Hay lugares cuyo valor tiene sentido gracias al recorrido que se realizó para llegar hasta ellos. Esa es en parte la historia de El Club del Jazz, un proyecto cultural que tardó más de diez años para tener un espacio propio, pero con poco logró convertirse en un sitio de culto para los amantes de este género en Medellín.
A pesar de que es el único espacio en Colombia dedicado al jazz y se encuentra en la capital paisa, su historia inicia en Bogotá, donde nació una pasión con pocas ambiciones. Christian Salgado, bogotano de nacimiento, descubrió el jazz en una emisión de Javeriana Estéreo cuando era joven. Tras preguntarle a conocidos y por fin llamar a la emisora para averiguar el nombre de la canción que había escuchado, Christian supo que aquel ritmo que lo había flechado era Naima, de John Coltrane.
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Contrario a lo que uno pueda imaginar, Christian no se convirtió en músico, a pesar de que su sueño era ser pianista. El jazz, no como música, sino como proyecto, llegó muchos años después y en otra parte. A Medellín vino en la década de los noventa atraído por la riqueza musical de la ciudad. No se sintió defraudado: estando aquí descubrió que, además de escuchar, también la música se estudiaba a profundidad en clubes donde la gente se reunía a hablar de su género favorito. “Conocí a Omaira Rivero (quien fue coleccionista y fundadora de la taberna Diógenes) y ella fue quien me llevó a conocer estos lugares. Las personas hablaban de tango, de la Sonora Matancera, pero como todos unos expertos y eso me impactó porque nunca había visto algo así”, relata Christian.
Años después de haberse encantado con la diversidad musical de la ciudad, lo que en años se convertiría en El Club del Jazz comenzó a tomar forma. En 2010 el Centro Colombo Americano realizó su primera versión del Festival Universitario de Jazz y Christian fue uno de los conferencistas invitados para hablar sobre jazz. Se sorprendió al ver el interés de los asistentes por el género y, a raíz de esto, comenzó a pensar que sería buena idea tener un espacio en la ciudad similar a esos que conoció cuando llegó a Medellín, pero exclusivamente de jazz.
Con esa idea en mente, Christian comenzó a buscar un lugar para las reuniones del club. Primero encontró una casona vieja de Prado, que tuvo que abandonar al tiempo por los frecuentes eventos sociales que organizaban en el lugar y que interrumpían la programación de su grupo. De ahí, se trasladaron al Edificio Lugo, ubicado en El Poblado, donde el club tuvo por primera vez música en vivo. “Para eso contratamos a una agrupación de jóvenes de la Universidad Eafit. Lo más increíble es que el mismo grupo pidió volver después, por voluntad propia. Luego, nos dijeron que iban a traer a sus profesores y así fuimos creciendo”, cuenta el fundador de El Club.