Desde el minuto uno de Leonora, el montaje en temporada del Teatro Oficina Central de los Sueños, el espectador descubre que no asistirá a una obra convencional sobre la vida de una artista. Más bien, la propuesta de la dramaturgia del director Jaiver Jurado es la de llevar al escenario algunos de los personajes que poblaron las pinturas, los cuentos y los sueños de Leonora Carrington.
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De esa forma, la obra de Jurado dialoga con el universo simbólico de la artista nacida en Inglaterra, pero afincada durante buena parte de su vida en México. Y también sirve de abrebocas para quienes no hayan detenido la mirada en los trazos o en los renglones de Carrington. La obra estará disponible desde el 11 de abril y hasta el 11 de mayo, de jueves a sábado, en la sede de Oficina Central de los Sueños, Cra 43 No. 52-50, a pocos pasos del Parque del Periodista.
Nacida en la sombra de una familia acaudalada, Carrington muy pronto reveló sus inclinaciones por el arte. Como muchos de los artistas nacidos a principios del siglo pasado, su destino creativo se anudó en París —que por entonces era una fiesta—, en donde entró en contacto con las ideas del surrealismo. Ese contacto fue tan fecundo que sus pinturas se llenaron de seres oníricos y sus amores le fueron otorgados por un tiempo al pintor Max Ernst, emblema de los movimientos dadá y surrealista. En medio del fuego cruzado de la Segunda Guerra Mundial, época en la que Europa se llenó de trincheras y mutilados, Leonora viajó a México, luego de una experiencia aterradora en Madrid. Ya en el país de los mayas y los aztecas, Carrington siguió con sus exploraciones estéticas en los campos de las letras y de las artes plásticas. En ese país la encontró la muerte, cuando Leonora tenía 94 años.
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Estas coordenadas biográficas no aparecen en la obra de Jurado. Siendo así las cosas, las presencias espectrales aparecen y se esfuman en el escenario, como trasuntos de la identidad de Leonora.
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Al respecto de esta propuesta, dice Jurado en el programa de mano de la temporada: “Nada de tratados ni explicaciones de su obra, el arte se devela en sí mismo a través de lo sensual o cognitivo, es decir, desde la piel, la mirada, o en el corazón de quien lo aprecia”. Por supuesto, toda la acción dramática de la obra —los cantos, los diálogos, incluso las luces y los silencios— son la respuesta de la sensibilidad del director antioqueño a los impulsos eléctricos que la obra de Carrington descarga en sus espectadores. En otras palabras, Leonora es el perfil que hizo el grupo Oficina Central de los Sueños de la inglesa con los insumos que ella misma proporcionó de manera lateral en el estudio de sus libros y pinturas.
