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En los 35 años del Metropolitano, Andrés Orozco Estrada desplegará la belleza de la música clásica

El maestro Andrés Orozco Estrada trae a la ciudad la belleza de una obra de Mendelssohn para celebrar los 35 años del Metropolitano.

  • El director ha tenido a su cargo orquestas de importancia mundial FOTO cortesía.
    El director ha tenido a su cargo orquestas de importancia mundial FOTO cortesía.
28 de agosto de 2022
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La música es la casa del maestro Andrés Orozco Estrada, colombiano que ha estado al frente de varias sinfónicas de talla mundial: la de Houston, la de Viena, la de Chicago y la de Filadelfia. El director nacido en Medellín es una de las batutas de primer nivel en el circuito europeo de la música clásica. Por eso es todo un acontecimiento el concierto que dirigirá el miércoles 31 de agosto con ocasión del aniversario 35 del Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez.

En esta ocasión lo acompañará la Orquesta Sinfónica de Colombia y los coros de cámara Cecilia Espinosa y Tonos Humanos. El público podrá asistir al despliegue sonoro de la segunda sinfonía de Mendelssohn, una obra de elevada complejidad y belleza.

EL COLOMBIANO conversó con el maestro, quien no ocultó la emoción que le produce regresar a la ciudad en la que dio los primeros pasos de su carrera musical.

Hablemos de participar en el aniversario 35 del Teatro Metropolitano...

“El Metropolitano es una institución, es una casa, es un lugar emblemático, importantísimo para alguien que hace música clásica, como es mi caso. Es un espacio idóneo, adecuado, casi perfecto, diría yo. Allí se puede tener una buena orquesta, con sus coros. El Teatro ofrece eso, siempre lo ha ofrecido. Desde pequeño me he sentido muy en casa. Cuando estudiaba en el instituto Diego Echavarría íbamos a algunos ensayos.

Más adelante, con un poco más de edad, iba a los conciertos del teatro. Recuerdo al Metropolitano con mucha gratitud y mucha alegría. Me parece un teatro bellísimo. Es un honor celebrar el aniversario. Regresar es una gran alegría”.

¿Cuál es la sensación de dirigir una obra en Medellín?

“Eso todavía es más bonito: cuando se juntan estos dos componentes, un teatro es una especie de hogar. Te tienes que sentir como en casa por dos horas, por una hora, lo que dure la expresión artística. Yo me siento así. Y la sensación de casa no solo la producen las paredes también lo hace la gente. Eso es lo que más me alegra: compartir con el público de la ciudad, con mi familia. También con los amigos. Con el público en general”.

¿Cómo se seleccionó el repertorio de este concierto?

“Una anécdota previa: esta obra que vamos a interpretar —que es la segunda Sinfonía de Mendelssohn— siempre hemos querido llevarla al público. Con la directora del Teatro, María Patricia, llevamos años pensando en ella, pero no se habían dado las cosas, no se habían alineado los astros. Y en este caso se da porque estaré haciendo en Bogotá el ciclo completo de las sinfonías de Mendelssohn con la Sinfónica Nacional. Al haber concretado este proyecto, inmediatamente sentí el impulso de compartir la idea con el teatro de Medellín.

El primer sueño era llevar el ciclo completo, pero esto era complejo, costoso. Entonces dijimos: vamos a concentrarnos en una obra. Casi que no tuvimos que pensarlo mucho. Decidimos hacer esta segunda sinfonía, que es tan maravillosa. Y el Metropolitano muy generosamente me dijo: ¿te parece, Andrés, si aprovechamos esa ocasión para celebrar el aniversario treinta y cinco? Quedé encantadísimo. La obra va a funcionar muy bien”.

Su manera de dirigir es muy emotiva y muy precisa. ¿Cómo se construye la manera de dirigir una orquesta?

“Eso tiene que ver con muchas cosas. Tiene que ver con el estudio mismo de la partitura. Depende del tipo de obra, del estilo, del tamaño de la obra en duración y orquestación. Y luego llega la parte técnica de cómo vas a traducir todas esas ideas y necesidades artísticas. Y al final se combinan dos cosas: la parte analítica con la transmisión de una idea auténtica y convincente, que es lo más difícil y lo más interesante. Cuando comienzas a combinar todo eso empiezan a salir muchas cosas naturales y orgánicas. Así se juntan unas cosas con otras. En esta gran sinfonía hay muchos momentos muy particulares. Si tienes un coro y una orquesta hay una manera diferente de aproximarse desde el punto de vista del movimiento, técnico y emocional al sonido que se está produciendo en ese momento. Hay que respirar con mayor precisión y lógica.

La obra, además, abre con una especie de sinfonía dentro de la sinfonía, que son unos veinte minutos. De ahí pasa de una manera muy sutil a la parte coral y se desarrolla toda la grandeza. En ese orden de ideas, la dirección tiene que estar al servicio de expresar la profundidad de la música”.

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¿Cuáles son las similitudes y las diferencias de los intérpretes colombianos con los de otras partes del mundo?

“No sabría decirte, honestamente. Uno podría decir con razón y justificación que en los que venimos de una cultura latina se encuentra un poco más acentuada la parte emocional en comparación de los que vienen de la parte nórdica o del centro de Europa. Puede ser. Conozco directores que vienen de Finlandia —que tiene una gran escuela de dirección— y son absolutamente expresivos en sus movimientos y corporalidad.

Lo más interesante es lo que llevo por dentro como persona. Eso, de repente, tiene que ver con de dónde vienes, cómo naces, dónde creces, tus valores, qué educación tienes. Ahí empiezas a encontrar características de la persona. Y eso es tan variado como el universo en el que vivimos: cada persona tiene su historia y eso es lo que lo hace bonito. La meta más grande de un artista es cuando logra ser reconocido auditivamente. Ese es mi sueño y lo será hasta que deje de dirigir”.

Hablemos de su experiencia en la dirección de orquestas internacionales...

“Aquí lo interesante es todo lo que he podido aprender. Encuentras cómo se aproxima cada orquesta de diferentes partes del mundo a la música. Cada orquesta tiene su propia historia, su propia tradición, que es una palabra muy trascendental en el mundo de la música clásica. Te encuentras que una obra de Brahms, por ejemplo, suena distinto en cada parte de Europa porque las orquestas tienen su historia. Aunque la partitura sea la misma y todo sea aparentemente igual a la hora de hacer la música las cosas cambian. Te empiezas a llenar de un montón de experiencias emocionales e intelectuales. Y todo eso consolida el carácter del director”.

¿Qué mirada se tiene en Europa del circuito de la música clásica en Colombia?

“Es una pregunta difícil de contestar porque como estoy metido en lo que hago no estoy muy atento sobre cómo se ve. A mí lo que me interesa es hacer. En el campo de las generaciones jóvenes han salido cada vez más talentos de músicos y esto es muy bonito. En los conservatorios de las ciudades importantes de Europa y Estados Unidos hay siempre unos cuantos colombianos estudiando o que empezaron a trabajar o que buscan algún puesto en una orquesta. Eso significa que el nivel de la música clásica en Colombia ha crecido enormemente y eso se debe a un trabajo de años. En Colombia hay bastantes organizaciones que trabajan con la gente joven.

En Medellín están Iberacademy, La red. En Bogotá están las orquestas juveniles de la Filarmónica de Bogotá. En el país está la Filarmónica Joven de Colombia, Batuta. Las universidades tienen sus programas. Eso ha crecido muchísimo. Es muy bonito encontrarme con colombianos por donde sea que esté con mis conciertos. Hace poco estaba en París y se me acercó un violista de Medellín. Otro día me sucedió algo parecido en Londres. Eso es una alegría tremenda”.

¿Cuáles son los compositores que por alguna razón son especiales para usted?

“Esto es un poco circunstancial. Por un lado, compositores que siempre van a estar ahí. Mozart, por ejemplo. Siempre lo he tenido muy cercano. Lo primero que dirigí cuando tenía catorce años fue Divertimento para orquesta de cuerdas, de Mozart. Tengo un aprecio muy profundo por este compositor. Luego está Beethoven. La primera obra sinfónica grande que pude dirigir fue su primera sinfonía. Eso lo va marcando a uno. No se me olvida la vez que pude tocar con la Filarmónica de Medellín en un montaje de Carmina Burana, de Carl Orff. Y es una obra que me marcó mucho: de niño participé en el coro. Luego, más adelante, preparé el coro en Medellín. Incluso, más adelante la he podido dirigir varias veces. Y así. No nos alcanzaría el día y la noche para hablar de momentos así.

La otra parte de la respuesta es que cuando estoy sumergido en el estudio de un compositor y una obra —por ejemplo, ahora con Mendelssohn— de alguna manera siento que ese compositor es el que más me llega. Esto, seguramente, en dos semanas cambiará cuando comience a dirigir a Mahler. Esa es otra de las bellezas de la música”.

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