Hay 80 productos esenciales de la repostería Salón de Té Astor que han sobrevivido a la pandemia: trufas, congelados, tortas y moritos, esas torticas con figuras de pollitos, vaquitas y sapitos. Ese último, tan verde y tradicional, también cambió, ahora tiene tapabocas.
Ha sido una temporada en la que este espacio tradicional de la gastronomía paisa tuvo que reducir su planta de empleados, cerrar dos locales y bajar su portafolio de 560 productos a esos 80. “Las crisis vienen con aprendizajes”, señala Andrea Suwald, líder de la compañía que hoy cumple 90 años de funcionamiento en Medellín y que a pesar de la coyuntura actual que vive el sector gastronómico por cuenta de la pandemia, se siente positiva.
La empresa fue fundada el 9 de agosto de 1930 por Enrique Baer, técnico pastelero que “había llegado unos años antes” a trabajar en una fábrica de chocolates en Medellín, señala el sitio de la compañía. La primera sede estaba localizada en Junín (por Maracaibo), tenía 10 empleados y cinco mesas.
“Se ubicó al lado de El Club Unión, referente de la aristocracia de la ciudad. Si bien para la época ya había bancos, industria y comercio, la Plaza Cisneros y el tren, en términos generales los restaurantes y lugares para comer todavía eran muy provincianos”, comenta el antropólogo culinario Julián Estrada.
La tienda suiza Astor ofrecía galletas, alfajores de almendra, nueces de miel, las canastas de chocolate, bizcochos y los “moritos”, denominados así porque don Enrique no podía pronunciar la doble ere en español, cuando se refería a “morritos” de bizcocho.
Por la carrera empedrada de Junín paseaban residentes europeos y miembros de la alta sociedad. Para la década del 50 llegó a Medellín y al Astor, el técnico pastelero suizo Alfredo Suwald y relata su hija, Andrea Suwald, que ya existían varias compañías de dicho país en pastelería –entre ellas, La Suiza–, también farmacéuticas y relojerías fundadas por emigrantes.
Las mesas de la época estaban vestidas con manteles bordados, la vajilla era de porcelana, las copas de cristal, las tazas y teteras, charoles y cubiertos, de plata. La oferta de repostería europea incluía brazos de reina y cassatas, helado artesanal en capas de vainilla, mandarina y chocolate con un centro de crema de leche y frutas cristalizadas. “Fue el decano de la repostería europea en Antioquia y Medellín”, señala Estrada y enfatiza que fue mucho antes de que aparecieran reposterías como Santa Clara y Santa Helena.
El periodista gastronómico Lorenzo Villegas resalta que el reconocimiento local, nacional e internacional que el Salón de Té Astor adquirió con los años se debió a que era completamente diferente a la panadería criolla, “eran parvas con crema, chocolates y frutas caladas; el hojaldre también era distinto”.