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Desde su celda, Yohana sueña con abrazar a sus hijos y cantarles rap

Su vida transcurre hoy entre rejas, pero espera beneficiarse con la ley que permitirá la excarcelación de 7.000 mujeres.

  • El viceministro de Justicia Camilo Umaña les explicó a las reclusas del Buen Pastor en Bogotá, como funciona la Ley de Utilidad Pública, de la que podría beneficiarse Yohana. Foto Colprensa
    El viceministro de Justicia Camilo Umaña les explicó a las reclusas del Buen Pastor en Bogotá, como funciona la Ley de Utilidad Pública, de la que podría beneficiarse Yohana. Foto Colprensa
23 de septiembre de 2023
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Yohana admite que tiene un gran talento, aunque ahora no se siente orgullosa de él. Lo fue en una etapa de su vida, que quiere dejar atrás. Hoy en el patio de El Buen Pastor, en Bogotá, se ilusiona con la idea de recuperar su libertad y resarcir el daño que le hizo a la sociedad con su “profesión” —como ella la describe con vergüenza—: el cosquilleo.

“¡Vamos saliendo, vamos terminando!”, grita una guardia del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario.

“A veces uno no entiende por qué le toca pasar por todas estas cosas”, cuenta, refiriéndose al proceso por el que terminó privada de la libertad. “Yo tengo, por decirlo así, por llamarlo entre comillas, digamos, un arte”, dice desasosegada por una razón, apenas lógica, que luego la hizo bajar un poco la voz y la mirada: “Es el arte de robar. A mí se me facilita, no sé por qué, de pronto los genes, no sé por qué, pero en serio tengo ese talento”. Luego enfatiza: “Por decirlo así, ¿sí? Lo reconozco. Pero ya no lo quiero volver a hacer”.

Para no repetir su error, Yohana ha utilizado los más de dos años de prisión que lleva para reflexionar. “Acá he venido tratando de ver si es una enfermedad como tal o es una costumbre, porque, para mí, que yo sepa, la cleptomanía es una enfermedad”.

Yohana no culpa a su familia ni a sus circunstancias, pero sí las reconoce como un cúmulo de posibles explicaciones con las que su cabeza intenta, partiendo de su reconocimiento de responsabilidad, encontrar cuál es el motivo que mantiene sus manos inquietas. “Estoy aquí por hurto”, apunta sin más rodeos al pie de una capilla en El Buen Pastor. Y recuerda cómo desde niña le entró la manía de meter las manos en los bolsillos de los compañeros de colegio y luego eso se convirtió en su estilo de vida, en la forma de sobrevivir.

“No sé qué pasó, pero en un momento uno se da cuenta de que no todo es fácil, de que no todas las veces caza el tigre, de que existe un karma y de que todo lo que tú le haces a la Madre Tierra se te va a devolver. Eso es lo que siento que estoy pagando acá, ¿sí ves? Porque no ha sido nada fácil; han sido muchas pérdidas, no solamente materiales, sino también emocionales, mentales. Me he sentido muchas veces derrotada”.

Su fuerza son los hijos

Pero el amor por sus hijos la motiva a ver más allá del horizonte que hoy la rodea, en el que sobresale la ropa colgada en los barrotes de la celda. “Tengo dos hermosos hijos, que no puedo... Por ellos es que no desfallezco acá”.

Por sus hijos, un varón de cuatro años y una nena de seis, Yohana está comprometida. No solo con retomar su libertad, sino con crecer y superar esta etapa. “Estoy tratando de verlo como que sí, estoy pagando todo lo que he hecho, pero ya, hasta ahí fue. Ya maduré. Fue un ciclo que tuve que vivir, pero ya me siento capacitada y digo ‘ya no más, ya no quiero hacerlo’”, señala con ahínco.

Buena parte de esa madurez la ha adquirido en su celda, en medio de una búsqueda de reflexión que sucedió a las terapias que en principio mantuvo.

El abogado de Yohana le habló de la ley de Utilidad Pública, esa que le permitirá a ella y a unas siete mil madres cabeza de hogar salir de prisión para cumplir trabajo comunitario como sustituto de su pena. Por cada cinco horas de servicio público, redimirán una semana de condena.

Todo debe pasar por el examen de un juez y su posterior vigilancia. No obstante, desde el momento en el que fue publicada la norma es el aliciente para que Yohana y más madres pueden saborear, como expresaba una mujer presa en un evento en el que el viceministro Camilo Umaña socializó la Ley, un aire distinto.

Con la nueva Ley, dice la mujer, quiere empezar las diligencias para salir y acercarse a sus hijos, pues ella sería una de las beneficiadas con la norma.

La ilusión de Yohana está puesta en el futuro. Ese futuro, que ahora solo imagina en medio de las canciones de rap que escribe, y que poco a poco le dan la confianza en que este talento sí la llevará a un buen lugar.

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