Este año las casas de apuestas no estuvieron muy lejos de dar en el blanco: la francesa Annie Ernaux siempre estuvo en los primeros puestos de los vaticinios de los probables ganadores del Premio Nobel de Literatura 2022.
El anuncio de la concesión de laurel lo hizo Mats Malm, el secretario permanente de la Academia Sueca. La memoria es el sustrato de los breves pero intensos libros de la escritora nacida el 1 de septiembre de 1940 en la región de Normandía. Con ella han sido 17 las mujeres que en más de un siglo han recibido el galardón entregado según las disposiciones de Alfred Nobel, el inventor de la dinamita. La obra de Ernaux parte de la idea “lo personal es lo político”, forjada a finales de los sesenta en las barricadas estudiantiles de mayo del 68 y el crecimiento de la segunda ola del feminismo. Sus relatos asumen el tono de la autobiografía y brindan luces de los cambios vividos por las clases medias europeas de la posguerra.
La mirada de la autora es la de una generación que rompió con los paradigmas morales y estéticos del mundo previo a la revolución sexual y los medios masivos de comunicación. Los temas familiares antes proscritos de la mirada se desplazaron al centro del escenario: las infidelidades, el aborto, las infancias marcadas por las desgracias y las luchas por ascender en las estructuras de las clases sociales.
En el breve comunicado de prensa, los académicos suecos hacen hincapié en la valentía de narrar los entresijos de la historia personal. En consecuencia, el premio le fue concedido “por el coraje y la agudeza clínica con que desvela las raíces, extrañamientos y frenos colectivos de la memoria personal”.
Con esta noticia, Ernaux se convierte en la primera francófona en recibir el Nobel de Literatura y entra en una lista conformada, entre otros, por Albert Camus, Jean Paul Sartre y Patrick Modiano. En el pasado la autora recibió los premios Renaudot, Formentor y el Margarite Duras. Sin embargo, por la naturaleza de sus relatos se le ha escapado el Goncourt –el laurel más importante de Francia–.
Más allá de esto, los libros de la actual Nobel han marcado un rumbo en las letras francesas e inspirado a letrados de la talla de Emmanuel Carrère, Virginie Despentes y Édouard Louis a convertir las biografías en la materia prima de sus escritos.
A diferencia de los dos años previos, esta vez los miembros del jurado le otorgaron el galardón a una voz muy conocida por fuera de los circuitos de las academias y de las editoriales. También evitaron la tentación de lanzar un mensaje político al dárselo a Salman Rushdie –cuyo nombre fue propuesto por un grupo de intelectuales europeos presidido por Bernard-Henri Lévy– o a Liudmila Ulístkaya. En el primer caso el dardo habría estado dirigido a Irán mientras en el segundo a Rusia. También, por supuesto, evitó molestar a ciertos sectores de la sociedad al pasar por alto las obras rotundas pero políticamente incorrectas de Michel Houellebecq, Fernando Vallejo o Cormac McCarthy. En otras palabras, la decisión cayó bien en tirios y troyanos.
Renglón aparte merecen quienes en la estala de Jorge Luis Borges se han convertido en eternos nominados: cada año aparecen en la baraja los nombres de Milan Kundera, Haruki Murakami y, recientemente, de Mircea Cărtărescu. Gran parte de la obra de la normanda ha sido publicada en castellano por Tusquets y por Cabaret Voltaire