondaban el vestuario. Pero ahí apareció él, como tantas veces lo hizo en la cancha para recuperar una pelota o levantar a un compañero. Jorge Bolaño sacó de su propio bolsillo el dinero para pagar los sueldos de sus compañeros y el cuerpo técnico. Nadie lo supo en ese momento. No hubo declaraciones. No hubo selfies. Solo un acto silencioso de liderazgo y humanidad.

“Así era Jorge”, dirían después quienes lo conocieron de cerca. Siempre al frente, siempre pensando en el grupo, sin necesidad de figurar. Fue el gesto de un capitán sin brazalete, de un líder natural que entendía que la verdadera grandeza se mide en los momentos difíciles.

Aquella decisión no solo alivió las angustias económicas del plantel, sino que reafirmó el profundo respeto que todos sentían por él. Fue el último gran acto de un hombre que lo había dado todo por el fútbol, y que al final, lo volvió a dar sin que nadie se lo pidiera.

Hoy, tras su partida repentina a los 47 años, esa anécdota resuena como un símbolo de quién fue Jorge Bolaño. Un profesional ejemplar, un compañero leal, un ser humano íntegro. Porque mientras otros buscaban cámaras para mostrar sus hazañas, él prefería los gestos callados, los que no salen en los titulares, pero se graban para siempre en la memoria del fútbol colombiano.

En Cúcuta dejó mucho más que sus últimos minutos como jugador. Dejó una lección: que la verdadera gloria no siempre está en los trofeos, sino en la capacidad de ayudar cuando más se necesita.

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