Helí Ramírez, el poeta y escritor que le apostó en sus obras a narrar historias de los barrios periféricos de Medellín, falleció la semana pasada por un paro respiratorio.
Pese a que su deceso ocurrió el pasado miércoles 20 de febrero, la noticia apenas se conoció este martes 26, cuando su primo, el artista plástico Alfredo Gómez, hizo el anuncio durante un encuentro de poesía que se realizó en el pasaje comercial del Club Unión. Sus cenizas fueron esparcidas, por su único hermano, Jorge, en un sector de Arboletes, seleccionado por el poeta.
Al autor no le gustaban los títulos de escritor y poeta que le daban sus amigos y lectores, decía que lo suyo era un simple ejercicio personal, sin mayores pretensiones.
Sus textos siempre estuvieron marcados por la calle, las esquinas y las barriadas, con esas historias cotidianas de los sectores populares de Medellín. Sus comienzos en las letras fueron de la mano del profesor universitario y narrador Elkin Restrepo.
(Lea aquí A Helí Ramírez lo incluyeron por error en libro de poetas mujeres de Antioquia)
Helí había nacido en 1948, en el occidente de Antioquia, en el corregimiento de Sevilla, en Ebéjico, y su primera publicación se dio bajo la tutela de Carlos Castro Saavedra (1924-1989).
Poco amigo de las entrevistas y de los espacios abiertos, en charla con el suplemento Generación, de EL COLOMBIANO, en junio de 2006, recordó que la publicación de sus primeros poemas fue toda una sorpresa para su familia y amigos.
“...Yo sigo concibiendo mi escritura como inicialmente, un ejercicio o una actividad personal sin pretensiones de ninguna índole y menos de las que ustedes me dan. Yo nunca me identifico como escritor”, expresó en medio de una charla, en una taberna del barrio Castilla, en la que también participaron el artista Fredy Serna y el historiador y filósofo Juan Cano.
Helí, a través de sus textos, rompió con el esquema tradicional de la poesía: comenzó a narrar desde los inquilinatos, las fábricas de confecciones y las cantinas de esquina donde se reunían desde obreros hasta jíbaros y prostitutas.
“A veces con amargura, otras veces con dolor camuflado de rabia, siempre inconforme, Ramírez señala las actitudes que paralizan la ciudad: el miedo, la inseguridad, la envidia, el rencor, la aceptación”, escribió Jorge Caraballo Cordovez, en otro artículo dedicado al poeta en la revista Generación.
El escritor y periodista Reinaldo Spitaletta también recuerda que a Helí no le gustaban los reportajes ni las entrevistas “ni nada”, pero que tuvo una deferencia con él de hablar para un trabajo que hizo en la edición del libro Reportajes de la literatura colombiana.
“Siempre me pareció un gran poeta del barrio, de cierta cultura popular y de barrios marginales. Esos libros de imprescindibles, era un poeta de una voz muy extraña, un poeta muy distinto”.
Spitaletta dice que Ramírez le parecía un poeta muy original, una voz muy propia. “Tenía su territorio y su material poético en el barrio, en la calle y en los barrios más populares como Castilla. Él combinaba toda esa violencia con el amor y con el punto de vista de la amistad. Es una poesía muy particular, una voz única en Colombia en ese sentido”.