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El porro que solo se baila en Medellín

Conocido como porro marcado, nació desde el siglo pasado en la región. Alístese para bailarlo en diciembre.

  • En la ciudad se baila porro en distintos lugares de jueves a domingo. FOTOS Edwin Bustamante
    En la ciudad se baila porro en distintos lugares de jueves a domingo. FOTOS Edwin Bustamante
  • El porro que solo se baila en Medellín
01 de diciembre de 2021
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Un paso firme pero ligero, suave. Un abrazo que acompaña y guía. Caderas sueltas sin perder la elegancia. En el suelo liso, con tacones y zapatos, o sobre el cemento caliente de una tarde soleada, con tenis y sandalias. Un paso adelante y otro atrás. En las mañanas, en un salón de clases, o por las noches, rodeados de luces y bebidas.

El porro marcado, más conocido como porro paisa, se baila y se escucha en el Valle de Aburrá. Si bien es la misma música que se escucha en el país, se baila distinto (ver pasos básicos), y eso hace la diferencia: en el resto de Colombia se baila como una cumbia.

El paisa no tiene barreras de género, edad, religión, estrato social o económico. Es de todos. Y no es solo música o solo baile. Es una mezcla entre la tradición de un país y la innovación paisa que surgió en las calles de una Medellín en guerra como alternativa, salvación.

Es un ancestro del Caribe colombiano que desde 1960 ha estado presente en las comunas de la ciudad y en algunos municipios del área metropolitana y que todavía hoy es eso, una forma de salvarse.

No es patrimonio, pero debería, porque hay diversas escuelas, representantes e individuos que han incluso basado investigaciones en este fenómeno, hay orquestas y cantantes, bailarines y bailadores y apasionados.

En las calles de hoy

Es un compás binario o partido de dos por cuatro, y siempre en pareja. Los apasionados de este ritmo se reúnen desde los jueves hasta el domingo, sobre todo el domingo.

En la cancha cerca a la estación Madera del Metro, sobre el piso áspero, se encuentran los más jóvenes los domingos. Les basta con un reproductor de música y las ganas del encuentro social. Ensayan pasos viejos, inventan nuevos, comparten y crean.

La calle San Juan, por su parte, pareciera haberse convertido en la sucursal, la sede de muchas discotecas y viejotecas enfocadas puramente en el porro y otros bailes de salón: Palko discoteca, la tradicional Lotus, A puro tango y otras cuantas más.

La Tienda, en Envigado, el Salón la Anticuaria, en el centro, El balcón de Zouk, en Manrique la 45, solo por mencionar algunos, hacen parte de los escenarios que se han creado o mantenido como una insignia de la tradición del porro, la cumbia y las gaitas.

Myriam Suaza Colorado, coordinadora académica de Profesionalización en Danza de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia y embajadora del porro marcado que se ha dedicado a estudiar este género, manifiesta que es importante que se reconozca como parte de una tradición de la región que se debe proteger y conservar. Dice que, ante el riesgo de las nuevas tendencias urbanas que están atrapando a los jóvenes, se requiere más apropiación hacia el porro marcado porque aunque hoy se baila y se escucha, corre el riesgo de desaparecer.

Y eso que, hasta ahora, ni la pandemia pudo acabarlo. El sector cultural se declaró en calamidad, y eso incluye a las academias y a los lugares donde, en las noches, se acudía a bailar. Desaparecieron proyectos, escuelas y discotecas como Dancing o Lotus (que está intentando volver a abrir).

“Vimos la pandemia como una oportunidad y aprovechamos las tecnologías para iniciar nuevos procesos, pero sí hacía falta el abrazo, el contacto con el otro que solo el baile puede permitir”, agrega Suaza. Así surgieron conversatorios, encuentros virtuales, clases en línea, videos promocionales y varias ideas que buscan, a toda costa, proteger este género.

Iniciativas de ciudad

Suaza, en representación de más profesores de baile y académicos del porro, dice que es importante generar políticas públicas alrededor no solo del porro sino de los bailes populares y de salón. Que, después de más de 60 años, haga parte de la lista representativa de patrimonio cultural inmaterial de la ciudad, para lo que ya han comenzado el proceso de solicitud a la Secretaría de Cultura, y además están desarrollando un festival, A Porriar, en alianza con la Corporación Cultural Festival de Porro, la Corporación Recreando y con las escuelas de baile de Antioquia. “Qué bueno sería tener un festival de porro de ciudad, tal como sucede con el tango. Es un evento que Medellín se merece, lo necesita, para que no desaparezca”.

Ellos ya iniciaron con un acercamiento a la división de Patrimonio de la Secretaría y ya se encuentran revisando el documento. Además, la entidad les comunicó que para que una práctica sea reconocida como manifestación debe ser una solicitud que parta desde la misma comunidad.

Además, crearon el Festival Interuniversitario de Porro Marcado en asociación con el ITM y el Pascual Bravo y están trabajando en otros proyectos.

Las academias de baile, por su parte, participan. Según Daniel Vasto Alquerque, profesor de porro, el papel de la academia ha sido participativo y activo, porque ha facilitado y acercado el género a la gente y ha permitido replicarlo. “Allí es también donde la gente se antoja del estilo y aprende los trucos de otros, de quienes lo han estudiado y de los bailarines. Esto mantiene vivo al porro”.

Es un género y una práctica cultural de aquí, paisa. Bailarlo es fácil y hay muchos lugares en el área metropolitana.

Historia y transformación en Medellín

Cuenta Suaza que el porro, a nivel musical, tiene sus orígenes desde 1800, con las bandas pelayeras, en dos versiones: porro paleteado y porro tapao. Dice que ambas se bailaban, y se bailan aún hoy, y que las dos tienen el sabor del Caribe colombiano. Tiene características definidas desde su musicalización hasta su ejecución como danza: el baile se asemeja a diálogos circulares entre los instrumentos melódicos y el bombardino, con pasos libres, sin ataduras y sin contacto directo entre bailadores.

Con soltura y pies al ras del suelo, mujeres con faldas amplias y blusas de boleros y hombres en intento de conquista, persecución. Musicalmente fue el tapao, más estructurado que el paleteado que tenía improvisaciones, el que le fue dando paso a las bandas a las que se unieron voces y para 1900 ya eran orquestas que, incluso, llegaron a viajar internacionalmente para formarse.

Al volver del extranjero, regresaron con nuevos conocimientos e instrumentos que sumaron a esa transformación que iniciaron orquestas como Casino de la playa cubana, Orquesta de los hermanos Lorduy o el cantante José Barros.

Mientras tanto, para ese mismo inicio de siglo, Medellín se consolidaba como centro comercial de café, oro y mecánica y de industrias textiles o de tabaco, y eso la comenzó a impulsar económicamente.

Así, campesinos vinieron a la ciudad con sus costumbres, su cultura y, sobre todo, su música, que era parrandera, permeada por el pasillo, el bambuco y las danzas folclóricas, alegres, para los años 20. También llegaron otros géneros como los tangos y las milongas, los danzones cubanos, los boleros y el pasodoble. Mejor dicho, Medellín era una mezcla de gentes, culturas y músicas; era un foco de transformación cultural y social.

En la década de los 40 grandes empresas disqueras se ubicaron en la ciudad, como con Discos Fuentes o Discos Victoria, convirtiéndola en una capital musical donde muchos vinieron a grabar. Las orquestas de porros le fueron añadiendo ajustes que generaron cumbias y gaitas y por esas casas disqueras pasaron agrupaciones y músicos como Lucho Bermúdez y Pacho Galán.

Esas mismas orquestas eran contratadas en los grandes clubes como el Club Medellín, el Campestre, el Nutibara o el Unión, para atender a las altas clases que asistían a bailar y con el surgimiento de los radioteatros y las emisoras las personas de los barrios populares tuvieron acceso a esa misma música, la grababan, porque no tenían dinero para ir a los clubes.

Así es como paisas de distintas comunas se apropiaron de la danza y la bailaban en las calles y en sus discotecas. Transformaron el baile parrandero de los campesinos con mezclas del paseado y caminado cadencioso del paso doble o del danzón o la elegancia del tango, popular por Carlos Gardel.

De hecho, ese intercambio entre bailarines de tango y los bailadores de Medellín fue creando el porro paseado, pues los paisas imitaban a los tangueros. Así, una invasión de tango en porro se llama zancadilla o se imitaban los ochos y el agarre. También, a finales de los 60 y con la salsa, se agregaron vueltas de salsa y se mezclaron elementos del pasodoble, la milonga y el bolero.

En Enciso y Villahermosa surgieron para entonces movimientos importantes, donde el porro se bailaba en las calles, nacieron las porrovías y fueron sitios de encuentro. Surgieron, poco a poco, las academias de baile y ahí se destaca el importante papel de las cajas de compensación, que son actualmente las escuelas que más cobertura de porro tienen en la ciudad.

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