El escritor Luis Mateo Díez ha recibido el Premio Cervantes en la tradicional ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, con un discurso en el que ha reconocido que ha vivido “entregado” a sus personajes, porque son ellos los que le “salvan”.
“Mis personajes no tienen tanta nobleza, pero son conscientes de alguna ejemplaridad heroica, ya que sus aventuras se consuman al doblar las esquinas donde aguarda el destino y la consecuencia de alguna perdición o la expectativa de un sueño que pudiera salvarlos. A ellos vivo entregado, ya que son ellos quienes me salvan a mí”, ha afirmado durante su intervención.
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Díez ha continuado hablando en una intervención de más de veinte minutos y ante la mirada de sus familiares y otras autoridades de sus personajes, que considera que no le “pertenecen” y que, en ocasiones, le “ponen a prueba” su capacidad de invención, como “una suerte de hilo conductor que va y viene sin otro compromiso” que el de la escritura.
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Recordando la afirmación de la escritora Irène Némirovsky de que “toda gran novela es un callejón lleno de gente desconocida”, el creador del imaginario territorio de Celama ha defendido la relación del arte con “ese compromiso con la vida al que se debe aspirar”. “Las artes nos enriquecen y hacen mejores, además del placer que proporcionan”, ha defendido.