Las palabras son poderosas: pueden sanar, dar fuerza y esperanza. Pueden acercarnos. Precisamente, para celebrar sus 15 años, el tema de la Fiesta del Libro y la Cultura es Las Palabras y en uno de los conversatorios, el 3 de octubre, se hablará sobre lenguaje inclusivo.
Más allá de la diferencia funcional (comunicación que puedan comprender las personas ciegas o sordas), el lenguaje inclusivo, del que tanto se discute en los últimos años, se refiere a la visibilidad de todos los géneros dentro del discurso. Es decir, que todas las personas se incluyan en la conversación: hombres, mujeres o personas no binarias.
Susana Rodríguez Barcia es docente de la Universidad de Vigo en España y lleva más de diez años investigando sobre este tema. Ella dice que este modo de expresión no es nuevo, como algunos creen: la reivindicación de la mujer en cuanto al lenguaje está desde la primera ola del feminismo.
“Las primeras sufragistas veían que en los textos legales se hablaba de hombre, entonces algunas discutían el propio lenguaje en el que estaban escritos”, explica la docente.
Entonces, el lenguaje inclusivo no es una “moda actual” y más bien es una puerta que la misma sociedad abrió luego de darse cuenta que existen otras maneras de nombrar y de existir. Es una forma natural del lenguaje de reaccionar a las realidades cambiantes.
“Es el resultado de entender las identidades de género y sexuales que tienen consecuencias en el lenguaje, se está tratando de llegar a un acuerdo de cómo vamos a nombrar todo este tipo de cosas que no son nuevas”, explica John Franco, experto en lingüística y literatura.
Y es que con el tiempo se ha ido implementando, por ejemplo, en el lenguaje administrativo o jurídico donde se ve una inclusión y visibilidad real de la mujer: en los impresos de matrículas, la identificación o las casillas de los formularios. Sin embargo, en el lenguaje informático aún se ven casos donde se leen palabras como usuario. Sigue ese masculino genérico.
“También se habla de lenguaje inclusivo no binario cuando la persona no tiene una identificación ni con varones ni con mujeres, con ninguno de los dos sexos, ni con las identidades de género tradicionalmente establecidas”, dice Rodríguez. Es decir, aquí no aplica, por ejemplo, cuando se usa el traductor o la traductora, sino le traductore.