Julio Ramón Ribeyro –nacido el 21 de agosto de 1929 en Lima y muerto en la misma ciudad el 4 de diciembre de 1994– escribió sobre cosas que hoy no están bien vistas: la soledad, el fracaso y la compulsión de encender cigarrillos para llevarlos a la boca, una tras otro. El flaco –así lo conocían sus amigos y lectores– vivió buena parte de sus 65 años en París, casi por completo opacado por el brillo de la generación de novelistas latinoamericanos que la crítica llamó el Boom. Hoy Ribeyro llega a las páginas de los periódicos y a las listas de las tendencias virtuales por el homenaje que Google le rindió: un doodle en el que se le ve con un gabán y un libro en la mano.
En el siglo XX la literatura peruana tuvo tres grandes nombres, cada uno de ellos muy distinto a los demás. Y –cosa curiosa– los tres tuvieron una relación de larga data con la capital francesa. En efecto, París ejerció en César Vallejo, Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro un magnetismo enorme. Uno de los versos más memorables de Vallejo tiene como escenario de su muerte las calles de la Ciudad Luz: “Me moriré en París con aguacero,/un día del cual tengo ya el recuerdo./Me moriré en París – y no me corro –/tal vez un jueves, como es hoy de otoño”. Por su parte, Vargas Llosa escribió La ciudad y los perros –el libro que le abrió un lugar en el escenario de la novelística latinoamericana– en una buhardilla cercana a Montparnasse. Y Ribeyro escribió buena parte de sus cuentos y muchas páginas de su diario en la misma urbe, la del romance y la bohemia intelectual.