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“Quien no baila joropo no es del Llano”: dicen en Villavicencio

El joropo es un invitado infaltable de los “parrandos” tradicionales, a la vez que conquista escenarios internacionales.

  • “Quién no sabe bailar joropo no es un llanero”, dicen en Villavicencio. Así quedó demostrado en el este puente festivo. Foto: Cortesía.
    “Quién no sabe bailar joropo no es un llanero”, dicen en Villavicencio. Así quedó demostrado en el este puente festivo. Foto: Cortesía.
  • Los más jóvenes también salieron a desfilar y a bailar por la principal vía de Villavicencio. Foto: Cortesía.
    Los más jóvenes también salieron a desfilar y a bailar por la principal vía de Villavicencio. Foto: Cortesía.
16 de octubre de 2023
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Bajo el sol sofocante del llano, un zapateo constante, con arpa, maracas y cuatro de fondo, retumbaba deliciosamente y lograba ahogar los ruidos que produce la ciudad. En alguna medida, la sensación rítmica se asemejaba a la huella sonora de los caballos de paso encima de una pista de madera.


La avenida 40, la principal de Villavicencio, estuvo tomada durante casi cinco horas en uno de sus sentidos por 1.600 parejas de bailarines de joropo, mientras que en el sentido contrario de la vía, la capital de los Llanos Orientales se resistía a parar en pleno sábado del puente festivo.

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El corredor de danzarines, llamado por razones obvias joropódromo, fue el evento principal del Torneo Internacional del Joropo, que tuvo lugar hasta este lunes en Villavicencio, en su versión número 55. En la pasarela a cielo abierto de casi dos kilómetros lineales, se distribuyeron los casi 3.200 bailarines: ellas bien puestas, con sus faldas, los labios bien pintados y sus tocados en el cabello. Ellos, indefectiblemente con el sombrero que los hacía ver recios para emular el prototipo del macho llanero; el calzado de ocasión para todos y todas fue, por supuesto, las alpargatas.

Todos trataban de demostrar sus mejores artes y para eso ensayaron durante todo el año, según corroboran los testimonios de varias personas entrevistadas. Esta especie de carnaval criollo es el momento no solo para lucirse individualmente sino para ratificar la reputación de sus academias, igual que lo hacen, guardadas las proporciones, los cariocas con su sambódromo, o los caleños con su salsódromo. Aunque de verdad, las proporciones poco importan cuando se trata de ratificar en un hecho estético lo más profundo de una cultura que no se concibe sin el aplomo que es condición indispensable para domar los elementos de la naturaleza en un territorio agreste como el llano.


Mientras que ellas hacían hasta lo imposible por mantener la elegancia en esta temperatura infernal, siempre erguidas y moviendo los pies a velocidades inverosímiles, sin perder el compás, con espasmos lentos de las caderas, pero dejando la zona pectoral quieta; ellos parecían cabros, y hasta se permitían ciertas contorsiones, eso sí, sin que los pies se salieran del orden que les imponían los instrumentos.

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Había desde niños de no más de cuatro años hasta abuelos de no menos de setenta y casi cinco horas después de haber comenzado el espectáculo a cielo abierto, apenas pasaba la última pareja y la Avenida 40 volvió a su barullo sabatino.


Pero el joropo en el llano no es solo una puesta en escena para un fin de semana al año, como ocurre en otras zonas del país con sus aires autóctonos, sino que vive en la cotidianidad, a través de los “parrandos llaneros” con que se celebran cumpleaños, primeras comuniones o fiestas decembrinas. En esas ocasiones todos aparecen encotizados y con el respectivo sombrero de gala; no falta la carne a la mamona y sería un sacrilegio ambientarse con algo que no sea el Aguardiente Llanero.


Para hacer que ese acervo no muera, tanto la Alcaldía como la Gobernación oficializaron el día de la Llaneridad el último viernes de cada mes. Es una ocasión para vestirse como sus ancestros campesinos, y, claro, para bailar joropo, sobre todo en las oficinas públicas y colegios.

Fiebre por el baile del zapateo


La fiebre por el joropo permanece así intacta en Vichada, Guaviare, Arauca, Casanare, Meta y parte de Cundinamarca, los seis departamentos con influencia cultural llanera.


John Moreno es asesor de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Gobernación del Meta. No vacila en decir que el joropo no solo es pasado sino que hoy tiene más proyección que nunca con artistas arraigados a la tierra, hechos apunta de toro, soga, caballo y sombrero, pero que le dan la vuelta al mundo con su música, como el Cholo Valderrama, Jorge Guerrero, Aries Bigoth, Villamil Torres, Carlos Rico o Juan Farfán. A más de otros relativamente jóvenes como Yaguazo y Yesid Ortiz.


Los relevos están cantados también por cuenta de los semilleros de joropo que se han formado desde hace unas dos décadas en los pueblos llaneros a partir del Plan Nacional de Música para la Convivencia del Ministerio de la Cultura.


Contando estos semilleros, en los departamentos de la Orinoquia existen más de 900 academias y sitios de aprendizaje de su baile insignia.

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Por todo eso no parece iluso pensar que, por su cuenta, el país logre la resonancia internacional que ya ha alcanzado con el vallenato, la música del Pacífico o el género urbano.


“Los niños están bailando joropo porque todos quieren estar en la tarima. Instrumentos como el arpa o la bandola son absolutamente populares. Entonces digamos que el joropo no está en riesgo de desaparición en lo más mínimo”, apunta.


Yamile Baquero sentencia que “el joropo es el renacer de nosotros los llaneros, nosotros nacimos con eso en la sangre y el llanero que no baile joropo no es llanero”.


En su caso, dio un paso adelante y siendo muy joven, a los 16 años, entró a un grupo folclórico, pero lo abandonó a los 21, tras casarse y tener hijos. Ahora luce contenta con el reencuentro que ha tenido desde hace cuatro años con la danza folclórica, después de que se separó. Con 51 años de edad, es parte de la academia Cabestrero, una de las de mayor renombre en Villavicencio.


Cada año esta escuela lleva de 7 a 8 grupos al joropódromo y este año la rompió con 9 grupos y más si se considera que uno solo de esos grupos lo conformaban 58 parejas, es decir que en total tuvo en escena a 180 de sus alumnos, entre ellos Yamile.

Los más jóvenes también salieron a desfilar y a bailar por la principal vía de Villavicencio. Foto: Cortesía.
Los más jóvenes también salieron a desfilar y a bailar por la principal vía de Villavicencio. Foto: Cortesía.


La escuela la fundaron hace dos décadas los Vásquez Maldonado, una familia araucana a la que la violencia sacó de su tierra, obligándola a desplazarse a Villavo.


La mamá confecciona los trajes típicos para las presentaciones, su esposo es el administrador, un hijo es el director general y otro el representante legal.


Hoy día son una empresa que explota los secretos que saben del zapateo. Tienen 400 alumnos y un nombre que ha cruzado fronteras nacionales e internacionales.


Jorge Eduardo Vásquez Maldonado cuenta con orgullo que se presentaron en el bicentenario de Panamá, han bailado con el Cholo Valderrama en Perú, fueron a Expo Milán en 2019 y han hecho varios viajes a Estados Undos y México con sus shows.


“Más que profesionalizarnos, nos interesa mucho darnos a conocer, mostrar lo mjor de nuestro departamento, llevar artistas íntegros, muy responsables y que transmitan un mensaje de cultura, de llaneridad”, precisó.

Las apuestas del Meta


El director de turismo del Meta, Luis Carlos Londoño, cuenta de los intentos fructíferos por volver el joropo, el coleo y la equitación ganchos para afianzar un turismo basado en la vivencia de la cultura llanera, algo que no solo refuerza la identidad sino que genera una fuente de recursos para la región.


“Ya estamos generando más de 54.000 empleos, entre directos e indirectos. La apuesta de este Gobierno es hacer una transición económica, dejar de vivir de los hidrocarburos —de los cuales depende en cerca del 52%— y pasar a que este departamento viva del agro, la ganadería y el turismo como cuarto renglón”, dijo.


El case para esa apuesta son 135.000 millones con los que están embelleciendo los pueblos con parques, muelles y otras infraestructuras para atender a los visitantes.

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