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Así fue Gabotero, la obra de ballet sobre García Márquez y Botero

Este sábado se presentó en el Teatro Metropolitano Gabotero, una obra del Ballet Metropolitano de Medellín, acompañada por la música en vivo de la Filarmed.

  • Esta fue la presentación de Gabotero, una propuesta del Ballet Metropolitano de Medellín. Ocurrió en el Teatro Metropolitano.
    Esta fue la presentación de Gabotero, una propuesta del Ballet Metropolitano de Medellín. Ocurrió en el Teatro Metropolitano.
24 de julio de 2022

La maestra Tatiana Pérez-Hernández entró al pozo donde estaba la orquesta, saludó al público y se ubicó. Desde su lugar se podía ver la orquesta y el escenario, donde pronto empezarían a bailar. Ella debía dirigir la orquesta de tal manera que cazara perfecto con los movimientos de los bailarines. Sucedió: la música que compuso Juan Pablo Acosta para los dos piezas, las de Gabo y Botero, sonaron precisas. Tatiana era el puente entre esas dos artes, la música y la danza.

Los sonidos de la orquesta en vivo se escucharon un par de minutos y de pronto se abrió el telón rojo. Cuatro sillas y cuatro mujeres se vieron, y luego cuatro hombres bailaron. Las dos sillas estuvieron siempre. Entre los cuatro, uno era Gabo, todo de blanco, como el traje que el escritor usó, en la vida real, en la entrega del Nobel de Literatura. Esta primera parte de Gabotero, en la que se contó la vida de García Márquez, la creó el coreógrafo Rafi Maldonado López, bailarín, docente y coreógrafo. La base fue la vida del Nobel de Literatura, y por eso se vio varias veces a Mercedes, con un vestido blanco. Gabo y Mercedes bailaron varias veces, solos, y se casaron en escena. Fue una historia en la que se escuchó el sonido de las máquinas de escribir, las alegrías y las tristezas en la vida del autor de Cien años de soledad: hubo supersticiones, espíritus, fiesta y una mariposa amarilla, La música sonó a cumbia, a Caribe y una cantaora, Cristina Escamilla, estuvo en escena con una voz potente que encantó el momento. Hubo gaita y acordeón. Juan Pablo, el compositor, ya lo había dicho en una entrevista para EL COLOMBIANO: Gabo le sonó a gaita, a acordeón, a los tambores tradicionales del Caribe.

En el programa de mano se leyó así: Un pueblo llamado Macondo. Y había unas instrucciones: “Cierre los ojos e imagine que está frente a una foto aérea de ‘una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construida a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaba por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos’, tal como describió Gabo a Macondo en Cien años de Soledad”.

Macondo fue el espacio y también la obra del escritor de Aracataca. “Dramatúrgicamente, la historia es un relato de la génesis y configuración de la relación entre Mercedes y Gabo”. Una pieza para recordar a Gabo en sus detalles. Un poema.

Tras diez minutos de entretiempo, volvieron Tatiana y la orquesta al pozo, se volvió a abrir el telón rojo. En el escenario había ahora dos cuadros dorados y arriba una naranja como la hubiese pintado Botero. Si en Gabo el centro fue la vida, en esta parte la obra se armó con los elementos de los cuadros del artista. El Botero que bailaba parecía pintando, mientras la mosca, que aparece en los cuadros del pintor muchas veces, ayudaba a hilar la historia. Aparecieron los toros, los caballos, una pareja de tango, un mesero, los obispos, los soldados, la bailarina, la sombra y, por supuesto, la paloma y el caballo. Se escuchó la voz de Botero, en ese momento tan triste que, dice él, partió su vida en dos, la muerte de Pedrito. La obra se fue pintando con los bailarines moviéndose y unos elementos con volumen en el vestuario.

La segunda fotografía, como se le llama en el programa de mano, fue sobre la Sala Fernando Botero del Museo de Antioquia. La invitación era esa, otra vez a cerrar los ojos y a pensar que se estaba allí. “Usted que conoce a Botero sabe bien que la música y la danza son temas que le interesaron. En el caso de la danza, un ejemplo interesante es Bailarina en la barra (2001), obra que muestra a una mujer haciendo un développé à La seconde; a este se suman Pareja de bailarines de tango (2000) o Bailarines (2002). En el caso de la música, varias naturalezas muertas sobresalen y resaltan instrumentos de cuerda frotada, por ejemplo Mandolina sobre una silla (1957), Naturaleza muerta con mandolina (1997) y Naturaleza muerta con violina (1965). Así mismo, ambas disciplinas también son referenciadas de manera simultánea en algunos de sus cuadros, entre ellos, Bailando en Colombia (1980) o Pareja de bailarines. Una fiesta (2015)”.

Esas fueron entonces inspiraciones para esta parte de la obra, que creó la coreógrafa Annabelle López Ochoa, y que sonó a tango y a ritmos más andinos. El compositor Acosta lo había expresado: el artista suena a bambuco, a música andina, a tango.

En las dos obras resaltó el vestuario, con detalles muy especiales como las letras en Gabo y el volumen en Botero.

Gabotero es una propuesta del Ballet Metropolitano de Medellín, que se había visto a finales del año pasado, con música grabada. Lina Botero, que la vio en su momento y que la volvió a ver ayer, expresó que ganaba mucho con la orquesta en vivo, tomó más fuerza. Lo de este sábado fue el trabajo de dos instituciones que ahora comparten sede, porque la Filarmónica se unió y vimos un espectáculo emocionante, bello, para escuchar y ver, para no dejar de mirar. Se reconocieron en esos pasos y esos sonidos los elementos de dos grandes artistas colombianos, Gabo y Botero, un homenaje desde la danza y la música, a la literatura y al arte. Y ojalá un camino para que más se acerquen al ballet y a conocer a estos dos personajes tan importantes para la cultura del país.

Ellos quisieron dar un mensaje al inicio, que es fundamental para que en Medellín sigan dándose espectáculos como estos: la importancia de unirse, de creer que las instituciones culturales juntas pueden trabajar y hacerse más potentes. Antes de empezar la obra, por un lado se escuchó un violín y por el otro se vio a un bailarín, casi que tocando a los espectadores. Se unieron en el centro.

El mensaje es ese, quizá: lo que se puede lograr desde la cultura, la importancia de unirse para crear. También los apoyos, tan importantes. Para esta obra el aliado fue Comfama, y patrocinaron Bancolombia, Sura, Epm, Mineros y Premex. Los apoyos llegaron de Mincultura y la Alcaldía.

Hubo muchos aplausos al final, en un Teatro Metropolitano lleno. Voy a quedarme con Gabo y Mercedes bailando entre dos sillas, con el fondo morado, y mucho amor.

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