Tras despedir al papa Francisco, quien murió el pasado 21 de abril, los cardenales del Vaticano se preparan para iniciar el cónclave y elegir al sucesor de Jorge Mario Bergoglio, que comenzará el próximo 7 de mayo. Este proceso, cuando se sabe quién asumirá el máximo cargo dentro de la Iglesia católica, incluye otra tradición milenaria: elegir el nombre papal, que es como lo nombrarán para el resto de su vida.
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Desde el año 533 (siglo VI) los sumos pontífices cambian su nombre de pila. Esta costumbre la inició el papa Juan II, cuyo nombre era Mercurio, quien consideró que este no era apto para representar al dignidad.
Desde entonces, con el papa número 56 del catolicismo hasta el 266, que fue Francisco, todos los hombres que han llegado al máximo puesto en el Vaticano han seguido esta línea, que también está ligado a la Biblia, en la cual hay historias en la que Dios cambia el nombre de las personas por un cambio de significado o dirección en su vida.
Una vez haya humo blanco tras el cónclave y haya nuevo papa, el paso que sigue es elegir su nombre papal. Este es un acto solemne que refleja cómo el elegido se transformará personalmente para asumir la misión que emprenderá para el resto de su vida, pues el cargo es vitalicio (a menos de que haya renuncia).
“¿Quomodo vis vocari?” es la pregunta que los cardenales que eligen al Santo Padre le hacen al elegido como primer acto de papado. Es español traduce: “¿Cómo quiere que lo llamen?”.
El nombre que seleccionan para ser reconocidos radica en motivos que van desde hacer un homenaje a alguno de sus predecesores, hasta honrar a algún santo de la Iglesia por el que sean devotos o tengan admiración.
Los nombres Gregorio y Benedicto han sido los que más veces han elegido los papas en la historia, con 16 veces. El último en usarlo fue Joseph Alois Ratzinger, quien fue Benedicto XVI, fallecido el 31 de diciembre de 2022. Le siguen Clemente, con 14 veces; Inocencio y León, con 13 veces, y Pío, con 12 veces.
Vale recordar que para elegir un papa, se requiere que un cardenal tenga la mayoría de dos tercios de los votos de los electores presentes. Por día, se pueden hacer hasta cuatro votaciones: dos en la mañana y dos en la tarde.
En caso de que los cardenales no lleguen a un acuerdo después de tres días, se permite una pausa de un día para una oración y una libre discusión entre los votantes.
Cuando no hay acuerdo en un escrutinio, una chimenea situada sobre la Capilla Sixtina emite humo negro. Si se elige un Papa, sale humo blanco por la chimenea.
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