Después de haber cumplido más de 20 años de servicio para todos los ciudadanos colombianos que viven o llegan a la capital del país, él TransMilenio y las rutas de buses rápidos, fueron conmemorados por un crítico de arquitectura conocido como Michael Kimmelman, que plasmo su experiencia en el periódico The New York Times, el pasado 7 de diciembre.
Este sistema de transporte, que comenzó a operar en el mes de diciembre del año 2000, se convirtió en un emblema de Bogotá, además por el sistema de movilidad que maneja y mejoró la calidad de vida en ese sentido de muchas personas.
El escrito, que tuvo como nombre How one city tried to solve gridlock for us all (Cómo una ciudad intentó resolver los trancones para todos nosotros) exaltó, precisamente eso, la puesta en marcha de una solución que conectó muchos barrios y periferias de la capital.
Y es que, según lo expresado por el crítico especializado en arquitectura, la ciudad de Bogotá no dejó nada al azar. Las carreteras y la distribución de las calles fueron obra del arquitecto suizo Le Corbusier, quien elaboró todos planos de la obra.
TransMilenio cuenta con unos planos que, basados en la experiencia de los demás usuarios, fueron hechos para montar diariamente unos 600.000 pasajeros. Aunque la cifra puede llegar a 1.5 millones de personas para principios del siglo XXI, según Kimmelman.
Sin muchos pelos en la lengua, el crítico también afirmó que supo reconocer cuál es el problema por el que la ciudad pasa, en el mayor tiempo de la vida. Para él, Bogotá se colmó de personas debido a la guerra entre el campo y la ciudad.
“La experiencia de Bogotá no fue tan inusual, pero ninguna otra ciudad de la región (y pocas en el mundo, fuera de China) intentó abordar el problema de transporte resultante de estas migraciones masivas con tanta seriedad como lo hizo”, detalló en su libro el crítico estadounidense.
Cuando en los años 2000 se estrenó el sistema de transporte masivo, se contaba con 12 líneas de autobuses que cubrían 71 millas, es decir, 114.2 kilómetros. Esto, para Kimmelman, tuvo como fin conectar a la población entre sí.
“Fundamentalmente, la red de autobuses unió barrios marginales y otros distritos remotos y desatendidos de Bogotá con el centro de la ciudad. Después de solo varios meses de funcionamiento, el número de pasajeros se había duplicado”, sostuvo el arquitecto.
Con la implementación del TransMilenio, los ciudadanos que utilizaban el servicio se salvaban de quedarse en trancones o demás situaciones peligrosas en las calles. Sin embargo, con el tiempo, las problemáticas fueron surgiendo, ya que eso, según él, es
“Los bancos de desarrollo y las organizaciones filantrópicas sembraron proyectos de tránsito a su imagen en todo el planeta. Ciudades desde Yakarta hasta Quito, desde Karachi hasta Ciudad de México, aspiraban todas a imitar a Bogotá. Lo que hizo el Guggenheim de Frank Gehry en Bilbao para desencadenar un tsunami de proyectos de museos y el High Line en Nueva York para reutilizar vías ferroviarias abandonadas, TransMilenio lo hizo para el transporte global”, aseguró en su escrito el arquitecto Kimmelman.
No cabe duda que el sistema de transporte más importante en la capital de país ha pasado por muchas cosas, pero son esas mismas la que lo hacen especial y mejorar, así lo describieron. Por eso el estadounidense quiso volver para ver los cambios.
“Viajé a Bogotá hace una década y me sorprendieron los muchos signos del declive de TransMilenio, incluso cuando el resto del mundo todavía promocionaba su éxito inicial” afirmó el crítico arquitecto.
A pesar de que el Metro de Bogotá ya está en marcha, aún faltan muchos años para poder sentir que es una realidad, por eso, según Kimmelman, es notable aún más algunos de sus problemas, sin embargo, todo se va construyendo de nuevo con el tiempo.
“Bogotá todavía sufre un estancamiento porque su sistema vial es un enigma, pero desde cualquier punto de vista sensato, los autobuses rápidos han sido un éxito notable, considerando la rapidez con la que nació la red y a cuántas personas continúa atendiendo. Como tantos sistemas públicos en todo el mundo, desde los viajes aéreos globales hasta el metro de Nueva York, es problemático, exasperante e indispensable”, concluyó Michael Kimmelman.