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Medellín, la ciudad de las esculturas en sus edificios

Durante 10 años existió un acuerdo municipal que estimuló la producción de obras de arte para inmuebles, públicos y privados. Este fenómeno no ocurrió en ningún otro lugar de Colombia.

  • 1. “El asiento del sol”, de Alejo Santamaría Uribe. 2. “La puerta de San Antonio”, de Ronny Vayda. 3. Obra ubicada en Castilla Real, El Poblado. FOTOs edwin bustamante y archivo
    1. “El asiento del sol”, de Alejo Santamaría Uribe. 2. “La puerta de San Antonio”, de Ronny Vayda . 3. Obra ubicada en Castilla Real, El Poblado. FOTOs edwin bustamante y archivo
  • Medellín, la ciudad de las esculturas en sus edificios
  • Medellín, la ciudad de las esculturas en sus edificios
17 de febrero de 2019
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El escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancourt esculpió a inicios de los años 80 una monumental estructura de tres cuerpos (hombre, mujer y un niño) que fue instalada en 1988 en el Edificio Mónaco, propiedad del narcotraficante Pablo Escobar. El próximo 22 de febrero el edificio será demolido, pero la obra seguirá en pie.

A esta obra se le conoció popularmente como La familia. Sobrevivió a dos carros bomba, a la descomposición de los años y al abandono. La figura de 10 metros por estos días está en manos de la Policía Nacional, aunque regresará a Medellín y hará parte del parque memorial Inflexión, que se construirá sobre el área que ocupa el moribundo Mónaco.

La pieza es solo una de muchas que tiene Medellín, municipio que ha recibido el título pomposo de “Ciudad de las esculturas”, por la cantidad de arte público (en la definición se incluye también mosaicos y murales) y obras en mobiliario (como edificios, conjuntos residenciales, urbanizaciones o casas).

En los distintos departamentos existen monumentos, estatuas, bustos, pero solo en Medellín hubo una política sistemática para estimular artistas y producir obras que engalanaran las edificaciones.

Se puede decir que aún hoy esta tradición se mantiene, algunas compañías privadas exhiben en el frontis de sus edificios una obra de arte.

En septiembre del año pasado, en One Plaza de El Poblado fue ubicado Nido, escultura metálica de gran formato del artista Ricardo Cárdenas. La sede principal de Bancolombia tiene a su alrededor también un Cárdenas, junto con El Pensador, de Nadín Ospina, y El caminante, del grupo Utopía.

Estas piezas son ejemplo de que en la ciudad se mantiene la tradición, aunque ya no sucede con el mismo ímpetu de décadas atrás.

Esculpiendo la ciudad

Desde el siglo XIX se hicieron construcciones simbólicas de héroes y alegorías a la patria, como el Pedro Justo Berrío, ubicado en el centro del Parque Berrío, del italiano Giovanni Anderlini, instalado en 1893. Desde mediados del siglo XX la escultura le dio paso a los mitos y utopías, un icónico es el Cacique Nutibara, de Pedro Nel Gómez. Poco después llegó a la ciudad la monumentalidad de Rodrigo Arenas Betancourt. Dos ejemplos son la escultura central de La Alpujarra y la de Suramericana.

Muchos artistas durante esta época comenzaron a esculpir sobre pedestales de historia y valores (libertad, identidad, raza). Marco Tobón, Pedro Nel Gómez, Bernardo Vieco, José Horacio Betancur y Fernando Botero fueron algunos nombres que intervinieron el Centro, donde está la mayoría de obras de esta época.

Sin embargo, un estudio reciente y varios investigadores coinciden en que fue a partir de los años 80 cuando se dio el verdadero desarrollo escultural de Medellín, gracias a la aparición del un acuerdo promovido por el Concejo municipal para estimular la cultura y el arte en la capital de Antioquia.

Una norma para el arte

A través del Acuerdo 36 de 1982, se obligó a los constructores a destinar el 70 % del impuesto que recaía sobre las edificaciones al fomento de la creación de obras plásticas y la financiación de entidades culturales, una disposición que se mantuvo vigente desde su reglamentación, en 1983, hasta su derogación, en 1994.

“Era conocido popularmente como el Impuesto de obra de arte, una contribución que tenían que dar los edificios y urbanizaciones que estaban en ciertos sectores y que superaban unos índices de construcción, por ejemplo el tamaño”, explica Carlos Arturo Fernández, coordinador de la Maestría en Historia del Arte de la Universidad de Antioquia y uno de los miembros de la primera junta de selección de obras en ese entonces.

Según un inventario del Departamento Administrativo de Planeación Metropolitana publicado en 1987, más de 100 edificios, urbanizaciones, casas y conjuntos exponían en sus antejardines y portones obras de artistas conocidos (otros no tanto) como Justo Arosemena, Ronny Vayda, Aníbal Gil, Miguel Ángel Betancur, Salvador Arango, Humberto Elías Vélez, John Castle, Luis Fernando Peláez y Alberto Uribe Duque.

De esta época y en el marco de la nueva normatividad, llegó La familia de Rodrigo Arenas Betancourt hasta el frontis del Mónaco, en el barrio El Poblado.

“El acuerdo dio lugar a todo tipo de arte (cosas buenas y otras no tanto) en diferentes construcciones”, explica Luis Fernando Arbeláez, arquitecto y urbanista especializado en temas de ciudad.

Explica que, como tantas cosas que suceden en el país, las bondades de esta norma no se mantuvieron y se empezó a falsear su objetivo. “Se hacían contratos con personas para hacer piezas por un valor menor al estipulado realmente en la ley”.

El acuerdo, luego de diez años de ejecución fue declarado inconstitucional bajo el argumento de que con este se generaba una doble tributación.

Con esto terminó el estímulo normativo que había hacia el sector inmobiliario y la cultura en general: el acuerdo destinaba recursos no solo para hacer esculturas. También se beneficiaban museos, teatros y orquestas.

En la investigación Construcciones colectivas del espacio público: las huellas del festival internacional de arte (1997) se menciona que durante este periodo (1983-1994) se hicieron en el municipio “tres centenares de obras”. La Secretaría de Cultura Ciudadana actualizó la cifra en 2014 a 490 (cifra del libro Arte público en Medellín).

El investigador Jorge Echavarría Carvajal, en un ensayo del libro Patrimonio de arte público en Medellín (2014), explica que la “rata de crecimiento escultórico”, bajo el acuerdo municipal, “fue de casi 28 esculturas por año, y tras la derogatoria fue de 10 por año”.

Esa fue la época dorada de la escultura en esta urbe.

Baja la marea

“Hoy no hay deducción de impuestos y por eso los constructores no promueven ese tipo de intervenciones”, señala el escultor y profesor Ramiro Correa, quien ha investigado e inventariado las esculturas que hay.

En su lugar, para el doctor en Filosofía y en Historia del Arte, Carlos Arturo Fernández, es muy fácil explicar por qué se dejó de producir escultura cuando esa propuesta se declaró inexequible: “El arte no es únicamente una cosa bonita, funciona fundamentalmente bajo demanda”.

Al no ser solicitada por los empresarios y constructores se dejó de invertir en estas estructuras. Terminado el acuerdo se cerró el chorro que regaba la ciudad de arte.

Qué hacer

Constantemente llaman a Ramiro Correa, profesor de escultura en la Facultad de Artes, para pedirle restauraciones de piezas en espacios semipúblicos, como los edificios de entidades privadas.

“Lo que la gente hace es que coge un cepillo, una esponja de brillo y una barra de jabón rey para lavar”, se lamenta el docente. Dice que esta es la manera más común en que las personas, por desconocimiento, le quitan la patina (capa original que recubre los metales) a las obras.

“El gran problema del arte es como con la medicina, todo el mundo sale médico”.

En la actualidad no existe ninguna ley que regule el cuidado en áreas privadas. Tampoco hay un marco jurídico que exija al propietario de estos bienes muebles el mantenimiento o conservación de la obra (a menos que tenga algún tipo de protección como categoría de Bien de Interés Cultural o Patrimonial).

Según la Secretaría de Cultura Ciudadana, la preservación de estas esculturas debe ser un compromiso de quienes administran de manera directa los sitios donde se encuentran, ya que “no existen directrices ni actos de control sobre estos bienes de carácter privado”.

Esta situación no deja conformes a los investigadores y artistas. El profesor Fernández cree que este es el peor escenario posible. “A uno le da la impresión de que al arte no lo protege nadie”.

Por su parte, Ramiro Correa cree que por lo general los administradores de los inmuebles “no protegen las obras”. Lo común es que se deban hacer procesos de mantenimiento (ver ayuda) o, en su defecto, de restauración periódica.

“Ha sido un abandono total por parte de las administraciones”, se lamenta el artista Ronny Vayda, quien tiene más de 20 obras repartidas en espacios públicos y privados, algunas completamente destruidas por la falta de mantenimiento o vandalismo.

Mapeo

En Medellín hoy existen 488 esculturas inventariadas, de las cuales 313 están en edificaciones privadas y 175 en espacio público. Estas últimas son las “oficiales” y por las que responde el Municipio para cuidado.

A través del portal https://geo.patrimoniomedellin.gov.co se pueden localizar las 175 esculturas a cielo abierto, así como algunos bienes, lugares y rutas de la comuna 10 (La Candelaria). “Se trata de un primer paso por referenciar y visibilizar el innumerable patrimonio cultural de la ciudad”, explica el portal.

Porque el arte está ahí, al aire libre, para que se encuentre con él. Así un día que vaya caminando por Las Vegas ya sabrá que puede perderse por un costado del edificio Bancolombia para toparse a un Supermán que está pensando.

500
esculturas, aproximadamente, hay en Medellín, según la Secretaría de Cultura
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