En medio de una canción, en el programa Sabariedades, con Pacheco, el Loko Gustavo Quintero tuvo el arranque de saltar una reja que dividía el escenario del público. Los músicos, detrás de él, se asustaron. Creyeron que quedaría engarzado en los hierros o se mataría si pasaba al otro lado, pues había un vacío de unos dos metros. En el último instante, el Loko logró agarrarse del cerco. Salió ileso. “Los espectadores enloquecieron con esa extravagancia”.
Así era Gustavo Quintero, el cantante que murió en la madrugada de ayer, a consecuencia de una grave enfermedad de la que pocos estaban enterados, puesto que nunca dejó de reír y hasta el 10 de diciembre estuvo cantando en La Macarena.
Pedro Muriel, quien grabó buena parte de su música, en Discos Fuentes, es quien recuerda esta anécdota. Esa tarde, él estaba con el intérprete de Fantasía Nocturna, remplazando a su hermano Jorge Muriel en la percusión.
Al decir de Humberto Muriel, director de El Combo de las Estrellas, con el Loko Quintero muere “el más alegre de los alegres”.
“Con Gustavo coincidimos muchas veces en presentaciones. Conversábamos, sí, pero más que todo vacilábamos, porque con él todo era broma, alegría. Contaba chistes o sacaba partido a cualquier ocurrencia para soltar un comentario gracioso. No perdía oportunidad de que alguien dijera o hiciera algo que se prestara para una burla”.
Pedro, en su papel de ingeniero de sonido, cuenta que costaba trabajo que se pusiera serio y se concentrara a grabar. “Nos hacía reír con sus disparates, con las tonterías que hablaba, les tocaba la nalga a los músicos para molestarlos, o hasta se empelotaba en el estudio. Él era loco. ¡Pero loco de fábrica! No fingía serlo para beneficio comercial, como uno ve a otros que han querido imitarlo”.
Y recuerda que, con su vozarrón, se metía a la fábrica, en Fuentes, corría por los puestos de trabajo y actuaba como un sindicalista, gritando arengas a los obreros.
“¡Callen a ese loco y enciérrenlo en el estudio a ver si termina de grabar!”, gritaba Jaime Uribe, el director musical, a quien a veces le sacaba la rabia.
El Loko fue el primero que lanzó ladridos en las canciones y gritos que después incorporaron otros músicos.
Pedro confirma que era real la rivalidad con Rodolfo Aicardi; no solo publicitaria, como algunos creen.
Humberto dice: “Quintero nos enseñó que la música hay que compartirla y en ella hay que contagiar alegría”.