A las 3:30 de la tarde de este sábado 16 de septiembre Luis Miguel Rivas (nacido en Cartago en 1969 pero criado en Envigado) presenta, en compañía de la escritora Lina Parra, Más tareas no hechas, una compilación de crónicas, cuentos y pensamientos diversos escritos en primera persona que ha publicado en revistas, periódicos y blogs en los últimos 20 años.
Es la segunda entrega de estos escritos heterodoxos pero atravesados por la sensibilidad del autor, que los escribe en momentos en los que debería estar haciendo cosas “más importantes”. La primera selección de Tareas no hechas fue publicada por la Editorial Eafit en 2014.
El autor de Era más grande el muerto llega este año a La Fiesta del Libro como el escritor local más célebre y retirado desde hace algunos meses de las canchas de la cerveza y el porro. Las filas para conseguir un autógrafo y una foto suya duran tanto como las charlas a las que lo invitan. Y sus libros pasan de las bodegas y las cajas de cartón a las registradoras sin conocer las estanterías.
También puede leer: Edificio Wolf, una novela sobre el desarraigo de Isabel Botero
Rivas respondió esta entrevista hace una semana desde Buenos Aires, donde vive hace 14 años. La cámara de su computador está empañada, como si acabara de salir de un sauna. Se fuma un tabaco muy lento, y cada tanto tira la cabeza con fuerza hacia atrás para quitarse el pelo pesado, gris y crespo que se le viene en la frente. Está en su estudio, donde desde hace meses el ciclista que protagonizará su próxima novela espera impaciente que vuelva a mirarlo, pues lo tiene abandonado desde que sufrió un accidente. Es una tarea no hecha.
Coger esos textos sueltos y volverlos un libro es ya hacer una tarea, ¿no es una contradicción que se llame Tareas no hechas?
“Claro que lo es. Pero en un momento no hacer las tareas se vuelve en una obligación también, entonces hacerlas termina siendo una contraposición al mandato de no hacer, es como una paradoja. Creo que el concepto de Tareas no hechas es oponerse a todo lo que sea un mandato externo a uno, y a veces también a las mismas premisas que uno se impone que se convierten en mandatos de uno mismo, inclusive la irresponsabilidad o la pernicia. Fundamentalmente creo que el concepto es hacer lo que a uno le de la gana cuando a uno le de la gana. Tratar de encontrar un resquicio en el que uno pueda ser uno mismo”.
¿Hay algún tema que atraviesa a todos los textos o de verdad es algo muy disperso o muy a mano alzada?
”Sí, claro. Yo creo que en cada persona que escribe hay unos temas que unifican. Por muy disperso que sea el libro hay siempre uno o dos temas de cada autor. Y en este caso yo creo que hay una cosa de la reivindicación del punto de vista personal en un mundo que obliga a tener un punto de vista preestablecido”.
¿Por eso la primera persona siempre?
“Sí, tal cual. La primera persona puede ser una arrogancia o una humildad o puede ser un acto de sensatez. Yo solo puedo hablar de lo que veo en el mundo. No voy a decir cosas generales que puede decir una narradora omnisciente de cómo es la vida, sino cómo las veo, cómo pasa en la cabeza mía. Solamente me parece a mí que a través de ese acto se puede alcanzar un poquito de sinceridad, porque ni siquiera uno es sincero con uno mismo”.
Llama la atención que en la primera frase del libro —en la nota del autor— dice que más que un intento por contar lo que pasa en el mundo exterior quiere contar lo que pasa dentro de usted...
“Sí, esa es otra premisa. Todo el mundo ya está contado. Todos los hechos ya están contados, incluso los nuevos, pues en su estructura ya están porque la narrativa es un asunto genuino del existir. Todo en la vida es: planteamiento del problema de presentación de los personajes, desarrollo, clímax, desenlace. Pero lo que lo puede hacer distinto eso es la manera cómo vos lo ves, la manera cómo esos hechos pasan por tu sensibilidad. Y creo que lo que hace la crónica, lo que lo liga a la literatura es que esos hechos pasan por el filtro de la sensibilidad del autor, y que de entrada se aclara que no se está queriendo contar la verdad sino mi punto de vista, o digamos mi verdad en determinado momento, porque muchas veces puede cambiar. Si yo volviera a escribir muchos de esos textos, si yo volviera a esos lugares, a lo mejor escribiría otra cosa totalmente distinta o hasta opuesta”.