Nada define tanto la idiosincrasia de Quino como aquella tira en la que Mafalda le muestra a su oso de peluche un globo terráqueo y le pregunta “¿Te gusta? Porque es una maqueta, el original es un desastre”.
El escepticismo y la amarga reflexión ante las desgracias del mundo afloran en los agudos, sarcásticos y transgresores comentarios de la niña rebelde, convertida en el otro yo de Joaquín Lavado, conocido mundialmente como Quino, a secas.
En otro celebrado cuadrito, un hombre que se encuentra con un amigo en la calle le dice “¡el mundo es un pañuelo!” y Mafalda, observadora de la escena, piensa: “Habrá que quejarse a la lavandería”.
Las ideas del dibujante y humorista, como buen artista, se expresaron a través de sus historietas y sólo con cuentagotas en apariciones públicas.
Retraído como Felipito, otro de sus legendarios personajes compañeros de la pequeña contestataria, Quino desfiló por distinguidos escenarios donde se le rindió tributo por su obra, mientras él parecía no saber qué contestar, conmovido pero algo abrumado.
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El día de un homenaje al lado de la estatua de su más popular creación de papel, un presentador dijo eufórico: “... ¡y esperamos que Mafalda viva 50 años más!”.
“Por el estado en que está el planeta, no creo que lleguemos muy lejos”, respondió Quino, parco y descreído, un poco asombrado e incómodo como siempre ante tanta euforia y zalamerías a su alrededor.
Quino dibujó y escribió Mafalda desde 1964 hasta 1973, pero la niña ha perdurado en las nuevas generaciones y es usada como símbolo por el movimiento feminista.
- Hija de los 1960 y 1970 -
Quino justificó el impacto de su historieta en el momento histórico en que aparece y se desarrolla, los años 1960 y 1970, de una explosión creativa y revolucionaria en todos los ámbitos.
“Mafalda salió bien porque la época en que lo hice era buena, aunque había conflictos como siempre. El ser humano es quilombero (revoltoso) por naturaleza”, explicó.
Tercer hijo de padres republicanos españoles de clase media, se sumergió en el universo del dibujo por influencia de un tío que ejercía el oficio en un periódico de su natal Mendoza (oeste), al pie de la cordillera de Los Andes.
Pero sus padres fallecieron antes de su adolescencia y un hermano mayor tuvo que ayudarlo a salir adelante.
“Sufrí mucho porque vivía en condiciones precarias mientras deambulaba por redacciones de diarios y revistas sin mayor éxito. Compartí una pieza de pensión con tres o cuatro tipos”, recordó.
Su vida se iluminó cuando pudo por fin publicar en revistas, momento que definió como “uno de los más felices” de su existencia.