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El poder de la permanencia del arquitecto David Chipperfield

Es el recién ganador del premio más importante de arquitectura, el Pritzker. Una mirada a su trabajo.

  • En el Parque de las Esculturas, en la Plaza Botero, se visualizan algunas de las ideas de Chipperfield: los museos no se deben centrar únicamente en atraer turistas. Su cerramiento no le gustaría. FOTO Manuel Saldarriaga.
    En el Parque de las Esculturas, en la Plaza Botero, se visualizan algunas de las ideas de Chipperfield: los museos no se deben centrar únicamente en atraer turistas. Su cerramiento no le gustaría. FOTO Manuel Saldarriaga.
  • Entrada a la Galería James Simon en la Isla de los Museos en Berlín. Es uno de los museos que ha hecho recientemente. FOTO Getty
    Entrada a la Galería James Simon en la Isla de los Museos en Berlín. Es uno de los museos que ha hecho recientemente. FOTO Getty
  • David Chipperfield, arquitecto ganador del Pritzker. FOTO Cortesía
    David Chipperfield, arquitecto ganador del Pritzker. FOTO Cortesía
21 de mayo de 2023
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Cuando el Premio Pritzker anuncia cada año al ganador, el público se interesa por conocer su obra, pero especialmente por comprender cuál es su aporte a la humanidad, aspecto fundamental para merecerlo, porque si bien hay muchos arquitectos excelentes, no necesariamente todos aportan conceptos de fondo a la disciplina. Por consiguiente, este premio genera reflexiones y cuestionamientos sobre cómo se está planteando la arquitectura en otras partes del mundo.

En un primer acercamiento a la obra del recién galardonado con el Pritzker, el inglés David Chipperfield, no es fácil definir su estilo, su especialidad y sus cualidades. En la larga lista de sus proyectos (más de cien) vemos variedad de formas y materiales: como un discreto cementerio en Japón o el cubo de piedra con el techo dentado del Museo Jumex en México; una edificación de tablones de madera con aspecto de cabaña, para el Museo Fluvial y del Remo en Inglaterra; una casa de dos pisos en ladrillo en un barrio de Berlín; una moderna torre de vidrio de 245 metros en Hamburgo; la adecuación sencilla y exquisita de un espacio cultural y social dentro de la famosa cantera de donde se extrajo la piedra blanca de Vicenza con la que se construyeron las villas de Andrea Palladio.

Muy diferente es la elipse de anillos metálicos intercalados con franjas de vidrio en la remodelación del estadio de Milán, o una variedad de zigurat para la sala de conciertos en Múnich. Y así en Venecia, Londres, Barcelona, Valencia, Berlín, Marruecos, entre otros.

Después de observar sus diseños, empezamos a percibir elementos comunes: construcciones tranquilas que no sobresalen necesariamente por su altura, tamaño o forma, y que no se repiten. Tampoco son extravagantes ni raras, ni tienen un sello inconfundible, como sucede con tantos arquitectos de moda (conocidos como starchitects), que compiten entre sí por sus novedades, y sus edificaciones se convierten en atracción turística, mientras que Chipperfield afirma: “El espectáculo del poder no me ha interesado nunca, el poder de la permanencia, sí”.

Un trabajo tranquilo

Así, poco a poco, después de oír conferencias y entrevistas del arquitecto, con su hablar claro y sosegado, sin ínfulas de sabio ni de genio, de apariencia sencilla como cualquier señor de 67 años que va despreocupadamente por la calle, vamos entendiendo que cada una de sus edificaciones responde a circunstancias específicas.

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También, repite una y otra vez, considera fundamental compartir espacios con los edificios aledaños (bien sean tesoros arquitectónicos o edificios comunes), pero en ningún caso competir con ellos y menos aplastarlos, para que en conjunto aporten calidad de vida y mejoren el vecindario.

“Los arquitectos no pueden operar fuera de la sociedad, necesitamos que la sociedad venga con nosotros”. Basta ver su casa en Corrubedo —pueblo de pescadores en La Coruña (donde creó la Fundación RIA que se enfoca en el desarrollo local), lejos de los balnearios de moda y donde pasa largas temporadas con su familia— y la forma como se acomoda entre las dos casas vecinas.

Entrada a la Galería James Simon en la Isla de los Museos en Berlín. Es uno de los museos que ha hecho recientemente. FOTO Getty
Entrada a la Galería James Simon en la Isla de los Museos en Berlín. Es uno de los museos que ha hecho recientemente. FOTO Getty

Si quisiéramos encasillar a David Chipperfield en un estilo, él mismo nos orienta cuando lo define como «un modernismo anticuado» («old fashioned modernism»). La frase tiene cierta ironía, que tal vez proviene de su humor inglés y de la sencillez en su forma de ser, que apreciamos en sus conversaciones. En todo caso, el término modernismo se refiere a los cánones minimalistas y funcionales del Movimiento Moderno; y anticuado, tal vez porque dicho movimiento —que se gestó hace un siglo— ya recibió críticas y reacciones en su contra, y para muchos ya es historia.

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El más reciente Pritzker ha construido varios museos, así como ha remodelado e intervenido otros tantos. El público y los especialistas aplauden la Galería James Simon en la Isla de los Museos de Berlín (donde exhiben obras extraordinarias, como el la bellísima escultura a color de Nefertiti —a la que le falta una oreja—, el templo de Pérgamo, la Puerta de Ishtar y la Avenida de las Procesiones de Babilonia).

La James Simon es el acceso a los museos de la isla (equivalente a la Pirámide de Cristal del Louvre), y consiste en una sobria y majestuosa galería abierta y de columnas lisas, sin capitel ni basa y en piedra blanca, que nos recuerda el pórtico de un templo griego —específicamente, el de Pérgamo, exhibido allí cerca, a unos pasos—, y al mismo tiempo se sincroniza con los demás edificios neoclásicos del entorno. Además, Chipperfield ganó recientemente el concurso para la intervención de, nada más ni menos, el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.

Cuando leemos sus palabras, “Un museo es infraestructura social”, sentimos la necesidad de mirar nuestro entorno. Inmediatamente se nos viene en mente el museo más importante de Medellín: el Museo de Antioquia que comparte espacio con el Parque de las Esculturas, en pleno corazón de la ciudad, y donde visualizamos algunas ideas de Chipperfield.

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Hace un poco más de veinte años se adecuó una edificación de 1937, que antes era el palacio municipal, con el fin de exhibir la obra que donó el maestro Fernando Botero a su ciudad natal, para exhibir las obras del museo que existía anteriormente y al mismo tiempo, revitalizar un lugar socialmente deprimido.

El proyecto no fue producto de un arquitecto, sino de un grupo amplio de personas de diferentes disciplinas. En todo caso, este lugar es motivo de orgullo de los ciudadanos y centro de atracción por la atmósfera que se respira: convivencia entre transeúntes, trabajadores de la zona y vendedores callejeros —todos, sin distinción alguna— y, por supuesto turistas y estudiantes, que recorren el parque público entre las enormes esculturas.

David Chipperfield, arquitecto ganador del Pritzker. FOTO Cortesía
David Chipperfield, arquitecto ganador del Pritzker. FOTO Cortesía

Desafortunadamente, su razón de ser, encanto y belleza se desmoronan hoy por la reciente instalación de una barrera hostil, endeble pero agresiva, que cerca la enorme plaza pública con la disculpa de proteger las esculturas. Ahora el acceso es solo para los privilegiados turistas.

Tenemos razones para pensar que Chipperfield objetaría este cerramiento, pues considera que los museos no se deben centrar únicamente en atraer turistas, y su mensaje es claro: “Los museos han adoptado, por obligación y también voluntariamente, mayores responsabilidades sociales; primero, por un deseo honesto de llegar a un público más amplio (...) Los entiendo como puntos de encuentro. Al habernos vuelto menos religiosos, quizás el papel de las iglesias como lugares de iluminación lo hayan adoptado hoy los museos”.

Suponemos que este tipo de reflexiones son las que pretende generar el Premio Pritzker, y en nuestro caso, si siguiéramos su visión, tenemos la ventaja de que podemos retirar las barreras del Parque de las Esculturas de Medellín. Y si esto ocurriera, se reintegraría a la ciudad para el disfrute de todos.

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