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Camila Bustamante, el presente y futuro del ballet de Medellín

Con 14 años, ella es una de las promesas locales del ballet clásico. Acaban de becarla para ir a competir en Italia.

  • Con tan solo 14 años Camila Bustamnate brilla en el ballet, es un talento forjado en el Ballet Metropolitano de Medellín. FOTO Cortesía
    Con tan solo 14 años Camila Bustamnate brilla en el ballet, es un talento forjado en el Ballet Metropolitano de Medellín. FOTO Cortesía
  • Imagen de de un día de entrenamiento de ballet de Camila Bustamante, en el Ballet Metropolitano de Medellín. . Foto: Camilo Suárez Echeverry
    Imagen de de un día de entrenamiento de ballet de Camila Bustamante, en el Ballet Metropolitano de Medellín. . Foto: Camilo Suárez Echeverry
22 de junio de 2024
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I. Relevé

–¿Sí ve la diferencia entre la una y la otra?–, dice en voz baja una de las profesoras de Camila Bustamante.

Se ve. Camila se estira, es grácil, elegante. No pierde la sonrisa, incluso en los momentos en que está en el aire, apenas sostenida por los brazos tensos de su compañero de rutina. La otra niña trata de hacer bien la rutina, pero se le nota el esfuerzo. Está tiznada por la concentración: la mirada fija, el ceño adusto. Estamos en el auditorio de Palermo Cultural. Frente a nosotros, el grupo juvenil del Ballet Metropolitano de Medellín sigue las orientaciones del instructor cubano Liván González. Estos muchachos se preparan para dar el paso de la práctica del ballet como pasatiempo a convertirlo en una profesión.

–La otra niña pone su mejor esfuerzo, pero no llega a la altura de Camila. Tienen la misma edad y llevan el mismo tiempo de entrenamiento.

–¿Y por qué esa diferencia entre la una y la otra?

–El cuerpo de Camila es inteligente, aprende rápido.

Decir que el cuerpo es inteligente es la forma de llamar al talento en el ballet. Y con esta palabra nos metemos en el laberinto de entender la razón por la cual de un grupo de niños disciplinados y con educación similar solo uno llega a los escenarios del mundo mientras los demás ejecutan otras labores, quizá alejadas de los reflectores. El problema con la palabra talento es que hace parte de ese universo lingüístico que todos creemos conocer pero cuya definición exacta se nos escapa. Entonces, acudimos a los ejemplos o a las imágenes para salir del paso.

En el ballet, la inteligencia del cuerpo equivale a la fuerza y a la resistencia ante las lesiones; a la destreza para ejecutar con limpieza las posturas y los muchos pasos; y, de remate, a la habilidad de transmitirle al público las emociones de las coreografías. El cuerpo inteligente del ballet es el resultado de los genes y de la disciplina. Mezcla la potencia de la gimnasta con el histrionismo de la actriz.

A pesar de la apertura en los últimos años a otros tipos de cuerpos, lo cierto es que el ballet profesional tiene predilección por unas formas corporales definidas por la historia. Las bailarinas delgadas, ágiles, de cuellos largos, cabezas pequeñas, pies arqueados compiten con ventaja en las audiciones para puestos en las compañías de ballet clásico. Estas características son el resultado del azar genético y son taxativas: se tienen o no se tienen. Sin embargo, por si solas no son suficientes.

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A esta lotería de los genes hay que añadirles a las bailarinas los entrenamientos diarios, una dieta ajustada para el alto consumo de energía y el estilo de vida espartano de los deportistas de alto rendimiento. Todas estas cosas garantizan un cuerpo con las condiciones necesarias para la competencia. Entonces, justo ahí aletea el talento, ese factor que diferencia a los que llegan a los puestos protagónicos y los que se quedan en el cuerpo de baile de la compañía.

A propósito de esto, recuerdo una anécdota que la maestra Mónica Quira Martínez, directora académica de la Escuela del Ballet Metropolitano de Medellín, me contó por teléfono. Antes de un viaje reciente a Cuba a sus oídos llegó la molestia de algunos padres por un supuesto trato especial con Camila. “En ese viaje no le hablé a nadie de la niña, pero, al poco tiempo, fue evidente que los otros profesores, incluso los cubanos, se acercaban a mirarla a ella. Ella tiene algo especial”, dice. Ese algo especial ha hecho que con catorce años Camila haya tenido papeles protagónicos en el montaje Rupturas, del Ballet Folclórico Bochica, inspirado en la vida de la pintora Débora Arango. También ha sido Clarita en Cascanueces, y Alicia en Alicia en el país de las maravillas, montajes hechos por el Ballet Metropolitano de Medellín. En las tres producciones ha compartido escenario con bailarines que han sido sus profesores.

Imagen de de un día de entrenamiento de ballet de Camila Bustamante, en el Ballet Metropolitano de Medellín. . Foto: Camilo Suárez Echeverry
Imagen de de un día de entrenamiento de ballet de Camila Bustamante, en el Ballet Metropolitano de Medellín. . Foto: Camilo Suárez Echeverry

II. Tendu

Estamos en un apartamento de Envigado. En una de las paredes del cuarto compartido con su abuela Alba Lucía Sosa, Camila Bustamante ha pegado una hoja de bloc con su sueño académico escrito en ella: el Royal Ballet School. Fundada en 1926 por Ninette de Valois, esta escuela forma a los bailarines del Royal Ballet, una de las compañías top del mundo. Alrededor de la hoja hay notas adhesivas naranjas y rosadas con mensajes del tipo de “Recuerda, soy una artista: baila” o “No todo es color de rosa”.

Al lado de esa hoja grande hay una más pequeña, de cuaderno, con el autógrafo de Paloma Herrera, la bailarina argentina que entre 2017 y 2022 fue la directora del Teatro Colón de Buenos Aires y con la que Camila tomó unas clases a inicios de junio de 2024. Mientras Camila acomoda una nota adhesiva que está en el piso, la abuela cuenta que Herrera también le firmó una de las zapatillas de puntas a Camila y allí le dibujó una bailarina.

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Más que el tutú –que hace parte del vestuario de la compañía– son las zapatillas de puntas el elemento indispensable de cualquier estudiante o profesional del ballet clásico. Como su nombre lo deja entrever, estas zapatillas ayudan a las mujeres a bailar en puntas de pie, con lo que adquieren en el escenario un toque de levedad y elegancia. Parecen cisnes. Las zapatillas pesan más que un zapato convencional y su parte interna tiene el lírico nombre de alma. Sus precios en el mercado colombiano van de los quinientos mil al millón de pesos y su vida útil, en el caso de quienes entrenan todos los días, no supera el semestre. Por estas cosas el ballet es un baile que en apariencia está por fuera del alcance de la clase media, reservado a los adinerados, a la gente con becas y a las niñas con familias dispuestas a los sacrificios y las rifas. Desde los seis años Camila está becada en el Ballet Metropolitano. Además, la abuela es la primera convencida del talento de la niña. “Yo le compró las cosas del ballet a Camila luego de pedir ayuda entre mis hermanos y familiares”, dice.

En el apartamento Camila está descalza. A veces, durante la charla, casi sin darse cuenta, estira la punta del pie y practica un paso. Casi todos los pasos y movimientos del ballet tienen nombres franceses porque fue Francia –y no Italia, donde surgió a mediados del Renacimiento– el sitio en el que este baile se profesionalizó, gracias, entre otros, a Catalina de Médici y a Luis XIV, el rey sol. Es decir, como el resto de las artes, el ballet creció a la sombra del trono.

Sin embargo, el ballet alcanzó la popularidad mundial por las coreografías y las compañías rusas. No resulta extraño que la gente por fuera del circuito profesional y de las academias sepa de este baile por El lago de los cisnes, la obra con música de Piotr Ilich Chaikovski y coreografía de Julius Reisinger. “El ballet para mí lo es todo, es lo mío”, dice Camila, por unos instantes en puntas de pies.

Sobre la mesa del comedor hay un portátil. En este dispositivo Camila estudia los temas del bachillerato. Por estos días está con los contenidos curriculares del octavo grado. Desde agosto de 2023 no asiste al colegio de forma presencial. En lugar de levantarse en las mañanas para ir a las clases normales y luego asistir en las tardes a las del ballet, Camila se despierta para ir al gimnasio del conjunto residencial en el que vive y después consagra casi todo el día a las lecciones del ballet. Al final de la jornada dedica dos o tres horas para hacer la tareas. Para ser claros: la vida de esta niña al borde de la adolescencia orbita alrededor del ballet.

En este empeño cuenta con el apoyo de su abuela, de las dos tías con las que vive y de sus familiares por el lado paterno. Con esta disciplina prepara Corsario Odalisca, la rutina de baile que presentará en la competencia Gpal, que tendrá lugar en Córdoba, Argentina, entre el 25 de septiembre y el 4 de octubre. De irle bien, de flechar a los jurados o a los cazatalentos, Camila recibiría una beca para terminar su bachillerato en Europa o, al menos para pulir allá durante unos meses sus aptitudes de bailarina. Los profesores de Camila y Juliana Acosta, la directora del Ballet Metropolitano de Medellín, creen que es cuestión de tiempo para que la niña se vaya a estudiar al extranjero.

–Si ella se gana una beca para Europa, ¿la dejará ir sola?–, le pregunto a la abuela.

–Uno haría el esfuerzo de ir con ella. Pero, si no se puede, claro. Ese es el sueño de ella.

–¿No le daría muy duro?

–Claro. Camila para mí es todo. Ella llena mis vacíos–.

En el caso de Alba Lucía Sosa los vacíos tienen nombre: Andrés Bustamante. Fallecido el 9 de diciembre de 2020 en un accidente de tránsito ocurrido en Santiago de Chile. Andrés fue el hijo de Alba Lucía y el papá de Camila. Ambas viajaron en 2022 al país austral para traer sus cenizas, que ahora reposan en una caja gris, ubicada en un mueble de la sala, que tiene retratos suyos. Sobre la caja hay una cadena con un dije con la forma de una bailarina. Andrés no alcanzó a ver en vivo los avances de su hija en el ballet: los vio en video. Al hablar de él, la voz de Alba Lucía se eclipsa. Camila la ve, junta los talones de sus pies con las puntas hacia afuera, formando una línea recta. Está así unos segundos, regresa a la normalidad. La abuela supera el trance, vuelve a los asuntos prácticos de colectar la plata del viaje de la nieta a Argentina. Prepara una venta de tamales entre conocidos y gente del ballet. Tras la muerte de Andrés, Alba Lucía es la tutora legal de la niña. La madre es un fantasma. Al menos así se percibe en esta casa.

III. Pirouette

En uno de los salones de ensayos del Ballet Metropolitano, la profesora y bailarina Julieth Buitrago se hace a un lado de la barra de calentamiento y explica las posiciones básicas del ballet. Las de los pies son cinco, igual número que las de las manos. Nacida en Ibagué, Juliteh hace parte del Ballet Metropolitano desde los nueve años. Ahora está en los 25. Toma su celular, pone una lista de canciones en piano. Hace una demostración de los ejercicios de la barra, luego una de los del centro y termina con dos o tres saltos. No los hace completos porque no ha calentado.

–¿Qué le aporta el ballet a la vida de la gente?

–El ballet da disciplina y ayuda a sobreponerse a la frustración. Si un paso no sale bien, se repite hasta que salga bien.

–Supongo que ustedes aprenden a bailar otros ritmos más rápido que la demás gente...

–El ballet da elegancia al cuerpo. Y sí, ayuda con otros ritmos. Hace poco hicimos un montaje con tango. Fue muy chévere aprender a bailarlo.

Julieth hace alusión a Medellín tango del Buen Ayre, la reciente obra de la compañía del Ballet Metropolitano, trabajada con el coreógrafo argentino Jorge Amarante. Mientras recoge del piso los conejitos –puntas en tela y silicona que se ponen las bailarinas antes de calzarse las zapatillas de puntas– le pregunto por la vida profesional de la gente del ballet. Julieth dice que además del trabajo en las compañías, las bailarinas tienen el camino de la docencia, de la coreografía, de la confección del vestuario. Por ejemplo, ella estudia una licenciatura en danza en la Universidad de Antioquia. Le muestro un video en el que se ve a Camila lanzarse a los brazos de su compañero de baile. Cuenta que el baile en pareja recibe el nombre de Pas de deux. Está compuesto por la entrada, unos movimientos ejecutados entre ambos, seguidos de unos solos de cada uno y un cierre de ambos. En estas rutinas las mujeres depositan su confianza en el compañero para no terminar en el suelo.

–¿Qué piensa del baile de Camila?

–Para la edad que tiene, Cami es muy limpia en sus movimientos. Además, es muy expresiva: sonríe siempre en el baile.

Le muestro a Julieth las fotos que le hicimos a Camila. En una aparece con las piernas abiertas y el torso inclinado hacía atrás –split– y en la otra el cuerpo de treinta y nueve kilos se sostiene en la punta de los dedos del pie derecho mientras la punta del izquierdo apunta al cielo.

–-¿Algo tiene de especial?

–Ella es disciplinada y tiene un cuerpo inteligente.

De nuevo el talento, esa frontera de luz.

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Post scriptum

En los días en que se escribió esta nota, Camila recibió la noticia que la de Argentina no será la única competencia internacional de su futuro inmediato. Fue becada para participar en una competición en Italia. “Es más difícil conseguir una plaza en Europa y ella lo logró”, dijo la maestra Mónica Quira Martínez.

La Asociación Cultural Ballet Metropolitano de Medellín fue fundada en 1989 con el propósito de apoyar el panorama artístico de la ciudad, especialmente en el ámbito de la danza clásica. Desde entonces, ha realizado cientos de presentaciones y ha formado una considerable cantidad de bailarines y bailarinas.

“Nuestro cuerpo cuenta historias que nacen de cada movimiento, cada mirada, cada gesto.

Por eso, danzamos: para comunicar, para transmitir lo que sentimos. Danzamos porque queremos contagiar de pasión a nuestro público. Danzamos porque nos encanta armonizar con la música y vibramos con el sonido de cada nota. Danzamos porque somos uno con la naturaleza y nuestro cuerpo comprende el ritmo de las aves, el acecho de las fieras, la agilidad de los peces”, es un fragmento del manifiesto del Ballet.

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