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Sabina y un disco de 500 noches

Vuelve a la ciudad Joaquín Sabina con su gira 500 noches para una crisis. Cantará en el Metropolitano.

Vuelve a la ciudad Joaquín Sabina con su gira 500 noches para una crisis. Cantará en el Metropolitano. FOTO AFP

  • Sabina y un disco de 500 noches
31 de mayo de 2015
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Ya quisiera uno un concierto que durara 19 días... y 500 noches. Pero el de Joaquín Sabina será de horas y un par de docenas de canciones de esas que mejor resistieron el paso de los años, y que suenan tan bien en la voz de quien supo perderla mientras creaba ese particular estilo suyo de cantar.

Sabina vuelve a Medellín donde los sabineros siguen siendo esa inmensa minoría que agotó pronto algunas de las localidades de esta gira que llamó 500 noches para una crisis.

Cantante por casualidad, poeta, dibujante, caradura que extendió su juventud hasta después de los 50 años. El que no lo conozca pues es que no lo merece, le dijo el polémico Risto Mejide cuando lo invitó a su chester para una entrevista.

Pero qué va, no hay que saber que se exilió en Londres tras un problema que incluyó bancos vascos y cocteles molotov, ni de su vida noctívaga en bares de dudosa reputación donde encontraba lo mismo vicios que canciones, ni de su novia peruana, ni de su infarto cerebral que casi lo hace ver a la pálida dama antes de tiempo, ni de su depresión, ni de su gusto por los toros, ni de su amor por el Atlético, ni nada de nada de su vida para cantar sus canciones que te pasean por Madrid, por la M30, por el Rastro, por Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal...

Qué importa si bebió y cantó a dúo con Gabo, si siendo republicano invitó a su casa al ahora rey Felipe VI y a la reina Letizia, si le hizo campaña a Zapatero para las elecciones en su país, si habló con Fidel sin olvidar que él era un turista revolucionario, si se carteó con el subcomandante Marcos.

Es de pueblo y lo sabe y se lo dice a sí mismo así viva en la madrileña plaza de Tirso de Molina. Es de Úbeda (Jaén), para más señas. Compone, escribe poesía y dibuja.

No maneja, no usa celular ni tiene redes sociales: “¿Para qué? Lo importante acaba filtrándose a la prensa de papel; el resto no me interesa”, le dijo al periodista Diego Manrique cuando presentó su libro Muy personal.

Pero eso tampoco importa, son pequeñeces, como que la tv de su casa está siempre encendida pero sin volumen, o que ya no es el tipo de los excesos que tan mala fama (y tan buena vida) le dieron.

Él, que se define como un anarquista que respeta los semáforos, lo que tiene que decir lo dice en sus canciones, donde es un canalla enamorado que cuenta historias en primera persona al ritmo del blues, el rock’n’roll, el bolero, la ranchera o el son cubano.

Es Joaquín Ramón Martínez Sabina,o Joaquín, o Sabina, o el Flaco. Es el hombre que recita versos en el escenario, el que vuelve a Medellín con esta gira, la más feliz de todas.

Él mismo lo ha dicho y repetido a quienes sí les ha dado entrevistas. Vuelve a la Medellín que lo sorprende porque esta gente de aquí canta las canciones que a él se le ocurrieron en un piso vecino de Lavapiés o en una barra en Antón Martín, donde hay más bares que en todo Noruega.

Lo han dicho también Antonio García de Diego y Pancho Varona, sus escuderos, con el perdón de ambos que son tan grandes como el propio Joaquín, con quienes compartió esa larga juventud y que estaban con él cuando, hace 15 años, grabaron 19 días y 500 noches.

El álbum

“Las canciones de ese disco han sido las que más gusto nos daba tocar y las que parece que el público recibía mejor. Así que cuando tuvimos la oportunidad de hacer una gira y buscamos un soporte, pensamos en ellas”, respondió al redactor de cultura de El Mundo, cuando le preguntó por qué volvió a ese puñado de canciones.

La versión española de la revista Rolling Stone realizó una consulta sobre las mejores canciones de Sabina y de este álbum solo estaba la que, precisamente, le da nombre, 19 días y 500 noches, en el puesto 7 de un escalafón dominado por Y sin embargo. Pero quién dijo que la mayoría siempre tiene razón.

Para el Flaco ese fue su álbum total, en el cual quemó todos los cartuchos: “Lo escribí en estado de tensión, excitación, intensidad, ansiedad, sin dormir... Estaba 24 horas seguidas dedicado a cubrir las canciones”, aseguró en una entrevista con el madrileño diario ABC.

También fue un punto de quiebre para el rock en español. Así, por lo menos, lo considera el crítico musical Juan Antonio Agudelo.

Bob Dylan, Tom Waits y el folk norteamericano se sienten en sus discos, pero con 19 días y 500 noches encontró su propia voz, sin decir que los que estuvieron antes (o los que vinieron después) no tuvieran parte de su esencia. Además dejó un faro, le legó una voz al rock en español”.

Son 13 temas en los que supo conciliar la fórmula perfecta: “la melodía con letras tremendamente poéticas e irónicas y a su vez pegadizas con la fortaleza de una construcción literaria propia, como ha sido sello de Sabina”.

El concierto que viene son más de 13 temas, claro, canciones de aquí y de más allá que suman más de 20.

También hay de esas del ranquin de la Rolling Stone como lo puede comprobar cualquiera que ojee la lista del álbum grabado en directo en el Luna Park de Buenos Aires, donde su gira tuvo 10 presentaciones. Todas agotaron la boletería. Y lo mismo ocurrió en Sevilla, en Madrid, en Barcelona, en Lima, en Montevideo, en Ciudad de México...

El de esta noche será un paseo discográfico por 19 días y 500 noches, por Física y química (donde incluyó esas joyas que son La canción de las noches pérdidas y Pastillas para no soñar), por Esa boca es mía, por Dímelo en la calle y por algún que otro trabajo más.

Será una noche donde se darán cita quienes no necesitan que la radio comercial programe canciones del jienense para sabérselas, porque ya las canciones se han oído, han pasado de boca en boca y los discos de mano en mano.

Al final, cuando mañana en la noche, después de los bises y los aplausos, se apaguen definitivamente las luces y el escenario se quede vacío, restará decirle, como a esa chica de Lanzarote, adiós y ojalá que volvamos a vernos.

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