Por JHEYNER A. DURANGO HURTADO
Por estos días de unión y fraternidad, de estar rodeado de la familia, Mauricio Ortega Girón se refugia en el deporte.
El hombre de manos y piernas grandes, que lo asemejan a un gigante –mide 1.85 metros y pesa 90 kilos-, confiesa que el fuerte frío que se siente en este momento en Europa y la soledad de estar sin su madre Miriam y hermano Santiago lo golpean bastante.
“Pero los esfuerzos y sacrificios han valido la pena”. Así expresa el especialista en lanzamiento de disco, quien el mes pasado, en Portugal, impuso marca nacional y suramericana -66,42 metros-, logrando de paso la clasificación a los Juegos Olímpicos de Tokio-2020.
En charla con EL COLOMBIANO, Ortega habla de sus momentos difíciles, esos que lo llevaron a pensar en dejar la actividad de alto rendimiento, y también de sus ilusiones, las cuales despertaron con fuerza tras la gesta que acaba de conseguir.
¿Qué fue lo primero que se le vino a la cabeza tras lanzar el útil hasta 66,42 metros y dejar atrás el registro suramericano de 66,32 que tenía el argentino Jorge Balliengo, desde 2006?
“La verdad, hermano, lo primero que se vino a mi mente fue Dios. Todo lo que hago es gracias a Él, no pensé en otra cosa”.
¿Se nota que es bastante creyente?
“Así es. Para nadie es un secreto que el 2019 fue provechoso en cuanto a competencias, pero quizás, en diez años que llevo en este deporte, resultó siendo la temporada más difícil en resultados. En el Suramericano de Lima quedé primero pero con una marca mala -58,89 metros-; en los Juegos Panamericanos de Perú no cumplí con la actuación que esperaba –quinto con 61,15-; en el Mundial de Doha hice dos faltas y me anularon un lanzamiento... en fin, me pasaron una cantidad de cosas, fue una odisea, pero me dejó aprendizajes”.
¿A qué se refiere con eso último?
“Porque entendí que la vida es de caerse y levantarse, comprendí que la fe lo puede todo”.
¿Qué ha sido lo más duro y bonito que ha vivido en los últimos 12 meses en la temporada que cumple en pistas de Europa?
“Es complicado cuando llega el invierno, me golpea el frío, pero como dice la canción Latinoamérica, de Calle 13, ‘mi piel es de cuero, por eso aguanta cualquier clima’. Estar sin mis seres queridos también duele; lo más hermoso es que siento la presencia de Dios y así todo es más fácil de sobrellevar”.
¿Todo esto lo inspira a persistir?
“Sí, a no bajar nunca los brazos, a creer”.
Armin Luna, uno de sus formadores, dice que cree mucho en usted, y que lo ve siendo campeón mundial y medallista olímpico, ¿qué opina de esas palabras?
“La verdad yo también me veo así. Armin y Ferney Romaña -técnico de atletismo- me enseñaron a soñar. Vieron y me hicieron creer que podía llegar a ser un lanzador de 70 metros, que había nacido para grandes cosas, y que por eso debía mantener la disciplina y estar con los pies sobre la tierra, con la cabeza fría, esforzándome el triple que los demás si quiero llegar a algún lugar”.
¿Y en qué lugar siente que está ahora?
“En alguno importante, pero aún no donde quiero. Deseo ser medallista olímpico y mundial”.
Eso hace sentir que usted puede dar más...
“Exacto, que puedo llegar más lejos”.
¿De qué depende?
“De ajustar y aplicar los cambios que hice el año pasado con mi nuevo entrenador, Frank Casañas. Entre ellos la parte técnica, lo nutricional, en dormir bien, dejar hobbies... Esto no lo digo por ofender a nadie, pero mientras se es deportista, no somos personas del común. A nosotros nos corresponde cuidarnos de muchas cosas, ser responsables y conscientes”.
Es que cuando se está tanto tiempo en un lugar y siendo tan joven se tiende a cometer errores...
“No he sido santo, he tenido momentos fuertes de indisciplina, rebeldía, de creer que controlo y sé todo. Pero afortunadamente siempre tengo a Dios que me hace aterrizar. Por fortuna, los errores que he cometido no han costado el fin de mi carrera”.
¿Ese 66,42 lo pone a soñar en mejores resultados?
“Sí, te da tranquilidad y te motiva para trabajar otro poquito más para subir un nuevo escalón, te devuelve esa frescura que habías perdido”.
¿Por qué lo dice? ¿Se le estaba perdiendo el deseo de entrenar?
“Siendo sincero, sí, ya que las cosas no me estaban saliendo como quería. Hasta llegué a pensar en buscar otras alternativas, como hacer deporte pero no de manera profesional y dedicarme a terminar la universidad –cursa quinto semestre de Licenciatura en Educación Física en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid-. Pero como te digo, soy hombre de fe y aquí sigo firme”.
Y ahora sí que no se puede rendir...
“Por eso en estos días del año lo que sigo haciendo es entrenar. El deporte hala demasiado y no soy capaz de estar quieto” n