“Vení Vení cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de Lio Messi todos la vuelta vamos a dar”. Con este cántico, que además se convirtió en una premonición de lo que sucedería, comenzaron los argentinos el festín que armaron en Medellín este domingo con motivo de la final de la Copa Mundo frente Francia, que certificó el tercer título mundial de la selección Argentina, tras los obtenidos en 1978 y 1986.
La capital de Antioquia está a más de 13.000 kilómetros de Qatar y a 7.000 de Buenos Aires, pero nada de eso fue impedimento para que los argentinos radicados en esta ciudad, y los paisas que tienen simpatía por esta selección, escenificaran un ambiente festivo y de fútbol para apoyar a la Albiceleste, con la firme convicción de que esa “buena vibra” les llegaría a sus ídolos.
El Restaurante Cambalache de El Poblado fue el sitio que eligieron más de un centenar de personas para congregarse a disfrutar de la final y para “alentar” a su equipo.
Tener silla, un privilegio
Lograr un espacio para observar allí el definitivo encuentro no era una tarea fácil, pues eran muchos los que querían hacerlo y dado que el espacio era limitado, Luis Posada, argentino radicado en Medellín, y su esposa, la antioqueña Natalia Aguirre, propietarios del lugar, decidieron darle prioridad a quienes a lo largo de este torneo habían observado allí los partidos.
Si bien el sitio estaba decorado acorde a la fiesta, algunos de los visitantes decidieron ser coorganizadores y contribuyeron a alimentar el entorno pegando algunas bombas de más.
“Quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial”, entonaban los seguidores de la Albiceleste en la antesala del compromiso.
Posada quiso ambientar aún más el lugar y con un tambor colgado en su pecho salió a recorrer los rincones del lugar a la par que lo tocaba. Esto acrecentó el festín en el lugar, que estaba a reventar mucho antes del pitazo inicial.
De hecho, contaron los propietarios, tuvieron que salir en los días previos a comprar más sillas y mesas, para hacer un esfuerzo y tratar de acomodar en el sitio el mayor número de personas posible.
Aun así, alrededor de 50 personas no alcanzaron el codiciado puesto y desde afuera tuvieron que fijar su mirada en una de las pantallas del interior.
¿Y el desayuno?
El tempranero horario del partido (10:00 a.m.) obligó a muchos a cambiar el desayuno por cerveza o “guaro”. Aunque unos pocos, apegados a la tradición, se inclinaron por el mate.
“Vamos Leo”, vociferaron varios al ver en la pantalla del televisor a Lionel Messi, quien se aprestaba a saltar al terreno. Un “te amo” de origen femenino también acompañó el caminar de La Pulga hacia el terreno.
El sitio está decorado con camisetas de Boca Juniors, de la Selección de Argentina; y de Nacional y el DIM, con los nombres plasmados en la espalda de algunos argentinos que han pasado por estas instituciones. Sin embargo, en esta ocasión hasta los de River eran bienvenidos, pues las energías debían enfocarse hacia una misma causa, la Albiceleste.
Si bien el sitio es conocido por su deliciosa parrilla, en esta ocasión esta fue relegada por las cervezas, que escaseaban frías, ante los continuos pedidos.
Llegó el pitazo inicial y con él la algarabía propia del inicio del compromiso. Algunos pocos llegaron tarde y en busca de puesto obstaculizaban la visual hacia el televisor, lo que generaba molestia entre quienes ya estaba acomodados. Uno de los que arribaron con demora, lo hizo con una réplica de la Copa Mundo en sus manos lo que atenuó el descontento y generó aplausos.
Era tal la emotividad de los gauchos que una aproximación de Julián Álvarez que terminó en fuera de lugar derivó en la primera emoción, con el partido en marcha.
Otras llegadas a predios del rival generaron entusiamo, mientras que un cabezazo de Giru los hizo estremecer.
La mamá con su bebé, con prendas de la selección de pies a cabeza se robó la atención, pero solo por minutos porque en la pantalla había algo que no se podía descuidar.
El penal a favor de la Albiceleste fue un punto álgido, pero aún más el cobro de Lionel Messi (23’), que derivó en una celebración en la que los “desconocidos” de la mesa contigua se convirtieron en hermanos.
Entonces resonó de nuevo el “vení vení cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de Lio Messi todos la vuelta vamos a dar”.
El festín tuvo otro punto alto con la anotación de Ángel Di María (36’) que parecía sentenciar el partido en la etapa inicial.
El receso del entretiempo fue el espacio ideal para evacuar la alta cantidad de cebada consumida, pero también para compartir la tranquilidad que generaba el 2-0.
Sin embargo, Andrés Ríos uno de los que acudió a este lugar a ver cada uno de los juegos de la Albiceleste en Qatar hizo un llamado a la prudencia y recordó que 1986 también se fueron con una cómoda ventaja al vestuario, pero al final se sufrió lo inimaginable para lograr el segundo título.
Balde de agua fría
La etapa complementaria se jugaba sin sobresaltos. Un par de cánticos en contra de Kylian Mbappé rompían la serenidad. “...camerunés, pero en el documento de nacionalidad francés”, entonaban.
El brindis de las copas se hizo cada vez más recurrente con la cercanía del pitazo final, pero pasó lo inesperado. En menos de dos minutos Francia empató el partido. Kylian Mbappé, primero desde el punto penal (80’) y luego en una jugada en movimiento (81’) puso el 2-2.
Así pues, en cuestión de instantes los rostros llenos de alegría se transformaron en preocupación. Las manos se iban cada vez con más frecuencia a la cabeza en señal de desazón, incluso el brazo de la pareja que pasaba por detrás del hombro, como muestra de afecto, incomodaba a quien no podía disimular el descontento y la preocupación que generaba lo que se veía en el terreno.
El dueño del lugar intentó subir el ánimo de nuevo con el tambor y algunos pocos intentaron hacer eco con sus palmas, pero este momento fue fugaz, pues el impacto de los inesperados goles en contra no permitían retomar el festín con el ímpetu que se tuvo minutos antes, a la hora de encorar las porras.
El emotivo cierre del primer tiempo permitió que el “vamos vamos Argentina” retumbara de nuevo, pero el pitazo del juez indicó que habría que esperar media hora más para conocer el campeón.
Sobre el minuto 108 del juego el festín tuvo su punto más álgido con la segunda anotación de Messi y la tercera de Argentina. Aunque muchos a la par que celebraban miraban de reojo el televisor, a la espera de que el juez convalidara la anotación, hecho tras el que la algarabía estalló por completo.
Entonces el tambor sonó de nuevo, esta vez con muchos adeptos. Ya nadie se quería sentar y al mejor estilo del estadio, los que querían ver el partido tuvieron que pararse de sus sillas. Aunque por momentos lo que sucedía en Qatar y que en Medellín se observaba en la pantalla, parecía pasar a un segundo plano. Tanto así que cuando se decretó la mano de Gonzalo Montiel dentro del área, que derivaba en un nuevo penal, ni siquiera muchos se percataron.
Se necesitó del sonido del “gol de Francia” que emitió el narrador en la transmisión de televisión para aterrizar a la fanaticada en una realidad adversa. Mbappé había anotado de nuevo desde el punto penal (118’) y el campeón se debía definir desde el punto fatídico.
La imagen de un joven con camándula en una mano y una cerveza en la otra reflejó la tensa calma con la que los argentinos vivieron la definición desde el punto penal, la cual finalizó con el cobro de Gonzalo Montiel (4-2) que cerró una jornada que quedará inmortalizada en la memoria de los argentinos.