En castellano, pocos poetas del siglo XX tienen el aura de leyenda de Miguel Hernández. Su último libro –y en el que descansa su celebridad literaria– se escribió en pedazos de papel higiénico mientras el autor estaba en una cárcel franquista.
El poemario se publicó en Buenos Aires tras la muerte del poeta y recibió el título de Cancionero y romancero de ausencias, cuyo poema de cierre es el más célebre de Hernández: Nanas de la cebolla, popularizado por la versión musical que de él hicieron Joan Manuel Serrat y Alberto Cortés en 1972.
Hernández murió en 1942, en la enfermería de una prisión de Alicante con apenas 31 años. Desde ya toda la obra de Hernández es parte del dominio público, notificó en su lista anual la Biblioteca Nacional de España.
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Tal hecho permite que los libros del poeta español puedan ser editados, reproducidos y difundidos públicamente sin pagar a sus herederos los derechos de autor. La legislación española estipula que las obras de arte pasan a ser de la humanidad ochenta años después del fallecimiento del creador.
En la lista de este año se incluyen los nombres de Federico Urales, Julio González, Lola Cabello, entre otros escritores ibéricos. Sin embargo, ninguno alcanzó la fama de Hernández.