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La colonización dejó casas hechas con esmero

Los antioqueños además de fundar nuevos pueblos, también esparcieron una arquitectura artesanal de gran ingenio.

  • Salamina, en Caldas, es un municipio patrimonial. Es uno de los más ricos en este estilo arquitectónico. Los patios interiores eran elementos característicos de tal época. FOTOS Juan Antonio Sánchez y Manuel Saldarriaga
    Salamina, en Caldas, es un municipio patrimonial. Es uno de los más ricos en este estilo arquitectónico. Los patios interiores eran elementos característicos de tal época. FOTOS Juan Antonio Sánchez y Manuel Saldarriaga
  • La colonización dejó casas hechas con esmero
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  • La colonización dejó casas hechas con esmero
17 de octubre de 2017
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Hay municipios que, al recorrerlos, pareciera que se hubiera hecho un viaje en el tiempo hasta la segunda mitad del siglo XIX.

Entre estos, los de la colonización antioqueña. Este capítulo de la historia se dio entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del XX. Por causa del aislamiento en que vivía Antioquia y la pobreza que padecían muchas familias, estas decidieron ir a explorar el territorio colombiano, especialmente el Occidente, y fue así como fundaron pueblos que hoy hacen parte de los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío, Tolima y Valle del Cauca, además de las zonas del Sur en el departamento de partida.

Inmensos caserones en zonas rurales y urbanas, con techos altos coronados de tejas de barro y aleros en los que anidan palomas. Viviendas dotadas de balcones coloridos, grandes puertas y ventanas de madera conforman este estilo.

Arquitectura de la Colonización antioqueña es una novedad editorial de Villegas Editores, con textos e investigación de Néstor Tobón Botero, arquitecto de la Universidad Nacional. En la presentación, Benjamín Villegas, el editor, dice que esta arquitectura es “fácilmente la más auténtica de Colombia”.

Carlos García Tobón, arquitecto y sobrino del investigador, sostiene que esa afirmación es cierta, porque es innovadora y no le copió a la que le precedió, la de la Colonia, aunque en ocasiones haya incluido algún elemento de esta. Adicionalmente, asegura que aprovechó los materiales y recursos propios de las regiones.

Para el arquitecto Pedro Pablo Lalinde, esa arquitectura tiene muchos elementos valiosos. Uno es el de la notable creatividad de constructores y el ingenio de los carpinteros en todas partes.

Los trabajos artesanales de carpintería, abundantes en esta arquitectura, se aprecia en los grandes ventanales, portones, contraportones, cielorrasos, barandas y separaciones de espacios hechas en calados.

“Cada pueblo como que tenía un carpintero habilidoso. Por eso, los trabajos calados de Rionegro y El Carmen de Viboral, que tal vez correspondían al mismo artesano, son parecidos; pero no se asemejan a los de Marinilla, ni a los de Sonsón, ni a los de Salamina ni a los de otras zonas de la colonización antioqueña”.

Pedro Pablo insiste en que es necesario precisar, antes de seguir cualquier explicación, que no se debe confundir arquitectura colonial con la de la colonización antioqueña.

Para esto hay que recordar que la Colonia fue un período de dominación española que siguió a la Conquista y se desarrolló desde el siglo XVI hasta la Independencia. En ese tiempo, el estilo representativo era el de las casas e iglesias erigidas siguiendo los principios de la metrópoli. Esa se aprecia en municipios como Santa Fe de Antioquia, Mompox, Villa de Leyva o Lorica.

Riesgo de extinción

Las casas de la colonización antioqueña, menciona Lalinde, son de dos o tres patios empedrados, para que entren luz y aire. Estaban rodeadas por barandas de madera y corredores.

Además del portón principal, las viviendas cuentan —hablamos en presente, porque todavía existen— con un contraportón, por lo general de madera calada, o sea que quien llegaba a la casa podía ingresar hasta él, porque en el día mantenía abierto, y se podía mirar por entre los calados la actividad de los habitantes de la casa y escuchar lo que decían.

En esos calados se destacaba el ingenio del carpintero. Aunque a principios del siglo XX, 1910 más o menos, dice Pedro Pablo, algunas personas se basaban en fotografías e ilustraciones que aparecían en revistas de Francia e Inglaterra, en las que abundaban los motivos florales.

A principios del siglo XX, algunos contraportones no los hicieron calados sino en vidrio, que aislaba, al menos los sonidos.

Carlos García Tobón recuerda que el sitio principal de las reuniones familiares no era la sala; era el comedor. Y este espacio era encerrado también con maderas caladas, para que el interior no fuera un espacio oscuro y encerrado, sino con claroscuro.

Dice que si bien hay elementos comunes en esta arquitectura en el vasto territorio de la colonización antioqueña, hay zonas que se destacaban por poner mayor cuidado a alguno de ellos: en Quindío, por ejemplo, son famosos los cielorrasos.

Pedro Pablo cree que esta arquitectura está en riesgo de extinción.

Cree que esto se debe a que no hay una conciencia generalizada entre la población y en esta, entre los constructores, de la necesidad de preservar edificaciones, aisladas o en conjuntos, que dan cuenta del modo de vida de otra época.

Cosa que valoran esas mismas personas cuando van a Europa y se encuentran con poblados medievales. Y porque no hay una normatividad fuerte que obligue a preservarlas.

En la colonización antioqueña se fundaron más de cien pueblos. Por eso, Carlos no ve tan inminente el riesgo de que se pierda este estilo.

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