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Lea la historia de una equivocación: cuando André Gide rechazó En busca del tiempo perdido de Proust

La editorial Angosta publica una parte de la correspondencia de los gigantes de las letras francesas.

  • André Gide y Marcel Proust.
    André Gide y Marcel Proust.
  • En los 90, el novelista Héctor Abad Faciolince tradujo las cartas entre Marcel Proust y André Gide. Foto: Archivo.
    En los 90, el novelista Héctor Abad Faciolince tradujo las cartas entre Marcel Proust y André Gide. Foto: Archivo.
  • Lea la historia de una equivocación: cuando André Gide rechazó En busca del tiempo perdido de Proust
03 de abril de 2023
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La posteridad es un malentendido. A veces una broma de mal gusto. Un ejemplo: en vida André Gide paladeó las mieles de la fama por la valentía de escribir sobre las vivencias homosexuales —Corydon— y los tejemanejes de las religiones organizadas —Los sótanos de los Vaticanos—. Tanto fue su éxito que recibió el Nobel de Literatura.

Sin embargo, si uno escribe su nombre en los buscadores de la web se encontrará con una miríada de artículos sobre el error del escritor al rechazar la principal novela de las letras francesas del siglo XX: En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Es decir, Gide no pasó a la historia por sus virtudes y aciertos. No, lo hizo por un error que, cosa curiosa, él mismo fue el primero en reconocer y tratar de enmendar.

De eso trata el libro publicado por la editorial Angosta. Reúne una parte de la correspondencia entre Gide y Proust sobre el NO del primero y el éxito del segundo. La traducción estuvo a cargo de Héctor Abad Faciolince. Con él habló EL COLOMBIANO.

¿Cómo y en qué año conoció estas cartas? ¿Qué encontró en ellas para que decidiera traducirlas?

“Ya no recuerdo bien, pero debió ser en los años 90 del siglo pasado. Las traduje cuando dirigía la revista de la Universidad de Antioquia, quizá porque en esa época fue la primera vez que tenía que decidir, junto con un Comité Editorial, qué ensayos, cuentos, poemas, etc. se publicaban o no en la revista, y eso me parecía una responsabilidad enorme.

Las publicamos en una de las revistas que yo hice, pero no quise firmar como traductor porque ya había otro artículo traducido por mí. Lo que yo hacía es que, para que no pareciera que lo hacía todo, o lo imponía, ponía nombres de amigas o amigos como traductores de los textos. En estas cartas recuerdo que la supuesta traductora era una compañera mía de la Universidad de Turín, Anna Intonti. Los pormenores de dónde conocí esas cartas ya no los recuerdo”.

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Luego de traducir a Gide y a Proust, ¿qué encontró del manejo del francés de cada uno, de las formas de escribir las oraciones y pensar los textos?

“En esa época yo no sabía ni una palabra de francés, así que creo haber traducido las cartas de una traducción italiana. La juventud es muy poco seria y muy irresponsable. Yo adoraba a Proust, había leído toda la Recherche en español, y me impresionó mucho que un gran editor y un colega importante como Gide se hubiera equivocado de esa forma y que lo reconociera tan explícitamente”.

Gide lamenta haber leído con prisas los inéditos de Proust. Y confiesa que semejante error se debió a los prejuicios que el autor le despertaba. En su experiencia de autor y editor, ¿qué tanto influye la afinidad con un autor para darle visto bueno o no a un libro que busca publicación?

Todos somos humanos y estamos llenos de prejuicios. Hay que hacer hasta lo imposible por no dejarnos guiar por los prejuicios, por las antipatías gratuitas. Gide y Proust eran ambos homosexuales, y vivían su condición de un modo muy abierto para la época. Al parecer a Gide Proust le pareció un snob en la vida social, un filipichín, y por eso probablemente lo leyó con desdén y con descuido. Esa es una enseñanza y una cautela que deberíamos tener todos, y no solo en la vida editorial, sino en la vida en general. No conviene mucho juzgar por las primeras impresiones que nos da una persona; nos podemos equivocar mucho”.

Proust contesta con generosidad las cartas de Gide, pero no acepta la idea de publicar el resto de la obra con la editorial que lo rechazó. ¿Qué le aportan estos textos a la comprensión de la personalidad del autor?

“La historia es distinta: al fin Proust sí acepta publicar en Gallimard el resto de la obra, así que las primeras ediciones de los seis tomos siguientes son las de Gallimard. Y luego editan también el primer volumen. Los textos aportan mucho: el reconocimiento explícito de un error imperdonable, la humildad de Gide al reconocer que se ha equivocado, y la elegancia con que Proust le responde. Todo el episodio nos habla de la dificultad del juicio literario, y de lo expuestos que estamos siempre a equivocarnos al considerar una obra de arte”.

En los 90, el novelista Héctor Abad Faciolince tradujo las cartas entre Marcel Proust y André Gide. Foto: Archivo.
En los 90, el novelista Héctor Abad Faciolince tradujo las cartas entre Marcel Proust y André Gide. Foto: Archivo.

Aunque este es conocido como el más grande error de un editor respecto a un manuscrito, ¿conoce otros casos de este tipo? ¿Qué libros y autores debieron superar las prevenciones de los editores?

El cuñado de Jorge Luis Borges, a quien Borges estimaba muy poco, Guillermo de Torre, el marido de Norah Borges, su única hermana, no solo le escribió a García Márquez rechazando la publicación de La Hojarasca, sino que al parecer en esa carta le recomendaba que se dedicara a otro oficio, porque en el literario no le veía ningún futuro. Lolita, de Nabokov, también fue rechazada, ahora no recuerdo por cuál editorial, que luego, al publicarse, fue un grandísimo best-seller. Hoy en día quizá sería rechazada por cualquier editorial comercial, por motivos de corrección política.

La editorial más famosa de Italia, Einaudi, le rechazó a Primo Levi la edición de su libro más importante, Si esto es un hombre, y lo más triste de este episodio es que quien no la recomendó fue también una judía, y gran escritora, Natalia Ginzburg. A veces a los escritores ni siquiera les escribe una respuesta la editorial a la que mandan su obra. Giuseppe Tomasi di Lampedusa se murió sin ver impresa su magnífica novela, que sería también un grandísimo best-seller, El gatopardo. Creo que hay muchísimos más rechazos, el más sonado de todos en los últimos decenios fue el de Harry Potter, que hizo ricos a sus editores cuando al fin se publicó. Creo que los rechazos son innumerables. A mí siete editoriales se negaron a publicarme mi Tratado de culinaria para mujeres tristes. Ahora que lo pienso, quizá fue esa decepción la que me llevó a traducir y publicar las cartas entre André Gide y Marcel Proust. Era una forma muy vanidosa de quererme consolar y de pensar que los equivocados eran los editores y no yo”.

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