El mandatario se enfrenta al desafío de sacar adelante sus reformas en apenas dos años. Congresistas insisten en la concertación.
El presidente Gustavo Petro cumplió la primera mitad de su mandato y su accidentada relación con el Congreso sigue dejando al descubierto las costuras del Gobierno para llevar a buen puerto sus reformas. En dos años, el Ejecutivo apenas logró tramitar con éxito proyectos como el Plan de Desarrollo –al que la Corte Constitucional ya le ha tumbado varios artículos– o la reforma pensional –seriamente cuestionada por aparentes vicios de trámite–.
En el tintero han quedado otras iniciativas, como las reformas laboral, a la salud o educación, y ahora el Gobierno se propone no solo darle un nuevo impulso a esos proyectos, sino que llega bajo el brazo con otros, como la reforma a la justicia. Lo anterior, en medio del ruido de la Constituyente y hasta de un proyecto para revivir la reelección presidencial.
El tiempo corre y en Palacio son conscientes de una máxima en la política criolla: este tercer año es la última oportunidad para asegurar triunfos en el Congreso, pues durante el cuarto año el país entra en época electoral y, como es usual, los congresistas tomarán distancia de un Gobierno impopular para volcarse a su reelección. Sin embargo, el panorama no deja de ser adverso.
“Petro no goza de la aplanadora que tenía el principio de su mandato. Dentro de su propia coalición no hay un consenso alrededor de lo que quiere hacer. Cuando el Gobierno no dialoga, no explica, no hace pedagogía, no consulta y no recibe las propuestas de las otras fuerzas políticas y de la sociedad civil, pues se evidencia un bloqueo”, opina en diálogo con EL COLOMBIANO la profesora Eugénie Richard, de la Universidad Externado, experta en marketing político y comunicación gubernamental.
Desde la oposición persiste el pesimismo y, si bien el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, arribó con ánimos de diálogo y concertación, no hay esperanza. “Van a ser dos años muy difíciles porque venimos de un Congreso cuestionado por dineros de la corrupción y con proyectos muy inconvenientes, empezando por la Constituyente y la ampliación de periodo del presidente”, declara a su turno la senadora Paloma Valencia, del Centro Democrático.
En ello coincide, el senador Carlos Fernando Motoa (Cambio Radical), quien asegura que si el Gobierno, el presidente y sus ministros “siguen en la misma dinámica de tratar de imponer las iniciativas legislativas sin que haya discusiones profundas, buscar un diálogo constructivo y consenso, claramente van a repetirse las dinámicas y los errores de legislaturas anteriores”.
Inclusive, desde los sectores independientes siguen viendo con recelo y desconfianza un eventual cambio de actitud. “Recomponer el rumbo es difícil. La mayoría de los ministros tienen una ideología bastante marcada. No permiten que haya una concertación. Solo habrá una relación fluida si el Gobierno aceptar concertar, pero no tengo mucha esperanza de que eso suceda”, asegura por su parte el senador Alfredo Deluque (Partido de La U).
El ministro Cristo, en una reciente entrevista con EL COLOMBIANO, ratificaba que al país le hacía falta hablar y que insistiría en un gran acuerdo nacional. Eso sí, advirtió que no iban a esperar un “consenso pleno de todo el mundo para radicar los proyectos, pero sí escuchar todas las opiniones y argumentos”. De allí que esté liderando una serie de encuentros con diferentes bancadas en busca de limar asperezas y lograr acercamientos. Sin embargo, pasado casi un mes desde el inicio de la legislatura, aún el Gobierno no ha radicado proyectos.
Para la senadora oficialista María José Pizarro, del Pacto Histórico, la llegada de Cristo “impone un ritmo, un método y una estrategia diferente” en búsqueda del diálogo. “El acuerdo nacional es un espacio de concertación donde podemos construir un plan como Nación. Es un proyecto conjunto para que encontremos conjuntamente soluciones a los problemas que nos aquejan. Debemos sacar adelante no las reformas del Gobierno, sino un proyecto de Nación”, explica.
Para la profesora Richard, lo cierto es que, aun cuando la personalidad de Petro dificulte generar consensos –en la medida en que “tiene un manejo del poder bastante personalista”–, es necesario cambiar de narrativa, alejarse del Twitter y comenzar a ejecutar con miras a asegurar no solo sus reformas, sino su legado en el Gobierno.
“Necesita un esfuerzo en el terreno de comunicación para tener una narrativa más de consenso y que hable más como un presidente, menos como un jefe de la oposición. Además, un esfuerzo de gobernanza junto a todo sus ministerios para que puedan aumentar el índice de ejecución de su Plan de Desarrollo”, concluye la docente.
