El presidente Gustavo Petro cerró su mentado revolcón ministerial de la misma manera que lo anunció hace poco menos de un mes: de manera sorpresiva. Una muestra de ello fue la confirmación de que al Ministerio de Educación llegará en reemplazo de Aurora Vergara un activista de toda su entraña: el hoy director de la Sociedad de Activos Especiales, Daniel Rojas.
Una vez el presidente Petro publicó el nombre del nuevo ministro las redes sociales explotaron con trinos de los últimos años en los que Rojas utiliza palabras vulgares e insultos para referirse a todo tipo de personas. “Será que podemos decir tombos hijos de puta o el kínder moralista del centroballenismo nos hace un juicio por irrespetar la autoridad”, escribía Rojas en Twitter en 2019. Y otro día, el 17 de octubre, repetía: “Tombos hijos de puta”. Tres días después: “Hijos de puta”. El 23 de abril del 2020 dice: “los de BluRadio son unos hijos de puta. Fin del comunicado”. Y así, a lo largo de su cuenta en X se pueden leer infinidad de variaciones de esa expresión: “mucho hijueputa”, “bobo hijueputa”.
No está claro si lo más grave de Daniel Rojas, quien hasta ahora era director de la Sociedad de Activos Especiales, es el uso del insulto por el insulto, o su falta de creatividad. Hay que reconocer que a veces cambia esa grosería por otra, a menudo también usa la palabra “gonorrea” y “malparido”.
No faltará quien lo defienda diciendo que ese tipo de palabras para ciertos sectores de jóvenes es de uso cotidiano, sin embargo, lo que sí no tiene defensa para un ministro de Educación es la intención de insultar y de agredir.
El nombramiento sorprendió por el talante ajeno a una cartera como la de educación, en la cual la saliente Aurora Vergara había dejado la vara alta, y porque se trata de uno de los más destacados barras bravas del petrismo. También porque se esperaba que lo ocupara el viceministro de Educación, Óscar Sánchez, que esperaba desde hace dos años ocupar ese cargo.
A solo días de cumplir la primera mitad de su mandato, Petro concreta el remezón que anunció a mediados de junio. Con excepción del nombramiento de Rojas, integró a su gabinete tanto técnicos que venían haciendo filas desde viceministerios, como dirigentes de centro y, particularmente, especialistas en cada uno de sus ramos que le imprimen una nueva cara al “Gobierno del cambio”.
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“Petro tenía dos opciones: radicalizarse nombrando personas mucho más de la entraña del Pacto Histórico o ‘entregarse’ a los partidos políticos. No hizo ni lo uno ni lo otro. Lo que apunta en estos dos años es hacer más ejecutorias”, destacó en diálogo con este diario el profesor Jorge Iván Cuervo, analista político e investigador de la Universidad Externado.
Petro realizó seis cambios en carteras como Justicia, Interior, Vivienda, Agricultura, Transporte y, ahora, Educación. En la posesión de algunos la noche del lunes, Petro reconoció que, aunque el cambio fue “drástico”, el objetivo es “reparar errores y detectar problemas estratégicos”.
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Lanzó pullas contra los salientes y una advertencia a los entrantes: “Deben ser personas que se tienen que agarrar de la silla fuerte. Que den la batalla por el cambio, incluso desde una mirada internacional y global”.
Justificó el remezón: “Sería un suicidio no cambiar (...) Es más fácil seguir la inercia que hacer los cambios, los cambios son difíciles, pero el camino fácil lleva al abismo y los números mostraban un abismo”.
De acuerdo con Andrés Felipe Parra, profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, son varios reacomodos y cada cambio responde a la agenda en cada cartera.
“La agenda es muy distinta en el cambio del Ministerio del Interior frente al de Educación. Con Juan F. Cristo en el primero, además de darle una fachada de diálogo nacional a la Constituyente, busca alguien que pueda negociar con el Congreso, mientras que en Educación responde más al desempeño deficiente de la ministra saliente frente al nombramiento del rector en la Nacional y a lo que pasó con la ley estatutaria de educación y el paro de Fecode”, aseguró.
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En esa línea, para el profesor Cuervo lo que evidencian los cambios también es que el presidente optó por una vía técnica y de menos confrontación “con perfiles que son bien recibidos y que no generan resistencia en los partidos políticos, así no se sientan representados”.
Las nuevas caras
Los cambios se fueron conociendo a cuenta gotas. El primero fue el de Nestor Osuna, que salió del Ministerio de Justicia y fue relevado por Ángela María Buitrago, quien venía de ser ternada para fiscal General y quien tiene una carrera de muchos años en el ente investigador. La tarea es impulsar la reforma a la justicia que el Ejecutivo radicará en el Congreso.