Cuando Valheria Rocha está a punto de hacer su primer disparo en una sesión de fotos, ya tiene claro que hay una imagen desde la cual parte el concepto detrás de los instantes que está por capturar. Ella la llama su imagen “heroica” o “icónica”. Cuando le llega a la mente, se le queda clavada, casi como si esa visión se volviera la musa de las demás.
Le cuesta escoger porque se encariña con su trabajo, pero tiene claro que esa primera que se asomó en su cabeza es la que tiene que seguir casi como un sabueso, ese es su mapa de ruta.
Esta fotógrafa caleña de apenas 24 años, quien vive en Atlanta desde la infancia, ya ha tenido a su cargo sesiones con personajes como Shannon Purser (quien interpretó a Barb en la primera temporada de Stranger Things), Sophia Lillis (quien estelarizó como Beverly Marsh en la nueva versión de IT de Stephen King) y también con el actor y cantante Ross Lynch, el nuevo Harvey Kinkle en Sabrina, y su hermano Rocky, con quien forma el dúo The Driver Era. La más reciente en aparecer en sus fotos es la estrella pop Taylor Swift.
Todos ellos han posado frente a su lente y para todos ha habido una imagen icónica, pero antes de que la visión se materialice, hay múltiples detalles de los que se encarga. Rocha hace un proceso de investigación sobre el personaje que tendrá al frente, “indago sobre su estilo personal porque uno no quiere hacer algo que no vaya en la misma línea de quienes son esas personas. Porque la idea es que ellos estén cómodos con uno y con las ideas que uno les va a presentar”.
Cuando la imagen está cocinada, suele llamar a un estilista y a un vestuarista, a veces amigos. Busca los implementos que va a necesitar y los consigue (o los crea) con mucho cuidado. Puede que sean estrellitas decoradas con escarcha que ella misma corta o una corona que se las ingenia para armar con las cuerdas de una guitarra. En ella está presente eso de la recursividad, por eso es que no bota nada, “porque en últimas cualquier cosa me termina sirviendo”, cuenta. A Lillis, por ejemplo, se la imaginó con unas pequeñas tazas de té en la cabeza. Su mamá, Nancy, las tenía guardadas de tiempo atrás y ella siempre sintió la necesidad de utilizarlas hasta que lo hizo.
El arte del nuevo álbum de Taylor Swift, Lover, quedó en manos de Valheria, una joven latina que se graduó en la universidad en 2016 y con su trabajo, uno muy manual, impresionó a uno de los nombres más pesados de la industria (el de Swift). El disco se estrenará el 23 de agosto.
Aleteos de mariposa
La vida de Valheria se podría contar a partir de flashes. Instantes congelados que le recuerdan por qué hace lo que hace y por qué anda, por estos días, detrás del lente que capturó la nueva fase estética de una de las estrellas pop más importantes del mundo.
Un primer flash se disparó en Cali, Colombia, donde nació en 1994 y donde vivió apenas cuatro años de su infancia. Ese es un pedazo de vida que le llega con nostalgia.
Allí aparece otro destello, Valheria está sentada dibujando sobre el regazo de su abuelo, el maestro Hernando Rocha. Un artista quien, junto a su esposa Alicia Murillo, exploró milimétricamente insectos y toda clase de plantas hasta plasmarlos con color en sus lienzos.
Rocha, de niña, diminuta entre pinceles y toda clase de tarritos de pintura, llenos, usados o vacíos, se inclinaba a crear con esa fluidez que da la infancia y que, aunque ahora tenga 24, aún conserva.
“Quería ser una artista para honrar su legado”, cuenta. Y ha logrado hacerlo atrapando luz con su cámara fotográfica. Una de esas tomas hechas arte, y otro de sus flashes de vida, es una que Valheria compartió recientemente en su cuenta de Instagram. En ella se ve a la cantante Taylor Swift con los brazos extendidos como si fueran un par de alas. Pero no está usando un vestido pomposo con mangas largas y pronunciadas. Está usando una camiseta sencilla y una chaqueta de jean con flecos largos que hacen las veces de alas.
Allí pareciera como si Swift tomara distancia de la oscura estética que rodeó su pasado disco, Reputation (2017), y se lanzara a un momento mucho más armonioso y hasta onírico cargado de colores pasteles y sencillos detalles femeninos.
“Las mariposas para mí son algo muy importante porque eran una de las cosas que mi abuelo más pintaba. Él tenía una colección de mariposas, las cogía, las estudiaba y algunos de sus dibujos incluso aparecían en libros”.
Creció viendo la Monarca y las inmensas mariposas azules, así que siempre que ve una, la asocia con sus abuelos. No pudo compartir mucho tiempo con ellos, ya fallecieron, pero cree que el tiempo que tuvieron juntos bastó para impactar su carrera artística. Ahora, “cuando veo una mariposa sé que ellos están ahí, por eso esa foto en particular es tan importante para mí”.
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Del reflector al obturador
Valheria había sido una fanática absoluta de las artes desde niña, pero tenía un aprecio especial por el teatro musical. Desde esa época se metió en cuanta clase pudo y, de hecho, pensaba que ese sería su futuro profesional: sobre un escenario y delante de un reflector.
Pero el tiempo va jugando sutilmente sus cartas y mientras cursaba bachillerato en Atlanta, donde vive actualmente, Valheria se inscribió a una clase de fotografía “porque no había nada más”, confiesa casi riéndose, nunca antes se había acercado a ese mundo.
“Es más, no había pensado en la fotografía como un arte”, cuenta ella. No hasta que vio cómo en las páginas de revistas de moda como Elle o Vogue, preparaban toda una escena antes de tomar una fotografía. Para ella, esa también era una pieza de arte.
Con su bagaje en los escenarios, se dio cuenta de que podía impregnar de “teatralidad” a las imágenes. “Podía llevar todos los diseños, las vestimentas y los personajes a una fotografía y crear una escena”. Se inclinó entonces por estudiar Fotografía en el Savannah College of Art and Design en Atlanta.
Lo curioso es que no creía que quizá se dedicaría a la fotografía de lleno en el futuro, pero luego de que se graduó, en 2016, y un poco menos de un año después, se postuló para una convocatoria que abrió la revista independiente Crybaby, una publicación que estaba buscando fotógrafos en Atlanta. Casi nadie se metió y así fue como logró ganarse la oportunidad para fotografiar a Shannon Purser, la primera persona cuyas imágenes la expusieron de manera masiva al público dada la popularidad de esa actriz.
Desde entonces, se ha vuelto su mecanismo para crear y ganarse la vida, aunque aún tiene tiempo para crear collages: montajes cargados de colores y escarcha con fotos de algunos artistas que ella admira. Los cuelga en redes sociales, inicialmente fueron idea de su hermano Daniel y siente que esas iniciativas tan manuales le ayudaron a desarrollar un poco su estética para después trasladarla a su trabajo.
La oportunidad inmensa
Seguramente su encuentro profesional con Swift ha sido el que más bulla ha arrojado sobre su nombre. Todavía trata de digerirlo, porque aunque la intentaron preparar para el movimiento mediático que vendría, “uno no está preparado hasta que llega el momento”. Solo bastó con que la cantante le diera crédito por su trabajo en Instagram: “ME! by the one and only @valheria123”, (YO! Por la única e inigualable @valheria123).
La artista cuenta que quizá uno de los miedos más grandes que enfrentó fue el de pararse frente a una de las figuras más representativas del pop en lo que ha corrido del siglo XXI, la mujer con mayores ingresos por sus giras en Norteamérica por encima de otras de la talla de Beyoncé y Justin Timberlake.
El reto era inmenso, su lente iba a capturar la portada del nuevo disco de una artista que ha recibido 32 nominaciones al Grammy y ya ha ganado en 10 ocasiones. Entre esa colección de premios se llevó, por ejemplo, el de Álbum del Año con 1989, que le ganó en 2016 a trabajos como To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar y Sound & Color de Alabama Shakes.
“Eso fue lo más grande, no tenerle miedo a esta oportunidad, porque estaban confiando en mí para mucho y no quería echarlo a perder”, recuerda, pero cuenta que se armó de fe. Es muy creyente, y en vez de dejarse abrumar, se preparó lo mejor para este salto inmenso en términos de una producción.
“Había momentos en los que sentía que no estaba preparada para eso, pero entendí que fui escogida y llamada a hacer algo increíble e importante. No todo el mundo tiene la oportunidad de hacer una sesión como esta y me siento bendecida de haberla tenido”, cuenta.
En últimas, para ella, temerle a esta puerta abierta era como temerle al sueño por el que siempre había pedido. “Le he orado a Dios para que él se mueva en mi vida y se manifieste de varias formas. Y cuando se me presenta una oportunidad así, sería como tenerle miedo a lo que yo misma le pedí a Dios que hiciera. ¿Por qué le tendría miedo a lo que yo misma pedí?”.
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Orgullo latino
Aunque hace más de una década Valheria no ha pisado su tierra, dice que nunca ha estado más orgullosa de ser colombiana. La respuesta de la comunidad latina ha sido como una avalancha de apoyo inmenso.
“Yo no había caído en cuenta de que esto iba a impactar a la comunidad hispana. Taylor no solo me dio una oportunidad a mí, le dio una oportunidad a la comunidad hispana de poder brillar”.
Recuerda que cuando estaba estudiando fotografía era difícil encontrar mujeres y más aún hispanas. “Nunca en la escuela nos enseñaron sobre una fotógrafa hispana y nunca pude encontrar una latina que pudiera admirar y en la que pudiera basar mi carrera”, comenta. Le alegra quizá ser un primer paso para que esa realidad cambie.
Sigue persiguiendo otros proyectos, pero por ahora se deja bañar por este nuevo flash. Cuando se le pregunta a qué artista colombiano se imagina fotografiando, no lo duda dos veces, la respuesta es rápida y emocionada: “¡J Balvin!, ¡J Balvin, mi hermano y yo nos moriríamos!”. Hay algo de la estética que maneja que le encanta. “Me parece que lo que hace es colorido, fresco y tiene tanta energía. Honestamente, pienso que es como la versión masculina de lo que yo hago”.
A lo mejor, una de las próximas caras que veremos en sus fotografías sea la de ese paisa. Por ahora Valheria anda volando, estrenando alas, para seguir subiendo a otras alturas